—Con que nuevos amigos, eh. — dijo César al tiempo en que arrastraba una silla hacia atrás para sentarse junto a mí. — ¿Es alguna clase de junta conspirativa? Porque sino es así entonces tendré que sentirme ofendido por varias razones. En primera porque Sophia me mintió y en segunda porque me siento excluido y triste al saber que mis amigos no han querido verme ahora que he vuelto.
Ian, Douglas y Sophia se miraban entre sí con nerviosismo. Mucho más Sophia. Los tres maquinaban una buena excusa en sus mentes para poder hacer que el recién llegado no sospechara nada.
— ¡Vaya! Pero si es nada mas y nada menos que el joven desaparecido. ¿Qué milagro ocurrió para decidieras volver a la tierra que te vió el trasero desnudo al nacer?
La manera tan espontanea y divertida que tenía Douglas para arreglar los momentos incómodos era difícil de imitar. Sólo él podía salvar el día de esa manera. César rió con alegría al notar que todo seguía igual a como lo había dejado antes de irse.
— Extrañaba mi casa, eso es todo. — dijo mintiendo. Esa no era la razón por la que él había regresado y todos lo sabían. Aunque él no estuviese enterado de la realidad como los demás. — Aunque sigo sin entender el secretismo de esto. Digo, somos amigos, Sophia no tenía porqué decirme ninguna mentira. Tan fácil que era decir que ibas a desayunar con los chicos y no querias que yo fuera. No tengo ningún inconveniente en que lo hagas.
Y este era uno de esos momentos donde Sophia se sentía mal por mentir tanto. Ya para ella era algo del día a día. Ella se recargó con sus codos en la mesa y lo miró.
— No quería apresurar las cosas. Acabas de llegar y no sentí que fuera buena idea llevarte directo a la vida que deseabas dejar atrás cuando te fuiste. Lo siento.
Él solo asintió con la cabeza regalándole una minúscula sonrisa. Hubo un silencio durante unos minutos hasta que Ian tamborileo con los dedos la mesa, atrayendo la atención de los demás.
— Ya que estamos todos aquí reunidos me gustaría darles una noticia importante.
— ¿Qué sucede, hermano? — cuestionó Douglas frunciendo el ceño. Ambos solían contarse todo lo que les sucedía, hasta la cosa mas insignificante. Era normal que le pareciera extraño no saber algo sobre su hermano gemelo. Porque ellos eran mas que sólo idénticos físicamente, eran un mismo ser.
Ian vaciló un momento, la noticia que iba a darles probablemente no les agradaría. Sería como añadirle mas leña al fuego o, en este caso, una rama más al gran árbol llamado problema.
— Hace unas semanas que comencé a salir con una chica. Recién ha llegado a la ciudad y le estuve ofreciendo asilo en mi casa por un tiempo.
César fue el primero en felicitarlo. Estaba entusiasmado con la idea de que uno de sus amigos de toda la vida por fin comenzara a hacer su vida fuera del circulo estrecho que tenían los chicos. Ninguno de ellos había jámas intentado tener una relación con alguien externo a ellos. Matteo había sido la excepción pues el era más de mirar hacia otros horizontes. Sin embargo, la pérdida de Matteo había estancado a todos los demás en aquel circulo. Sin darles opción de salir.
Y eso era lo que más le preocupaba a Sophia. Si Ian se relacionaba con alguien externo no podía significar otra cosa que no fuera incluirla en sus planes.
Planes que ya estaban estipulados. Una persona más significaba más peligro de ser descubiertos. Y también, menos atención por parte de Ian.
— ¡Enhorabuena, amigo mío! — dijo César levantándose de su asiento para darle un abrazo fraternal a Ian. — Cuéntanos, ¿quién es la afortunada?
Douglas estaba callado, analizando lo que había dicho su hermano. Él no tenía ni idea de cuándo es que todo eso había pasado. Mucho menos sabía que lo que Ian quería hacer era alejarse de todo ese ambiente en el que estaba metido por ser amigo de Sophia. Lo único que quería era vivir una vida normal.
— Su nombre es Emma. Es todo lo contrario a lo que a mí suele gustarme en una mujer, de verdad. Sigo sin entender qué fue lo que me cautivó de esta chica. Es irritante como un grillo a mitad de la noche, va por la vida chocando con todo lo que se le cruce enfrente por no mirar por donde camina, es espontanea y no se calla absolutamente ningún pensamiento. Cualquier cosa que se le ocurra la dice o la hace. Creo que eso es lo bueno de estar con ella, nunca va a ocultarte algo y tendrás horas y horas de diversión garantizada por sus interminables anécdotas.
Al escuchar hablar a Ian sobre su conquista, Sophia entendió que no existía solo ella en el mundo. Que había más personas que merecían ser felices, no sólo ella. Y eso hizo que sonriera de manera genuina ante su amigo y tomara una de sus manos que estaba reposada sobre la mesa.
— Estoy muy feliz por ti. He sido testigo de cuántas cosas te has perdido por estar con nosotros y me da tanto gusto saber que estás comenzando a vivir tu vida. Esa que siempre has querido. Te apoyo en todo lo que hagas, no lo dudes nunca. — y lo decía con total sinceridad. Su confesión no era sólo un empujón para que entrara de lleno en la relación con la tal Emma, sino, una clara invitación a alejarse del mundo en el que ellos seguirían metidos.
Si él quería una vida nueva entonces ella no tenia ninun derecho a impedírselo. Sin dudarlo estaría ahí para apoyarlo y alentarlo. Aunque eso significara una complicación mas en su vida misma.
— Sabes que te quiero, ¿verdad? — le respondió él con una sonrisa de oreja a oreja. En un principio había temido más que nada por la reacción de Sophia, no era una novedad para las personas cercanas a ella que cuando algo no le gustaba hacía un drama total de la situación y provocaba que los demás se sintieran como si fueran la peor persona del mundo.
— También yo. — inmediantamente soltó la mano de Ian que había sostenido un momento atrás, no le gustaban mucho los momentos cariñosos. Le traían malos recuerdos. — Y bien, ¿cuándo podremos conocer a Emma? Tal vez podamos ser amigas, aunque ya sabes que no me llevo muy bien con personas de mi mismo sexo.