El Ángel de Cristal

capitulo 12

Tiempo

Estar castigada no es lo peor, ya se para algunos si, la diferencia es que puedo trabajar por lo menos. Pero no puedo tocar la bicimoto desarmada del rincón; adiós a mi esfuerzo. Aunque lo peor de todo, y me destroza el alma, es que Leila no me hable, incluso Ghanzel: Eso sí es dolor.

—Recuerden que el baile es dentro de un mes—dijo Leila, que iba con una planilla junto con los organizadores. Esta vez llevaba un buzo de los Mustang violeta, vaqueros, zapatillas blancas y su cabello de duendecilla con algunos mechones detrás de su oreja—. Recuerden que no pueden llevar a quien no está registrado, igual está en la lista de invitados. 

Los demás no le prestaban atención o hacían los que prestaban atención, yo era la única que la miraba fijamente. Haciendo que por lo menos me miraba, una súplica silenciosa bailaba en mis ojos, se que los poderes de Ariel es de controlar la mente, pero uno de las reglas que le impuse es nunca meterse en situaciones y momentos importantes, más si eso involucra a los que quiero; ella es lo que más quiero. Solo quiero volver a ver sus ojos verde manzana, aunque esté enojada, solo quería ver sus ojos que tanto me fascinan.

—Es todo señorita McBane—habló el profesor de Historia. Ella asintió sonriendo, eso sí que alegró un poco la mañana fría que tengo. Salió junto con su grupo, en un segundo, ese mínimo segundo cruzamos miradas, y podría jugar que fue como verla la primera vez; esos hermosos ojos entrando a la cafetería en primavera, siendo bañada en rayos de sol. Desvió la mirada y salió apresurada. Volví mi atención al libro de Historia aún con la imagen de Leila en mi cabeza.

Después de tres materias me tocaba Arte, que por suerte me va aceptable, claro que con algunas limitaciones creativas. El profesor Pierce, nos impuso la tarea de dibujar algo relacionado a lo que vimos en el museo. En ese instante me vino la imagen de Matthew y su amigo pelando con los Monstruos Cazadores hace tres noches, estaba apunto de dibujar eso pero otra imagen me vino a la mente, siendo el cuadro de dos chicos en la nieve: uno con una bayoneta y el otro con una lanza. Esa fue la imagen que más me interesó, claro también de la vasija de arte africano, pero esa me llamaba: hice el primer boceto trazando y delineando las curvas y siluetas de los jóvenes, bufando cuando me equivocaba hasta llegar una copia más o menos aceptable. Tome la carbonilla haciendo las sombras de los árboles y el fondo para darle un toque realista. Que bueno que teníamos tres horas de arte para poder finalizar el dibujo. 

El profesor pasó y me elogió, aunque corrigió una asimetría que estaba mal, la arregle y comencé a pintarlo. Sé que soy buena dibujando, pero esto es otro nivel, hasta para mi: la imagen era una réplica exacta del cuadro. De seguro Ariel está poniendo un poco de su empeño para hacer esto, no pienso detenerla, si más o menos tres años atrás apenas dibuja la cara bien y me sentía Pablo Picasso. Continué con mi arte hasta terminar dos horas antes que los demás, el profesor me dijo que esperara a que los otros terminaran y eso hice, saqué mi móvil mandando mensajes a Leila; ninguno era visto, estaba por guardarlo hasta que me contestó. Leí el mensaje que ponía “al terminar las clases hablamos”, le respondí que la vería en la galería del patio de football. Al terminar todos dimos una breve explicación del por qué nos interesó eso que vimos en general, yo le dije que los chicos pareciera huir de algo, hasta tenían ropas de soldados para ser muy jóvenes, seguro que en la guerra muchas personas de pueblos originarios fueron enviados a la batalla. Rellenar las bajas como un brazo ortopédico. Pase la mano por cuadro y vi una visión corta, de esos dos chicos en la nieve: estaban huyendo de una tundra iracunda, disparando sus bayonetas, cortando el aire como rugidos de leones. Volví de vuelta con miradas inquisitivas. El profesor nos dio el visto bueno y nos fuimos del salón.

Caminé por los pasillos hasta salir al patio, crucé toda la escuela hasta llegar dónde acordé con Leila. La galería tenía un mural en ambas partes hechos por las generaciones anteriores, cada una más coloridas que la otra y abstracta. Había un banco al lado de la puerta donde están las duchas, me senté y esperé a que ella apareciera. Saqué el móvil revisando si me llega algún mensaje.

—Al menos llegaste a esto—dijo mi novia en tono frío. Guardé mi móvil, parandome y caminando directo ella, a lo que hizo levantó su mano para que parara quedando sólo a unos pasos. Tenía esta sensación de abrazarla y besarla, pero por su mirada y tono, esto no se resolvería con un beso y un abrazo.

—Leila, yo quería decirte...—comencé pero me detuve, buscando las palabras para decirle lo que pasó los últimos días—lo siento.

—¿Lo sientes?—repitió con tono de burla, pasó su mano por su antebrazo y lo aprieta—. Puedes ser más específica, ¿que significa esa palabra para ti? Porque para mi, son muchas cosas, una lista de disculpas que no tendría un sentido específico sin saber la razón de esa palabra.

Me quedé en blanco, una de las cosas que amaba de ella, era el trasfondo que le daba a las palabras y a los actos de la gente. Esa forma de filosofar la más mínima idea, era su forma de decirme que tenga cuidado en las palabras que use de ahora en más.

—Por hacerte preocupar—contestó al final, me relamió los labios y proseguí—. A todos en general, mi familia me castigó y no me dirige la palabra, Ghanzel tampoco. No tengo excusa para enmendar mi error, no se si hay forma de hacerlo.

—Puedes hacerlo, si me dices por qué ayer desapareciste—dijo, su postura cambió a una más relajada—. Dime la verdad, por favor.

La verdad. ¿Cómo decirle la verdad sin que suene como una loca? ¿Como puedo decirle que estoy poseída por un ángel? De que estoy siendo perseguida por una liga entera de cazadores. Que literalmente existe el mundo sobrenatural, ese que tanto nos contaban en los cuentos, y ahora nos topamos que es verdad. Tome aire para relatarle lo acontecido los días pasados, pero la imagen de Matthew me invadió: contar del mundo sobrenatural trae consecuencias, su madre pagó el precio; como Matt quedó consumido por la ira y la tristeza, sus ojos ocultan al verdadero Matthew roto.




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