El ángel de la muerte

Capítulo 3:¿Quién eres?

Localizo el reloj en la pared, arriba del pizarrón. Doy pequeños golpes con el lápiz al ritmo en que se mueve la manecilla, contando los segundos para salir de aquí. No pensé que esto fuera tan aburrido. Segundos más tarde la campana por fin suena por toda la escuela, escucho como se cierran los libros de golpe a mi alrededor. Al igual que yo, todos tomas sus cosas listos para salir de aquí, y yo que pensé que les gustaba estar aquí. Se levantan de sus escritorios saliendo por la puerta, alguien mucho más alto que yo se para en frente de mí bloqueando la salida.

—¿Qué demo...?—Smith me mira con el ceño fruncido.

—Muévete—le ordeno enfrentándolo, lo miro directo a los ojos esperando intimidarlo, pero se queda inmóvil en la puerta.—Escucha, no tengo tiempo para esto. No fue mi culpa que todas tus hojas cayeran, debiste de ver por donde caminabas.

—¿Quién eres?—pregunta casi en un susurro, me mira como si tratara de resolver las piezas de un rompecabezas, la paciencia se me acaba.

—Tu peor pesadilla si no te mueves—le advierto. Mi frustración aumenta al ver que no planea moverse.—Muévete—repito.

Pongo mi mano en su pecho, obligándolo a dar unos pasos hacía atrás, los suficientes para poder salir del salón. Lo dejo de nuevo detrás de mí, siento su mirada en mi mientras me alejo.

¿Quién demonios se cree que es?

Camino por el pasillo siguiendo a algunos alumnos que se quedaron atrás, todos van al mismo lugar a esta hora, la cafetería. De repente, algo por el rabillo de mi ojo capta mi atención, no necesito verlo para saber quién es.

—Adam—susurro sin poder creerlo. me mira unos segundos, se da la vuelta caminando lejos de mí.

Observo mi alrededor segura que nadie puede verme, espero a que Smith desaparezca al igual que los demás. Sin moros en la costa, sigo a Adam entrando al salón, cierro la puerta detrás de mí para poder tener algo de privacidad.

—¿Adam?—lo miro confundida.—¿Qué haces aquí? Creí...

—No lo estoy, sigo aquí abajo—una débil sonrisa cruza su rostro. Luego lo entiendo, es un espejismo.—Quería verte, saber cómo va todo.

—Odio que tenga que estar vigilada por tu perro guardián todo el día y estar en esta escuela no ayuda para nada—paso la mirada por el salón .—Pero estoy bien. Todo esta marchando de maravilla. 

—Me alegro de escuchar eso—noto tristeza en su voz.—Sé que tener a Archer no es de tu agrado, pero me tranquiliza saber que estás protegida.

—Sabes que no necesito protección.

—Lo sé—sonríe como si recordara un chiste viejo.—Pero nadie puede saber de ti. Pueden atraparlos a ellos, pero a ti no. Si las cosas se complican saben que tiene que sacrificarse—avanza hasta mí, aunque hay kilómetros de distancia, puedo sentir como si en verdad él estuviera aquí junto a mí. Cómo desearía poder tocarlo, sentirlo de nuevo.— Mira el lado positivo, muy pronto tendremos todo lo que siempre quisimos, solo serán unos días más.

Unos días, suena alentador, no sé cuanto tiempo pueda soportar estar aquí sin él. Noto como el espejismo de Adam parpadea, lo que significa que desaparecerá en cualquier momento. Unos pasos afuera se acercan a la puerta.

—Cuando pueda te volveré a buscar—busca mi mirada apurado, un conserje entra al salón, sus ojos caen directo en Adam, en segundos su espejismo desaparece.

—¿Qué rayos?—abre los ojos asustado, salta su mirada entre mí y el espacio vacío que dejo Adam.

Genial, ahora tengo que arreglar esto, me acerco al señor congelado en la puerta. Me planto frente a él, lo tomo de los hombros y lo miro directo a los ojos segura que él hace lo mismo.

—Entraste al salón para recoger algo. No viste a nadie aquí. Dime si entendiste lo que dije.

—Entendí—contesta sin pestañear.

Paso a su lado para salir antes de que salga de la compulsión. No quiero ni imaginar lo que pudo haber pasado si el hombre hubiera salido corriendo de aquí. Aunque sé que si hubiera dicho algo nadie le hubiera creído o hubieran culpado sus ojos de haber visto mal, no puedo permitir que ande por ahí diciendo lo que cree que vio, no puedo dejar ningún cabo suelto, es una de las muchas ordenes que tenemos.

Sigo mi camino por el pasillo, cuando algo capta mi atención, una sombra desaparece tan rápido como apareció, siento algo extrañamente familiar en ello. No logro recordar cuando fue la última vez que lo sentí, un gran peso se asienta en mi pecho, mis ojos se nublan en lágrimas, un nudo se forma en mi garganta, cierro los ojos tratando de recordar.

Sin ningún aviso, una vocecilla suena detrás de mí interrumpiendo mi concentración.

—¡Eve! ¿¡Qué estas haciendo!? La cafetería esta por aquí—Maia grita por el pasillo, mueve la mano incitándome a acercarme a ella.

Parece que no me puedo librar tan fácil de esta humana. Por más que lo pienso, no puedo salir de esta, hay mucha gente aquí como para ordenarle que se vaya y me deje en paz.

Todo mi cuerpo me dice que la ignore y me vaya, pero tengo que seguirle el juego si en verdad quiero mezclarme con ellos, si lo pienso bien ella puede serme de gran utilidad. Giro sobre mis talones caminando hasta ella con una sonrisa forzada, dejo que me guíe el camino hasta la cafetería, voces se escuchan por todas partes, unas jóvenes levantan las manos tratando de captar nuestra atención. Maia me acerca hasta donde ellas están sentadas.

—Chicas, ella es Evelyn—me introduce como si hubiera encontrado algo muy valioso.—Eve, ellas son Quinn, Amber y Layla—inmediatamente siento como me inspeccionan de pies a cabeza.—Ven toma asiento aquí. Ahora vuelvo.

Se aleja dejándome sola con sus amigas, las miro fingiendo interés, para mi sorpresa Quinn es la primera en hablar.

—Eve. ¿Verdad?

—Así es.

—Dime Eve, ¿de dónde vienes?—puedo escuchar cierto reto en la forma en que me lo pregunta, como si mi respuesta dependiera de todo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.