4. La sorpresa menos esperada.

Si debía ser completamente honesta luego de cortar aquella llamada sentía una gran mezcla de emociones recorrer mi cuerpo.

Y si bien podría adjudicárselo a las hormonas propias del embarazo, lo cierto es que por esta vez creo que por esta vez ellas no tenían nada que ver aquí. Simplemente era una sensación de valentía mezclada con angustia y rechazo hacia el hombre que había jurado amar por el resto de mi vida.

Bajé mi mirada hacia mis manos y estas temblaban como si fuese una gelatina y estaban más blancas de lo normal.

Por lo que más lógico era sentarme en algún lado antes de que me desplomara en el piso como una gran mole y si lo hacía debía tener la precaución de hacerlo de costado o sobre mis espaldas para no lastimar al bebé.

Todo aquello eran demasiadas cosas en las que pensar por lo que me limite a caminar hacia un pequeño sofá y dejarme caer allí.

El vestíbulo se veía tan tranquilo ahora que Cinthia había encontrado una solución al problema, tanto que podía escuchar el sonido de mi propio corazón luchando por no hacerse añicos.

Llevé mis manos a mi cabeza y la bajé para comenzar a contar hasta 10 y así intentar tranquilizarme.

El móvil en mi bolso no dejaba de vibrar y me negaba a atenderlo. Sabía que era Nick quien llamaba y no precisamente para disculparse.

Levanté la vista y a lo lejos podía ver a Lissa caminando hacia mí con una gran sonrisa en su rostro mientras arreglaba su ropa.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca mio me atreví a verla a los ojos.

— ¿Cómo te fue con Sergei?

Ella meneó la cabeza y esa mueca arrogante que traía en su rostro no se esfumó en ningún momento.

—Mejor de lo que esperaba. Esos rusos sin duda cumplen con lo que prometen y saben de lo que hablan— se mordió el labio.

Pude ver en todo su cuerpo aquel resplandor que venía luego de haber tenido el mejor sexo del mundo.

— ¿Que te hace creer que él es ruso? — Pregunté curiosa— ¿Él te lo ha dicho o tan solo son suposiciones tuyas fundamentadas por su extraño nombre?

— Mitad y mitad— respondió levantando los hombros, quitándole importancia al asunto— Pero eso no es lo que importa— dijo y buscó una goma de mascar en el bolsillo de su pantalón.

— ¿No me habías dicho que la próxima vez que lo vieses seria para ponerle un alto a todo esto? — inquirí.

Lissa puso los ojos en blanco.

—Esa era la idea— afirmó— Pero en cuanto abrí mi boca las manos de ese hombre estaban por todos lados y de un segundo a otro mi cerebro se desconectó para dejar de pensar y hacerle caso solamente a mis instintos primarios.

—Lis... Él está casado— sentencie e hice mi mayor esfuerzo para que no se notara el reproche en mi voz.

—Lo sé, pero él me dijo que están tramitando el divorcio— respondió y me dio una mirada de borreguito.

Junté todas mis fuerzas para ponerme de pie y caminar hacia ella.

—Lissa, Lissa, mi tierna e ilusa Lissa— dije a la vez que colocaba mi mano sobre su hombro y lo apretaba un poco— ¿Acaso no sabes que esa excusa es más vieja que la prehistoria?

Mi amiga hizo una mueca de disgusto.

—Pero... Pero él lo prometió— su voz sonaba algo dolida ante la promesa rota.

—Lo siento— me acerqué a ella y levanté mis brazos para abrazarla sin embargo nunca pude concretar aquello ya que ella se movió más rápido, apartándose de mí.

—Sí, sí, da igual. Supongo que el destino determinará que pasara con eso— tiró su cabello hacia atrás frustrada al ver que no podía arreglarlo— ¿Que pasaba al final con la loca de Cinthia?

Bufé por lo bajo al recordar todo lo que había ocurrido desde aquel pedido.

— Habrá un desfile en unas horas y la modelo de Suecia no llegara a tiempo a causa de una tormenta de nieve o algo así— extendí la mano exigiéndole una goma de mascar.

—¿Y que quería ella contigo?— me entregó el pequeño paquetito plateado de mala gana.

Desenvolví el paquete plateado y lleve a mi boca el pedazo de golosina.

—Estas mirando a la nueva modelo de la revista "Her" que modelará frente a los diseñadores más importantes del mundo de la moda.

Ella giró su cabeza reiteradas veces en ambas direcciones como buscando a alguien más.

— ¿Quien? ¿La mujer invisible?— preguntó divertida.

—No— golpeé su cabeza con la palma de mi mano— Yo, estúpida.

Sus ojos se abrieron como platos.

— ¿Tu?— me señaló con el dedo e intento, sin éxito, ahogar una gran carcajada.

— ¿Disculpa? ¿No es posible que yo pueda subirme a la pasarela y exponerme frente a millones de personas que me juzgaran por cómo me veo, cuanto peso, como me muevo?— hice una pose exagerada.

—No es eso— afirmó— Es solo que tú te  pasas gran parte del día riéndote de ellas y hablando mal de lo que hacen y de sus dietas extremistas.

—Eso era antes— le aclaré.

— ¿Antes de que?

—Antes de que Cassidy me ofreciera el pago que le iban a dar a Svetlana.

— ¿De cuánto estamos hablando?— juro que podía ver el signo dólar dibujado en sus ojos.

—Unos 50.000— entrecerré mis ojos y por inercia tapé mis oídos sabiendo que pasaría a continuación.

Lissa dio un pequeño y agudo grito y saltó en el aire haciendo chocar sus dos talones como si se tratase de Dorothy, la niña de "El Mago de voz".

— ¿Sabes qué significa eso, perra?— me tomó por los hombros y comenzó a sacudirme con vigor.

Me apoyé sobre mis talones mientras mi cuerpo se movía de atrás para adelante.

— ¿Que terminaré vomitándote encima si continuas jugando con mi cuerpo de esta manera?

—Que al fin podremos tomarnos esas vacaciones. Por fin podremos conocer Paris— exclamó y comenzó a dar saltitos en su lugar, aplaudiendo como una desquiciada.

—No cantes victoria aun— le advertí— Sabes lo inestable que es Cassidy. Un día puede decirme que sí y al siguiente es capaz de simplemente afirmar que no estaba en sus cabales, que había actuado bajo los efectos del valium o algún otro medicamento que este teniendo efectos secundarios sobre su cuerpo y no me daría ni una mínima parte de ese dinero que me había prometido.