El ángel de la muerte

Capítulo 11: Dixit Daemonium

—¿Cuánto tiempo lleva así?—Julian le pregunta a la hermana Veronica.

—Ya un tiempo. La hermana Ana está con él—le informa subiendo por las escaleras.

Julian asiente muy tenso. Avanza un paso antes de detenerse abruptamente. Voltea a verme a su lado. 

—Antes de subir necesito saber que cuento contigo—dice seriamente. 

Asiento débilmente, pero eso no es suficiente para él. 

—Cuentas conmigo.

Conforme con eso, subimos las escaleras siguiendo a la hermana frente a nosotros guiando el camino. Los ruidos se hacen más fuertes y horribles conforme llegamos a la habitación. Nos quedamos frente la puerta esperando. Fuertes gruñidos se escuchan dentro de la habitación, la puerta se abre con lentitud mostrándonos lo que esta detrás de ella. Julian es el primero en entrar. Yo lo sigo detrás. Un niño esta sujeto por los brazos y los pies a la cama, los gruñidos vienen de él.

Quién supongo es la hermana Ana, lo ve con horror desde el otro lado de la habitación. Julian les pide a las dos hermanas que salgan de la habitación para que pueda empezar a trabajar, ellas salen no sin antes darle la bendición. Me acerco a la cama para poder ver más de cerca al niño acostado en ella. 

Su piel esta pálida, debajo de sus ojos decoran bolsas negras, sus labios ahora pintan de un color morado, sudor corre por todo su cuerpo, moretones cubren sus brazos y piernas. Lo miro luchando por liberarse de los amares que le hicieron, sonidos que no son de este mundo brotan de su boca, tiene los ojos cerrados con fuerza. No necesito preguntarle a Julian que es lo que le pasa a este niño.

—¿Qué vas a hacer?

Se quita la mochila del hombro dejándola en el suelo.

—Primero necesito sacar al demonio del niño.

—¿Cómo piensas hacer eso?

Saca un bote con liquido de su mochila. Agua bendita. La abre salpicando gotas al suelo, pone un poco del liquido en su mano para después salpicarlo al chico en la cama, unas gotas me caen a mi quemándome la piel, retrocedo lejos de donde puede caer el agua. Julian me mira arrepentido.

—Lo siento.

—Estoy bien—acaricio el lugar donde cayeron las gotas quitando el residuo.—Solo... trata de no darme a mi.

Sigue arrojando el agua al demonio haciendo que gruña de enojo y dolor.

—Criatura de las sombras, te ordenó que dejes a este niño en paz—Julian le comanda al demonio.

El niño abre los ojos de golpe, una carcajada fuerte y profunda resuena por todo el cuarto.

—Niño estúpido, tendrás que hacer más si quieres hacerme daño—la voz del niño se escucha, pero es más que claro que no es él quien habla. El demonio mira a Julian con una sonrisa espeluznante, luego sus ojos me encuentran a mí, su sonrisa se torna maliciosa. 

—Mira a quién tenemos aquí. Si no es nada más y nada menos que Evelyn.

Julian salta su mirada entre él y yo. Ignora lo que acaba de decir el demonio y sigue arrojando el agua bendita. Como ve que eso no hace nada más que enfurecerlo, toma la cruz que cuelga alrededor de su cuello y se la pone al niño quemándole el pecho.

—Con el poder del Padre, el Hijo y el espíritu Santo te ordeno que regreses de donde viniste.

Más gruñidos de dolor se escuchan, el niño se remueve luchando por soltarse, Julian deja el agua a un lado parándose frente de mí.

—Recuerdas que te dije que podrías ayudarme.

No necesita decir más. Lo rodeo para poder ver al niño.

—No se como hacerlo—admito regresando mi vista a él.

—Ya van varios sacerdotes que vienen a verlo, pero no logran hacer nada es por eso que me llamaron. He tratado de todo para eliminar a este demonio, pero es muy fuerte. Tengo que sacarlo para matar al demonio, de lo contrario el niño puede morir. Eres la única esperanza que este niño tiene. Solo trata, por favor.

Observo al pequeño en la cama con unos ojos que claramente no son de él. Me acerco a la cama debatiendo que hacer, pongo mis manos en su pecho donde la cruz esta marcada, siento como empieza a quemarme las palmas de mis manos en cuanto entran en contacto con el amuleto, ignoro el dolor cerrando los ojos, concentrándome. No se muy bien que es lo que estoy a punto de hacer. Sin embargo, digo lo primero que se me viene a la mente.

—Exorcizamus te, omnis immundus spiritus, omnis satanica potestas, omnis incursio infernais adversari, omnis legio, omnis congregatio et secta diabolica—el lucha contra mis palabras buscando detenerme. Trato otra vez, pero esta vez con más fuerza.—Exorcizamus te, omnis immundus spiritus, omnis satanica potestas, omnis incursio infernais adversari, omnis legio, omnis congregatio et secta diabolica. Mando vobis ut reditium autem ubi factum vos.

El cuerpo del niño se queda quieto bajo mis manos. Abro mis ojos encontrando los suyos ampliamente abiertos, un grito ahogado sale de su boca, luego los cierra de golpe. Me alejo de la cama espernado lo que ataque de nuevo. Siento algo en la palma de la mano, la cruz en donde tenía puestas la manos quedó marcado en mi como una quemadura, el color naranja empieza a desaparecer quedando la silueta negra de la cruz, no puedo despegar la vista de ella.

—No puedo esperar a que Adam sepa de esto—su voz se escucha en la otra esquina del cuarto. Mi corazón se salta un latido. Ahora lo reconozco.

—Azrael—susurro.

Lo había visto unas pocas veces en el infierno. Nunca le di importancia. No tenía porque. Solo hablaba de algunas cosas con Adam y después se iba. Miro al demonio recargado en la pared frente a nosotros.

—No sabes lo que me darán por decirles lo que en verdad has estado haciendo aquí. ¿Ayudando a un ángel? ¿Tú?

La ansiedad y preocupacion me asaltan, aunque trato de mostrarme impasible. No puedo dejar que le diga a Adam lo que esta pasando, él no va a entender porque lo hago. De reojo veo como Julian da unos pasos hacia atrás, tratando de alcanzar algo en su mochila.




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