Termino de colocarme el arete que me costó horrores ponerme, retrocedo unos pasos para verme mejor en el espejo. Maia fue muy amable en presarme un vestido de tirantes, tiene un escote en forma de v, la parte de arriba es blanco mezclándose en la cintura con el color negro hasta llegar a la parte baja de la falda, la cual apenas llega a mis rodillas, tengo que hacer milagros para esconder mis alas con la poca tela que hay en este vestido. Esto esta muy lejos a lo que acostumbro a usar, pero me gusta.
Uso el poco maquillaje que tengo para resaltar mis ojos y mis labios, nunca me había arreglado para nadie más que para mí, pero esta noche quiero verme especialmente bonita para Julian, ya quiero ver su reacción cuando me vea usando esto.
Unos toques a la puerta me indican su llegada, bajo hasta la entrada para recibirlo, se corta mi respiración al verlo usando un esmoquin negro, se ve tan apuesto. Sus ojos me recorren de pies a cabeza, pasa saliva con fuerza, el calor sube hasta mis mejillas.
—Tu… Rayos—parpadea asombrado. —Te vez hermosa.
—Tu no te quedas atrás tampoco—guiño un ojo.
—¿Nos vamos? —pone su brazo para que lo tome.
Cierro la puerta enrollando su brazo con el mío. Lo detengo antes de que de un paso, su expresión confundida es la mejor del mundo, planto un beso en sus labios extrañándolos, responde de inmediato.
—Ahora si podemos irnos.
Llegamos al carro que reconozco como el de Julian, abre la puerta del pasajero para que entre.
—Tengo una especie de dejá vú—sonríe, sabe a lo que me refiero, como olvidarme de nuestra primera cita.
No tarda en entrar al otro lado del coche, arranca el motor manejando hasta la escuela. Pierdo el tiempo mirando a través de la ventana, las personas salen de sus casas para pasar un rato afuera, otras entran exhaustas del largo día, carros nos rodean, cada uno con una historia diferente.
—Estás muy callada—Julian interrumpe el silencio.
Aparto la mirada de la ventana para verlo, no quiero arruinar la noche, pero tengo que decirle lo que sucede, no sé cuánto tiempo disponga antes de que los demás lo encuentren a él y a la daga, Archer y yo estamos corriendo contra reloj.
—Tengo que decirte algo.
—No me gusta como suena eso—su expresión se endurece, remueve sus manos en el volante nervioso.—¿Te arrepientes de venir conmigo?
—¿Qué? No, no es eso.
—Entonces lo que sea puede esperar, quiero que tengamos esta noche solo para nosotros dos. Hoy nada ni nadie es más importante que mi novia y yo.
¿Qué ha dicho?
—¿Novia?—fruncí el ceño.
—Si, ahora eres mi novia.
—¿Pero? ¿Acaso eso es posible? Quiero decir, ¿para nosotros?
—Honestamente, no lo sé y en este momento no me importa—alzo una ceja.—Lo único que que me importa ahora es estar contigo—sostiene mi mano, planta un dulce beso en ella.
—¿En serio no te importa? ¿Ni siquiera lo que Él crea?
—Creo que te puso en mi camino por una razón—se encoje de hombros restándole importancia. —Te quiero, Eve. Él lo sabe, yo lo sé, y ahora tu. No creo que me dejara permanecer aquí a tu lado de querer lo contrario.
Me quiere.
El ritmo de mi corazón se acelera martillando con fuerza contra mi pecho, las mariposas reviven en mi estómago, es el mejor sentimiento del mundo.
Él me quiere.
—Nunca acepte—respondo reprimiendo una sonrisa. Quiero molestarlo, aunque sea un poco, no puedo evitarlo. Enarca una ceja confundido. —Nunca acepte ser tu novia.
Frena el carro de golpe, tengo que sostenerme del cinturón para no salir volando, voltea a verme a su lado, su expresión es dura y seria.
—Evelyn Pierce Harrison Rousseau…—jadeo impresionada.
¿Cómo sabe mi nombre completo?
—¿Estás jugando conmigo?
Sonrió. Se cambiaron los papeles señoras y señores.
—No gusano, no estoy jugando, nunca me preguntaste si quería ser tu novia.
—Gusano—se lleva una mano al pecho haciéndose el ofendido, pero puedo ver la comisura de su labio elevarse.
Se quita el cinturón, por un momento creo que saldrá hecho furia fuera del carro, en cambio se gira en su asiento encarándome, sus orbes me miran con una profundidad que me roban el aliento, se acomoda mejor en su asiento, sostiene mis manos entre las suyas.
—Sabes que no he hecho otra cosa que pensar en ti, y en esos hermosos ojos tuyos me tienen hechizado desde el primer momento en que los vi, en tus deliciosos y dulces labios—me da un rápido beso antes de continuar. —No logro sacarte de mi cabeza ni un solo momento. En tan poco tiempo te has convertido en alguien muy especial para mí.
>>Soy tan afortunado de haberte encontrado, o mejor dicho de que me encontraras, que decidas abrirte y compartir tu historia conmigo es algo de lo que me siento dichoso, sé que no es algo facil para ti, así que agradezco que me tengas la confianza para hacerlo. Te quiero y quiero seguir compartiendo todo lo mio contigo, así que… Evelyn Pierce Harrison Rousseau, ¿me harías el honor de ser mi novia?
Si. Si. Si.
El pequeño tambor que se hace llamar mi corazón se sale de control golpeandome con fuerza. Contengo mis ganas de saltar de emoción y besarlo.
—No lo sé, no estoy muy convencida.
Vuelve a dejar un casto beso en mis labios.
—¿Y ahora?
—Mmmm—finjo estar pensando.
Se inclina pegando sus labios a los míos, el beso es lento y dulce, sostengo su nuca para profundizar más el beso, acaricia mis labios con los suyos y creo que puedo desfallecer en cualquier momento, acaricio su cabello sedoso con mis dedos, atrayendolo a mi tanto como puedo, siento su mano en mi mejilla, mientras la otra encuentra mi muslo dandole un suave apreton.
Por un momento olvido porque empezó el beso, sus caricias logran nublar mi mente. Muede levemente mi labio inferior provocando que un gemido escape de mis labios, el calor se apodera del lugar en segundos. El sonido de un claxon rompe la burbuja en la que nos envolvimos, obligandonos a separarnos, ambos reímos por la escena que estamos haciendo. La persona en el otro carro vuelve a tocar, pero Julian no se molesta en hacer o decir algo, se queda callado como si estuviera esperando algo.
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Editado: 02.04.2024