El Ángel de Cristal

Capítulo 7

Ecos del pasado

Abrí los ojos encontrándome en un plano que nunca vi, estaba sobre un puente de arco iris, a los costados se veía el cielo oscuro y estrellado, la tierra se veía a lo lejos resplandeciente. Al pararme el puente hacia un sonido hueco, gire sobre mis talones no viendo nada, el arco iris se extiende hasta donde se perdía la vista. 

-No hagas lo creo que vas hacer-intervino la voz de Ariel, tenía su cabello rubio rojizo trenzado como el mío y la armadura plateada con una capa celeste que le ondeaba en la espalda. Sus ojos avellanas resaltan-. A menos que quieras perderte en el interior de tu subconsciente.

-No gracias, quiero vivir-replique, la observe detenidamente, era muy guapa con sus facciones finas y angelicales nadie imaginaria que fuera una guerrera-. Vaya sí que eres sexi.

-Oye, oye-advirtió-, tienes novia compórtate como tal-reí luego fue reemplazado con culpa, me golpe la frente con la palma.

-Leila, me va hacer trizas cuando despierte de… ¿Dónde estamos?

-Este es mí subconsciente-explico-, en realidad es más complicado, pero debido a que yo soy un huésped. Decidí que tu mente de Mortal lo interprete como crea correcto.

-Bueno… creo que es lo mejor-agregue-. Aun así, me gustaría saber un poco más de ti, digo, si por lo menos vas a estar en mi cuerpo, al menos pudieras decirme como es que terminaste encerrada en ese estatua.

-Remontemos en el momento en el que puse los pies en la tierra-chasqueo los dedos y las estrellas giraron hasta aparecer frente a la catedral de Moscú, el invierno arrecia con ímpetu y me encontraba parada bajo una débil luz de faro. Vestía un pantalón como botas negras, portaba una chaqueta militar y un abrigo peludo sobre los hombros, el cabello lo tenía trenzado y cubierto por un gorro. A lo lejos veía una figura que se acercaba con premura. 

La figura se fue haciendo más notoria hasta parecer a un chico de aparente veinte de cabello color arena corto, sus cejas del mismo color, de piel clara con ojos celestes, era alto y portaba mi misma vestimenta. Sentía mucho cariño hacia él, fui a su encuentro y terminamos en un beso cargado de mucho cariño. Nos separamos cuando el aire comenzó a escasear.

-Mi amada ángel, paso mucho tiempo-dijo el chico corriendo un mechón y poniéndolo detrás de la oreja. Sus ojos brillaban al verla-. Y, no sabes cuánto te extrañe.

-Lo sé, Pietro, pero sabes que no podemos estar juntos mucho tiempo-agrego Ariel acariciándole una mejilla, Pietro se dejaba confortar-. Los Celestiales tenemos prohibido conyugar con mortales.

Pietro soltó un resoplido para alejarse y rascarse la cabeza.

-No tienes que repetirlo, Ariel, sé que eres un ángel ¿crees que me importo?-pregunto extendiendo los brazos- sabia el peligro, pero mucho más sabia, que si ese sucio te llegase a encontrar… jamás lo permitiría-se acercó tomando sus manos entre las suyas, eran cálidas y ásperas-. Por eso, no quiero que me recuerdas mi tiempo límite, sé que soy mortal, tu tocaste mi alma y el alma jamás olvida.

A continuación los faros estallaron uno a uno, las luces de la catedral parpadeaban y la nieve dejo de caer. Algo de inmenso poder caótico se acercaba, en un momento pensé que era un demonio cazador, pero, esta presencia era mucho peor. Me separe de Pietro hasta buscar el origen de esa sensación, el muchacho me observaba como si estuviera loca. Después de unos segundos apareció, en una ventisca gélida, un hombre maduro y con una complexión un tanto musculosa, es alto y de tez clara con facciones bellas: posee unos intensos ojos rojos y cabello corto de color negro. Viste con un elegante y formal traje negro, una camisa interior blanca, corbata roja y zapatos negros. 

-A pasado mucho tiempo desde que nos vimos, mi querida Ariel-dijo el hombre, nos sonrió mostrando sus blancos dientes-, dime que no te enamoraste de esta especie.

-¿Cómo es que…?- la voz me temblaba-¿Cómo es que saliste del averno, Azazel?

-Ya sabes, tuve que pedir permiso para que me dejaran pasar-Azazel se volvió mirando a la catedral, se acercó un joven con barba enmarañada y cabello largo que le caía en el rostro, sus ojos eran claros y muy penetrantes vestía una túnica larga-, no es así, Grigori.

-Absolutamente, Azazel. Pero acuérdate del trato-dijo Grigori, Pietro cambio su expresión por una más amenazante, el ambiente se tornó un tanto pesado, Azazel con paso resuelto quedo a un metro de Ariel.

-Descuida, yo siempre cumplo mis promesas-contesto-. Ahora, hermana, quiero que me lo entregues.

-Jamás te lo daré, Azazel, Cronos no es tuya-replico Ariel, aunque sentía el miedo que era escondido por el valor que brotaba. Azazel chasqueo la lengua.

-¡Como tampoco es tuya!-grito, otros focos explotaron-, veras, durante más o menos de la Caída esa Arma esta en tu posesión. ¿Crees que podrás contener su poder para siempre? Ni pensarlo ¿Acaso piensas que puedes tenerla protegida? Obvio no puedes. Por qué sabes que vendrán por ella, héroes y villanos, todos querrán su poder. 

-No voy a permitirlo-agrego con vehemencia.

-El orgullo es un pecado serio, hermanita,-canturrio Azazel socarrón- deberías modular un poco tu forma de pensar las cosas antes de hacerlas.-Pietro se interpuso entre ellos.

-Oye, lo que sea que trates con mi chica, no te conviene hacerla enojar.-vocifero Pietro- además ¿Quién eres tú?

-Yo soy el que le enseño al hombre como hacer las armas y Caín a manejarlas-contesto-. Además soy un Comandante del Infierno, la mano derecha de nuestro hermano caído ¿Cierto hermana?-Azazel hizo una risa nasal- Grigori sácamelo de en medio.

El nombrado saco un estoque y lo apunto en el cuello de Pietro, este tenso la mandíbula marcándose. Ambos se movilizaron a un lado con miradas desafiantes, quedando solo el comandante y el ángel. El piso comenzó a desintegrarse en polvo para reformarse en espadas y cuchillos. Ariel no le quedó otra más que materializar la lanza. 




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