El amor puede ser Trágico

La Excusa

El joven Nicolas Bennet regreso a su casa durante el anochecer, se fue de la boda antes de que Margaret fuera coronada, cuando llego tiro lejos el saco que lo cubría, se quito la corbata con enojo, se quito sus zapatos y cada uno lo tiro a la pared con fuerza, un fiel sirviente ingreso a la habitación de su amo preocupado por el, pregunto si necesitaba algo y el contesto pidiendo una botella de coñac, la mas cara que tuviera la casa, el sirviente aun mas preocupado no podía hacer nada mas que traerle lo que pidió. Tardo poco en complacer su pedido, Nicolas arrebato el coñac de las manos de su sirviente y ordeno que se fuera y este obedeció dejándolo en completa soledad, ya estando solo, quito algunos botones de su camisa, sus ojos sollozaban, golpeo su pecho para no llorar, pero no funciono, con su mano empezó a jalar mechones de su cabellos para evitar llorar pero lo que consiguió fue despeinar su cabello, enojado con el mismo y con lagrimas que reflejan su dolor, para poder al fin dejar su lamento, empezó a beber toda la noche hasta el amanecer. Cuando el sol al fin salio, el mismo sirviente de anoche fue a despertarlo llevando con sigo una taza de café fuerte, en el momento que el entro, observo que alrededor del sofá había botellas de coñac y vino, y todas estan vacías, también miro a su señor tirado en el sofá con botella en mano pero esa esta casi completa.

─ Mi señor ─ Lo sacudió un poco ─ Tiene que beber este café para que se le vaya la borrachera ─ Dijo colocando la bandeja en la mesita de al lado.

─ Vuelve mas tarde ¿si? ─ Dijo Nicolas.

─ Tiene que levantarse, mi señor ─ Dijo caminando hacías las cortinas y abriéndolas de golpe.

─ ¡¿Por que hiciste eso, Alfonso?! ─ Exclamó Nicolas con leve enojo.

─ Para que se levante, señor. Si no logro llevarlo a desayunar ahora, mi trabajo peligra ─ Dijo sonriente.

─ ¿Y... por que peligra tu trabajo? ─ Dijo sentándose y colocando su mano en su cabeza.

─ Por que si usted, mi señor, llega tarde al desayuno con mi señora y mi señor, me despedirá ─ Dijo mientras le entregaba la tasa de café a Nicolas.

─ Eso no pasara ─ Dijo apretando su mandíbula por la migraña ─ Gracias por el café ─ Dijo dando un sorbo ─ Aun que... pudiste poner unos cubos de azúcar.

─ Si lo hubiera hecho... la migraña no se iría ─ Dijo muy sonriente.

Después de terminar de beber el fuerte café, se aseo y se vistió con lo mejor que tenia para desayunar, bajo al comedor lo mas rápido que pudo para que su fiel sirviente, y también amigo, no fuera despedido. Cuando llego al comedor, saludo a su padre y madre quienes ya empezaban a comer.

─ ¿Nicolas? ─ Pregunto la madre ─ Vaya... al fin te dignas de levantarte de tu cama y venir a desayunar con tu familia ─ Dijo con desdén.

─ Ya era hora que aprendieras modales, muchachito ─ Dijo su padre comiendo un bocado de su comida.

─ Vine lo mas rápido que pude, perdonen. Pero por favor no despidan a Alfonso ─ Dijo tomando asiento en el otro extremo de la mesa.

─ ¿Despedir a Alfonso? ─ Repitió su padre.

─ ¡¿Ese muchacho te ha robado algo?! ─ Dijo su madre alterada.

─ Entonces... no lo van a despedir por que yo llegue un poco tarde ¿no es así? ─ Pregunto desorientado.

 

Los padres de Nicolas se quedaron mirando directamente a los ojos al oír a su hijo decir esas palabras que para ellos es un alboroto, el ambiente tranquilo se había convertido en incomodidad por el silencio que los tres guardaban.

─ ¡Ejem!... ─ Dijo su padre para romper el hielo.

─ Esc... Escuche que llegaste tarde y bebiste coñac así que, creo que beber tanto te afecto un poco, te confundiste ─ Dijo dando un sorbo a su té.

─ Tiene razón, madre. Debo haberme confundido por haber bebido por encima de mi capacidad, mil disculpas por mi actitud de recién ─ Dijo arrepentido ─ Cuando salga de aquí... ¡no tendrás salida, Alfonso! ─ Pensó mientras apretaba mas el tenedor que sujeta.

La hora del desayuno paso volando, en un abrir y cerrar de ojos ya eran las diez de la mañana, Nicolas se apresuro a subir a su habitación a vestirse formalmente para ver al emperador, su primo. Tardo tres horas en llegar al palacio imperial en carruaje, camino a un paso apresurado ya que su valentía no duraría por mucho tiempo, paso por paso, la fuerza de voluntad que lo acompañaba se debilitaba. Ya esta al frente de la oficina del emperador, miro la puerta con miedo, quien sabe si su primo lo dejara renunciar a ser su secretario, la boda apenas se había celebrado ayer, por lo tanto, el emperador ya esta cumpliendo con su función el día de hoy y eso también implica que Nicolas debió estar desde muy temprano al lado de Archie siendo el secretario, (que problema, ¿no?).

Nicolas toco la puerta, al instante una gruesa voz provino de adentro de la oficina dejándolo pasar, el pelinegro trago saliva y abrió la puerta ejerciendo un poco de fuerza. Entro y sus fuerzas se fueron, no quedaba ninguna a su disposición, el emperador de cabello rubio que en la luz pareciera ser de color blanco, esta sentado al frente de su escritorio con una mirada seria y profunda, esas pupilas grises colocaron su atención a ese nervioso Nicolas no soportaría mas su temible presencia.

─ Llegas tarde ─ Dijo Archie mirándolo con enfado ─ Hare una excepción por ser tu primer día pero si esto ocurre otra vez, dile adiós a tu trabajo ─ Hablo poniéndole atención a sus papeles.

─ Lo siento, Archie... Yo ─ Dijo acercándose a la mesa rígido.

─ Su majestad ─ Interrumpió con un tono elevado ─ Ya no puedes llamarme por mi nombre de pila, Nicolas.

─ Lo siento... su majestad ─ Nicolas ya no aguanta mas la presión ─ Re... Renuncio...




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