El amuleto de Siliit

2 - Levis dom

 

 

 

 

 

—A lo mejor tendríamos que haberlo meditado un poco más, ¿no creéis?

Koriki iba agarrado a la túnica de Ymae y, por primera vez, parecía temeroso. Aunque Riss no lo achacaba a la presencia cercana del dragón, sino a su incapacidad para saltar de plano.

Nada más acceder a la cueva, Ymae había creado un globo de luz, pero existían muchos recovecos donde la oscuridad no cedía terreno. Y no es que Sert se fuera a esconder en esos pequeños espacios ausentes de luz, pero tenían una necesidad imperiosa de abarcar con la vista todo lo que pudieran.

El lusan había intentado saltar de plano, pero no había funcionado. Ni siquiera sus ojos habían podido tornarse azabaches para poder vislumbrar dicho plano de existencia, había una fuerza muy poderosa que se lo impedía. Era la primera vez que le sucedía algo así, y era como si se hubiera quedado tuerto y cojo. Había perdido la mitad de sus capacidades.

Avanzaron sin prisa hasta que llegaron al final de un pasillo que daba a una gran sala diáfana.

—Creo que es el momento.

Ymae asintió.

—Koriki, creo que deberías potenciar de nuevo mis capacidades. En mitad de toda esta oscuridad ya me cuesta trabajo mantener el globo de luz. La cúpula protectora será demasiado sin tu ayuda.

El lusan asintió.

La aprendiz de mago no sintió nada en particular, pero lo mismo había sucedido la vez anterior. Confiando en su amigo, comenzó el tejido de un tamiz que los cubriría a los cuatro. Era la primera vez que lo creaba, pero le pareció que estaba correcto. Solo había una forma de saberlo con seguridad: liberando su energía.

—Levis dom.

Una cúpula semicircular de dos metros de diámetro cubrió a los cuatro amigos, e Ymae suspiró aliviada al comprobar que había funcionado.

—¿Cuánto puedes aportarme, Koriki? —Ymae no podía descentrarse ahora. La barrera protectora estaba activa, pero de momento solo podría parar pequeños ataques. Podría reforzarla y su capacidad de protección sería muy superior, pero esto requeriría mucha más energía e hilos de luz, energía que tendría que aportarle el pequeño lusan.

—Por eso no te preocupes. Tú actúa según te dicten tus instintos, y yo seré consecuente en la parte que a mí me corresponde.

Accedieron a la gran sala en silencio. Ymae se arriesgó a liberar más energía del globo de luz. Aun así, la oscuridad a su alrededor no se desvaneció. El globo se dividió en dos, luego en cuatro y, finalmente, aparecieron ocho esferas que se dirigieron a diferentes puntos de la cueva.

La enormidad que se descubrió ante ellos fue abrumadora. Era como si la enorme montaña a la que habían accedido estuviera hueca.

Su aturdimiento se esfumó en cuanto oyeron un gran cuerpo arrastrándose por el suelo pedregoso.

La mitad de las esferas se dirigieron hacia el ruido, y, de manera inconsciente, Ymae redobló la protección de la cúpula de luz.

Una gran masa blanca comenzó a girar sobre sí misma y a desperezarse poco a poco. Como recién despertado, el dragón se estiró todo lo que dieron sus músculos de sí, haciendo que la cueva pareciera mucho más pequeña que hacía tan solo un instante.

Sus grandes alas vibraron dejando caer pequeñas nubes de polvo que se habían acumulado sobre ellas, y el espigado cuerpo del dragón se contorsionó hacia un lado y otro.

Todo este ritual finalizó con un gran bostezo del titánico ser para dejar a la vista de los cuatro amigos varias hileras de afilados dientes.

Goort les había parecido temible, pero el dragón no era menos impresionante.

De un gran salto y nivelándose con sus potentes alas, el dragón se situó frente a ellos para analizarlos detenidamente a través de sus ojos rasgados.

—Por fin habéis llegado.

La voz gutural asustó a Ymae, y esta reforzó de nuevo la cúpula de luz que los protegía. El brillo aumentó y cegó a Sert, haciéndolo retroceder.

—Entiendo que puedo resultar intimidante, pero, si pudieseis eliminar esa molesta luz, os lo agradecería. Tanto tiempo a oscuras debilita los ojos de cualquiera.

Ymae miró a Riss, pero este negó. Según Grantorio, esa era la protección que les salvaría la vida. No podían renunciar a ella.

—Lo sentimos mucho, pero de momento la dejaremos en su sitio. —Sin darse cuenta, Riss había tomado el tono altivo que había practicado durante su farsa en el campamento de los engendros oscuros.

—Llevo mucho tiempo esperándoos como para ahora acabar con vosotros de un bocado. Además, si quisiera, esa pequeña barrera no me impediría devoraros. Así que retiradla.

—No queremos dudar de tu palabra, pero nosotros no estamos acostumbrados a la oscuridad y necesitamos ver. De momento, dejaremos la cúpula en su sitio.

—Esto no es una negociación. Dejad un par de globos de luz y retirad el resto.

Riss notó que el enfado del dragón iba en aumento y sabía que no era buena señal, pero no se atrevía a quitar la única protección que les podría servir de algo a él y a sus amigos.

—No.

—Venís a mi casa a imponer vuestras normas. —El dragón saltó y se elevó por la cueva con el estruendoso batir de sus alas. Un gran viento se levantó y el polvo se arremolinó por todo el espacio. Solo el terreno contenido bajo la cúpula de luz se libró del envite provocado por la enorme bestia. Planeó sobre los cuatro y rugió de rabia—. Más de setecientos años esperándoos y me encuentro a unos niñatos maleducados y soberbios. Deberían haberos enseñado a respetar a los dragones.

Esperaban un ataque, pero este no llegó. Tan rápido como había despegado, se posó sobre un saliente en un lateral.

—Os voy a enseñar lo que vuestros padres no han sido capaces.

Los ojos del dragón se entrecerraron hasta ser tan solo una pequeña línea amarilla tras un ceño fruncido.

Ymae sabía que un enfrentamiento sería su perdición, pero no podían retirar la barrera. Además, entreveía tamices de hilos de viento entre los torbellinos que se habían levantado y, aunque no supiera interpretarlos, sabía que no podía ser nada bueno.



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Editado: 27.11.2020

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