El ángel de la muerte

Capítulo 12: ¿Qué he hecho?

—¡Eve!—Julian vuelve a gritar creyendo que ha tomado la decisión equivocada al traerme aquí.

Sostengo la daga con fuerza, muchas cosas cruzan mi mente al mismo tiempo. Lucho contra mi cuerpo para alejarme de aquí, pero no parece ceder. No puedo moverme, mis ojos encuentran de nuevo los de Julian. 

¿Qué demonios me pasa? 

Tengo lo que necesito, la daga y el ángel, solo un corte y todos en el infierno pueden subir a la tierra. 

Azrael aprovecha la distracción para golpearlo poniendo a Julian debajo de él, sus manos encuentran su cuello cortándole su suministro de aire, no tiene piedad golpeando con fuerza el rostro de Julian, una y otra y otra vez. Sangre brota de las heridas salpicando por todas partes. Julian lucha contra él, pero Azrael es fuerte. Los ojos de Julian se abren desesperado, luchando contra los brazos del demonio. 

Mi mente se nubla, en dos zancadas llego hasta ellos dos, miro a Azrael por última vez antes de apuñalarlo por la espalda con la daga. Un grito de dolor escapa de sus labios, gira sobre su lugar para verme, se levanta para alcanzarme, pero el dolor lo detiene. Una brillante luz blanca emerge de su pecho, intensificándose cada vez más. Cubro mi rostro con mis brazos para evitar que la luz de deje ciega. En segundos la luz desaparece por completo. Abro los ojos viendo como pequeños rastros de ropa quemada vuelan por el aire evaporándose, el cuerpo de Azrael se esfumo. Lo maté.

Suelto la daga en mi mano escuchando como cae al suelo, apoyo mi mano en la pared de pronto aturdida por todo. No puedo quitar la vista del espacio vacío en donde estuvo su cuerpo. Julian limpia la sangre en su rostro, se inclina en el suelo tomando la daga. Escuchamos un suspiro viniendo de la cama, Julian se apresura a ver al niño.

—¿Qué paso?—el niño pregunta desorientado. Su voz es tan suave como el de cualquier niño a su edad.

—Todo esta bien—Julian lo ayuda a acomodarse. 

Las hermanas entran a la habitación viendo al niño en la cama.

—¡Un milagro!

—¡Oh, gracias a Dios!—la hermana Ana corre a la cama, sosteniendo al niño entre sus brazos agradecida.

Sigo en mi estado de shock, mi cuerpo se mueve en automático, ignoro a todos en la habitación saliendo lejos de este lugar. Necesito aire. No sé cuando llego hasta afuera, pero no me detengo. 

¿Cómo voy a explicar esto?

¿Por qué lo hice?

—¡Eve!—Julian grita detrás de mi siguiéndome. No me detengo. Siento sus manos en mi hombros obligándome a parar.—¿Estas bien?

¿En serio está preguntándome eso?

No sabe en el problema que me metió ahora. Estaba tan cerca de tenerlo todo, tan cerca. ¿Y porque  lo deje ir? Por un impulso estúpido de ayudarlo. 

No me duele haber matado a Azrael, después de todo es un demonio más del infierno, lo que me tiene así son mi actos. Ahora la daga esta de regreso en sus manos, o para este punto de vuelta a estar escondida en un resquicio que me es completamente desconocido. La ira me come viva. 

¿Cómo pude ser tan estúpida?

—Tuviste que hacerlo.

¿Enserio?

Niego con la cabeza. 

—Piénsalo de esta manera, si no lo hubieras hecho probablemente me hubiera matado y a todos ahí adentro. Eve, no solo salvaste la vida de ese niño y a todos en esa casa, también salvaste la mía.

Lo miro a los ojos procesando sus palabras.

¿Salve a alguien?

Siento esa cosa rara en mi pecho otra vez, como si alguien pusiera un gran peso encima de mi, el calor se expande por mi pecho, abro los ojos buscando por todas partes alguna explicación, quiero entender que rayos esta pasándome, mi respiración se entrecorta otra vez, Julian me mira preocupado.

—¿Que...esta...pasándome?—pregunto entre respiraciones, empiezo a entrar en pánico.

—Solo respira—sostiene mis hombros mostrándome como respirar.

—Siento como... dentro de mi... esto. Mi pecho—lo miro asustada, el aire me falta, mi garganta se cierra impidiendo el aire entrar a mis pulmones, siento que en cualquier momento voy a desfallecer. 

—Solo tranquilízate, Eve. Mírame—gira mi barbilla obligándome a verlo. Inhala y exhala de tal forma que me incita a imitarlo. 

Lo intento, en verdad lo intento, pero no puedo. Empiezo a verlo borroso por las lágrimas que se acumulan en mis ojos. 

—No... puedo... respirar.

El karma es una mierda.

Tantos años, tantas vidas, todo lo que hecho regresa para patearme en el trasero. Él debe estar haciéndome esto. Él debe saber que regrese a la tierra y ahora me hace esto para vengarse de mí, por la traición que cometí. Vaya ironía de la vida. 

Las manos de Julian aprietan mis hombros con fuerza, lágrimas resbalan por mis mejillas, el nudo en mi garganta se aprieta. 

—Perdóname.

¿Qué?

Sin decir nada más siento sus labios en los míos. El beso es suave y cariñoso, tomándome completamente desprevenida. Dejo que sus labios se muevan contra los míos, acariciándolos. Lo beso con apetito, extrañando la sensación que estos me producen. Hago puños su playera acercándolo más a mí, queriendo más de él y el calor que su cuerpo irradia. Sus besos se intensifican, sus labios se mueven sin ningún miramiento robándome el poco aliento que me queda.

Sostiene mi rostro entre sus manos profundizando el beso, no tardo en responderle de la misma forma, dejando mi mente en blanco. Solo puedo concentrarme en él, en sus manos acariciando mis mejillas, apartando las lágrimas que quedaban en mi rostro, en lo ágil que sus besos se convierten. Rompe el beso recuperando el aire. 

—Era la única manera que se me ocurrió para que te calmaras—se aparta para verme.—¿Estás mejor?

Sus orbes me estudian con atención y consternación, muerdo mi labio queriendo sentir los suyos de nuevo, quiero más. No respondo, lo atraigo de nuevo a mí, ahora soy yo quien lo besa con premura. Mis manos suben hasta su cuello pegándolo más a mí. Las mariposas revolotean sin control en mi estomago, sus manos bajan hasta mi cintura apretándolo con fuerza. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.