El amuleto de Antyulis

2 - Visitas inesperadas

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Riss despertó sobresaltado. Aturdido todavía por la somnolencia y los sueños ajetreados que no le habían dejado descansar. Tardó unos segundos en recordar donde estaba. La cueva que hacía las labores de celda se encontraba prácticamente a oscuras y apenas se colaban unos rayos de luna por la entrada. Debía de ser noche cerrada todavía. Habría dormido apenas un par de horas, pues la celebración del día anterior se había postergado hasta bien entrada la noche.

Cuando consiguió terminarse el guiso y dio por terminada la celebración, Th’oman lo acompañó a la cueva y volvió de nuevo para seguir bebiendo más bunch, nombre del extraño y amargo licor que bebían los engendros oscuros. Encontró a Ymae dormida, velada por Koriki. Este, en cuanto los vio, desapareció al otro plano y pese a que su maestro lo llamó en varias ocasiones, el lusan no hizo ni caso. Sabía que Th’oman le iba a prohibir lo que fuera que pretendía.

Riss se incorporó y se arrebujó con la manta, no es que hiciera realmente frío, ni las noches fueran todavía demasiado frescas, pero el sentirse arropado y rodeado por una tela cálida, aunque áspera, le otorgaba cierta sensación de confortabilidad.

Le parecía increíble todo lo sucedido el día anterior. Había intentado avisar a sus amigos del peligro que se cernía sobre sus cabezas, pero poco habían podido hacer. Solo habían conseguido cierta información que no sabía si sería muy útil para el rey Dorko y que, a decir verdad, no sabría si podría hacer que le llegara en algún momento, puesto que estaban atrapados en un campamento enemigo. Se suponía que en calidad de invitados debido la mentira elaborada por Th’oman, pero atrapados al fin y al cabo.

Increíble la situación que vivían, y también increíble su combate del día anterior. Cada vez que pensaba en él le parecía mentira. Gracias a ser el portador del amuleto, ahora nada que contuviera fuego en su esencia podría dañarlo. Parecía un cuento de leyenda. Aunque, si pensaba en que ese amuleto lo había creado Dalkarén, que lo había tenido en sus manos, cualquier cosa podía ser posible. Es más, se trataba de una pequeña parte de él, y esto hacía que se le erizara el pelo de todo el cuerpo.

Lo único positivo del día anterior había sido poder salvar a Ymae, aunque a un precio muy alto. Riss, justo antes de conciliar el sueño el día anterior, mientras la miraba respirar de manera pausada, y su pecho ascendía tranquilo en un sueño apacible, se había prometido que haría cualquier cosa para protegerla.

—¿No puedes dormir? —La voz de Ymae lo sobresaltó un instante, no obstante, la dulzura que desprendía hacía imposible que esa sensación perdurara.

—Con todo lo que vivimos ayer y con la cena que tuve, la verdad es que resulta difícil. ¿Tú cómo estás? ¿Has descansado algo?

—Bueno…, no es fácil asumir que en unas horas haya cambiado toda mi vida. He perdido a aquellos que fueron mis padres y que me lo han enseñado todo, tanto de la magia como de la vida. Sé que apenas los conocías, pero te aseguro que eran buenas personas. Además, al final, aunque no sé muy bien cómo, pude ver que Alise manejaba una ingente cantidad de hilos de luz. Creo que habrían tenido suficiente para transportarse ellos también. Si hubiera insistido más…

—No te atormentes por eso, ya no hay solución y, además, no podías saberlo con anterioridad.

—Lo sé, lo mismo me dijo Koriki, pero no puedo evitarlo. Por cierto, ¿por dónde anda?

Riss se encogió de hombros.

—Ni idea, ya sabes cómo es. Por mucho que Th’oman le haya recomendado que no se mueva de aquí, los lusan no son seres que escuchen demasiado.

—Y la cena entonces no fue muy bien, ¿verdad?

Riss le contó con pelos y señales cada uno de los detalles de las deleznables costumbres de los engendros. Ymae empezó a poner caras de asco y repulsión, lo que le hizo mucha gracia al granjero y empezó a teatralizarlo todo para sorpresa y escándalo de la aprendiz. A Riss no es que le gustara hacer las labores de un juglar, pero al ver la sonrisa de Ymae, no pudo resistirse a ello.

Cuando terminaba la historia y los primeros rayos de luz aparecían por el horizonte para colarse entre las fisuras de la roca de la cueva, Faiser y Th’oman entraron para hacer una pequeña visita.

—Ya me imaginaba yo que no dormiríais mucho esta noche. Riss, una barrera para oídos indiscretos, por favor.

—Ya lleva bastante tiempo creada, podéis hablar con tranquilidad —contestó Ymae.

—Y tú no has dormido nada, ¿verdad? —le preguntó su pupilo.

—Claro que sí, al final no me incorporé de nuevo a la fiesta, sino que me fui directamente a la tienda que montaron junto a la puerta. Te hubiera dicho que durmieras también allí, pero creo que de esta manera todo el mundo pensará que terminaste la noche de tu celebración disfrutando de la pequeña aprendiz de ojos azules.

Riss se levantó de un salto dejando caer la manta con la que se cubría.

—¿Queeé?, habérmelo dicho antes, no podemos permitir que el honor de Ymae sea puesto en duda.

Th’oman rio con más ganas que nunca.

—¿Ves?, por eso no te lo dije, sabía que no te prestarías a este pequeño ardid. Da igual lo que los engendros piensen sobre el honor de la pequeña maga, lo importante es lo que piensen de ti. Que eres un mago sin piedad, capaz de matar, de trasportarnos hasta aquí y de disfrutar de sus presas sin remordimiento de conciencia.

—Pero… y si…

—Riss —interrumpió Ymae—, puede que Th’oman tenga razón, déjalo así. —Sus palabras decían una cosa, pero el rubor que cubría su rostro denotaba que ella también se había sentido avergonzada.

—Tú tranquilo, nadie creería a estos monstruos —apuntó Faiser—. Ymae, me alegro de verte un poco mejor que ayer. Bueno, Th’oman, ¿has conseguido averiguar algo de la cena con tus amigos? Al menos dónde nos encontramos o cuáles son sus intenciones.



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En el texto hay: fantasia y magia

Editado: 27.11.2020

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