El amor no estaba en el contrato

CAPÍTULO 9. ELLA NO ESTÁ

«El miedo me ahoga, y aunque mi cuerpo quiere quedarse,
mi mente grita que debo irme,
porque en la ausencia de tus caricias veo el precipicio,
y en la intensidad de este amor, siento que podría perderme».

La luz del amanecer, dorada y radiante, se cuela por las cortinas de la habitación, dibujando una línea luminosa sobre el rostro de Franco Rossi. La calidez se filtra lentamente por su piel, acariciando sus facciones, invitándolo a despertar de un sueño profundo, reparador, como si cada rayo de sol absorbiera la tensión acumulada en sus músculos. Sus hombros, por primera vez en meses, se sienten ligeros; su espalda, sin rastros de la rigidez que solía atormentarlo al despertar. Hace tanto que no se sentía así.

Franco abre los ojos con lentitud, disfrutando del raro placer de un despertar tranquilo. No hay pensamientos urgentes, ni preocupaciones, su mente, siempre alerta, esta vez permanece despejada, libre de las sombras que suelen asediarla. Mientras respira, siente una extraña paz envolviendo cada pensamiento.

Sin prisa, se estira y suspira con una sensación de bienestar inesperada. Inhala hondo, llenándose de un aroma delicado y único que se conserva en la almohada que ahora parece impregnado en él, grabado en su memoria como algo propio. Es el aroma de ella, de esa mujer que hasta hace unas horas dormía a su lado.

Alarga la mano, buscándola, seguro de encontrarla envuelta entre las sábanas. Sin embargo, sus dedos solo encuentran el suave frescor de la tela vacía. Se incorpora lentamente y sus ojos recorren la habitación. Los rastros de Giulia aún están ahí: su aroma flota en el aire. Pero ella no está.

Franco frunce el ceño y su expresión refleja una leve inquietud, un vacío que intenta ignorar mientras se levanta y mira la hora, sorprendido, nunca había dormido tanto; entonces, se viste en silencio, pensando que seguramente se encontrará con ella más tarde.

Una vez en su propia suite, se desviste y enciende la ducha. El agua tibia corre por su cuerpo, despejando el sueño que aún queda en él. Cierra los ojos y revive, sin poder evitarlo, cada instante de la noche pasada. Su mente se llena de imágenes y sensaciones que nunca había experimentado con tal intensidad.

Con ella todo se sintió… diferente. Sin duda, esa mujer desató algo en él. Hasta esa noche, sus encuentros íntimos habían sido buenos, placenteros, pero sin brillo, como si la satisfacción fuera más una obligación que un deleite verdadero.

Siempre se aseguró de que sus parejas quedaran complacidas, y nunca tuvo dudas de su capacidad para cumplir en ese aspecto. Sin embargo, en el fondo, todo no pasaba de ser más que una experiencia aceptable, nada que realmente lo llenara o que quedara grabado en su memoria como significativo.

Por mucho tiempo, llegó a preguntarse si algo en él estaba mal, ya que sentía una especie de vacío emocional que evitaba que conectara realmente con alguien. Incluso con Yessika Bianchi, su única novia oficial, y quien estuvo cerca de convertirse en su prometida, nunca logró romper esa barrera, tampoco pudo profundizar en sus emociones. No hubo una conexión real, un vínculo que trascendiera la mera satisfacción física.

Con ella intentó algo más serio, pero se dio cuenta de que era incompatible con su necesidad de libertad y privacidad. La relación se volvió tan asfixiante que, al final, decidió cortar el lazo que lo unía a ella. Yessika había esperado que él se transformara en un hombre que nunca sería, quería moldearlo en alguien que él no era, y aunque su ruptura no fue sencilla, aceptaron el fin de la relación. O, por lo menos, Franco cree que Yessika lo hizo.

Sin embargo, a diferencia de todas esas experiencias, Giulia ha roto ese patrón, con ella no solo se sintió completo, sino pleno. A sus treinta y seis años, jamás se había sentido tan en sintonía con una mujer como anoche, como si ella hubiera logrado derribar una barrera invisible y lo hubiera hecho sentir capaz de abandonar su propia soledad.

Por primera vez, Franco no deseaba que la noche terminara, y tampoco había querido escapar tras el encuentro. Giulia es la primera mujer con la que amanece en una cama, un detalle insignificante para cualquiera, pero enorme para él.

Siempre, después del encuentro sexual, se vestía en silencio y abandonaba la habitación. No era solo una cuestión de espacio, sino de preservar su independencia y su privacidad, territorios que defendía a toda costa. La idea de tener a alguien junto a él mientras dormía le resultaba incómoda, casi invasiva. Compartir la cama era algo que simplemente no le interesaba ya que implicaba una entrega que iba mucho más allá del cuerpo, y esa entrega jamás se la había permitido.

No sabe cómo describirlo, pero está convencido de que ella es especial. Franco se encuentra perdido en pensamientos, imaginando que quizás esa noche fue solo el inicio de algo que desea explorar. Giulia ha despertado algo en él, algo que nunca antes había sentido y que ahora teme perder. Una certeza se apodera de él: no quiere que esto termine. Aunque no comprende del todo la naturaleza de lo que compartieron, sabe que desea más.

El recuerdo de Giulia, sus caricias y la sensación de paz que sintió a su lado vibran en su mente, al punto que, por primera vez, contempla la posibilidad de mandar todo al diablo. No le importaría romper ese absurdo contrato de matrimonio, ignorar las expectativas familiares y la presión del apellido Rossi si con eso pudiera asegurarse una oportunidad para ver hasta dónde podría llegar con esta mujer.



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En el texto hay: romance, drama, magia

Editado: 21.11.2024

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