El Amuleto de Luz

Prólogo

Horas y horas lleva Sophia intentando mentalizarse por completo para comenzar con aquello que desde hace tiempo lleva poniéndole los cabellos de punta.

Ya eran pasadas de las doce, en una noche cualquiera ella ya estaría durmiendo plácidamente. Aunque... ésta no iba a ser una noche cualquiera. Ésta vez, ella y su hermano, Matteo, tendrían que hacer cosas distintas a lo regular.

Sus padres habían decidido que no podían dejarlos salir de casa. Ni siquiera podían mirar por las ventanas la luz del día. Las cortinas y ventanas debían estar cerradas impidiendo así que alguien fuera de la casa pudiera observar hacia dentro. Después del incidente un tanto traumático que habían vivido un año atrás, la paranoia se apoderó de su familia llenándolos de miedos y dudas. A causa de ese miedo, su padre, el señor Richard Smith, decidió tomar esas medidas para proteger por completo a su hermano y a ella.

Era muy molesto, sin duda alguna. No podían tener visitantes si los guardias de seguridad de su padre no lo permitían. Todos sus familiares ya no querían pasar por todo el procedimiento de seguridad que se requería y, de un día a otro, simplemente dejaron de ir. Por una parte era algo bueno, tener visitas en la casa Smith implicaba un largo y exhausto interrogatorio del porqué de tanta seguridad en la casa.

Su padre no podía arriesgarse a contarle al mundo la verdadera razón, temía perder su candidatura por la gubernatura de la ciudad y, para Sophia y su hermano, era mejor tampoco hacerlo. No les convenía que los involucraran en algo como lo sucedido si querían un futuro grandioso y prometedor. Un futuro distinto al que veían venir meses atrás.

—Ha llegado, César. ¿Estás lista, hermana? —Dijo Matteo entrando a la recámara de Sophia.

Ella salió del baño, donde se encontraba alistándose, y se retocó el peinado. Una simple coleta en lo alto de su cabeza con unos cuantos mechones salidos de su lugar.

— ¿De verdad vas a ir así?

Matteo no era un hermano celoso. Nunca lo fue. La única diferencia era que, desde lo ocurrido, él la protegía más de lo normal. Más de lo necesario.

— ¿Me veo mal? — Preguntó Sophia mirándose en el espejo.

Tardó horas observando su armario, intentando hacer una buena elección con lo que vestiría esa noche. Cuando hubo decidido se dio cuenta de que al nuevo Matteo, ese que se había vuelto protector, no le gustaría. Así como tampoco a...

Sophia sacudió la cabeza para no pensar ni siquiera en el nombre de aquella persona. No era momento para pensar ni recordar. Era consciente de que si lo hacía, desistiría de hacer lo que debe hacerse. Y así, mandarlo todo a la basura.

Nunca fue de las chicas que se arreglan de manera exagerada, siempre andaba sólo con una ceñida blusa negra sin mangas, jeens oscuros y botines estilo militar. Ni hablar del maquillaje. Ella era más de usar solamente su clásico labial rojo y poca cantidad de rímel en sus pestañas.

Su madre solía decirle desde más chica que ella no necesitaba procesarse demasiado, que su rostro era tan lindo sin una gota de maquillaje y que sus ojos hacían todo el trabajo por ella. En especial le repeteía lo de sus ojos. Esos ojos azules como el cielo. Poco comunes, sin duda alguna.

—Bien, no diré nada al respecto esta vez. Sé cuanto te fastidia que esté sobre ti todo el tiempo con éstas cosas pero quiero que entiendas algo: lo hago porque me preocupo. No me gustaría volver a lo mismo de antes. ¿Me entiendes?

Matteo no era el único al que no le gustaría. Sophia más que nadie sabía lo malo que eso podría ser. Aunque, a pesar de todo, algo bueno habían sacado de todo ese lío: estaban mucho más unidos que nunca.

—Te quiero.

Eran muy pocas las veces en que Sophia le mostraba algo de afecto a su hermano. Ni siquiera a sus padres les decía cuanto los quería ni lo afortunada que se sentía de tenerlos a ellos. No es que fuera amargada ni mucho menos, solia pensar que las palabras nunca se compararían con las acciones. Las palabras podrían traer mentira entre sus letras pero las acciones demostraban la verdad de las personas y lo que sentían.

—Igual yo. — Matteo era más afecturoso y aprovechaba cualquier oportunidad para dar abrazos. Como justo ahora lo hacía. — ¿Nunca te cansas de vestir siempre así? Tienes un armario lleno de cosas distintas y siempre terminas decidiéndote por algo igual a eso.

— ¿Qué quieres que haga yo? Éste es mi estilo, me siento cómoda usándolo.

Matteo sabía que no podría hacer cambiar de opinión a su terca hermana por lo que no quiso añadir nada más sobre el tema. Después de recoger sus teléfonos, salieron de la casa por la ventana de la habitacion de Sophia.

Era una fortuna para ellos que estuviera en la planta baja y tuviera acceso directo por la ventana corrediza al patio trasero. César ya los esperaba con el Jeep encendido, listo para arrancar en cuanto ellos subieran.

—Gracias por recogernos. —le dijo Matteo.

César era el mejor amigo de Matteo. Para Sophia era algo cercano a eso también. Aunque, después de lo que se disponían a hacer, ella no creía que pudiera verlo de esa misma manera nunca más. Ni él a ella.

—Por mi no hay problema, ya lo sabes. —dijo César restándole importancia. —¿Cómo estás, Sophia?

—Todo bien, supongo. — dijo ella intentando parecer tímida.

Matteo tomó su celular y comenzó a escribir un mensaje de texto.

—¿Con quién texteas tanto, eh? —le preguntó César con una mirada pícara.

—Le aviso a mi novia que no estaré en casa y no me marque al teléfono fijo. ¿Estás muy chismosito, eh?

Le dijo Matteo utilizando el mismo tono que su amigo. Mentir se habia convertido en algo natural para él y Sophia, por eso no tuvo dificultad alguna en ocultarle a César que el mensaje era mas bien para su hermana misma.

 

  COMIENZA FASE 1.

Era el mesaje de Matteo. Sophia entendía a la perfeccíon de que se trataba y aunque, tenia aún dudas al respecto, lo hizo.




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