El ángel de la muerte

Capítulo 23: El pacto

El fuego en las velas se esfuma dejándonos en una oscuridad abismal, mi visión tarda unos segundos en acostumbrarse a la negrura, la escasa luz que logra entrar por las ventanas es apenas suficiente para ver las siluetas de sus cuerpos.

El vello de mi cuerpo se eriza, su energía se hace presente en la habitación, gritos no tardan en sonar al unísono.

Aquí vamos de nuevo.

—Sácalas de aquí—le ordeno a Archer.

Se mueve a tientas entre el lugar, antes de que logre acercarse a ellas, un grito ensordecedor se escucha alarmando a todos. El eco de la piel siendo rasgada llega a mis oídos.

Maldita sea.

—¡Layla! —Amber grita aterrada.

Obligo a mis ojos a enfocarse, buscándolo ente las sombras.

—Ordeno que las dejes—grito lo suficientemente alto para que me escuche.

—No puedo hacer eso—su voz es igual de escalofriante que su hermano.

Sigo el sonido que viene de todas y de ninguna parte a la vez, el maldito me esta haciendo esto más difícil, seguro sabe lo que le hice al otro daeva.

—El trato se acabó, el alma ya está pagando su condena.

—El trato no se ha acabado.

—¿De qué hablas?

¿Hay algo más que no sé?

—Sus almas, hicieron un pacto—es todo lo que me dice, y es suficiente para entenderlo todo.

Giro mi rostro encontrando a Quinn sosteniendo a Amber con fuerza.

—¡¿Vendieron su alma?! —estoy enojada, furiosa con ellas, no saben lo que acaban de hacer.

Sus expresiones de terror son suficientes para confirmármelo. Regreso mi atención al daeva que se mueve por el lugar, estoy tan agotada que mis reflejos están por los suelos, son lentos y poco coordinados.

Otros gritos se escuchan, esta vez vienen de Amber.

—¡Ayúdenme! —volteo rápido a su dirección.

—Te tengo.

Alzo la mano usando mis poderes para apretar su cuello, puedo sentir que este es más fuerte, se retuerce con violencia obligándome a usar más de mi poder.

—¡Sera mejor que cubran sus ojos! —advierto dejando que la luz de mi otra mano nazca, en segundos estampo la luz en su cuerpo, desaparece al instante.

Cómo si fuera magia, las llamas de las velas cobran vida de nuevo iluminando la habitación. Me tabaleo un poco, matarlo dreno toda mi energía, empiezo a ver borroso, mi cuerpo tiembla, agito la cabeza recomponiéndome, no puedo venirme abajo ahora.

Los ojos de Quinn y Amber están tan abiertos me sorprende no se hayan salido de sus cabezas.

—¿Cómo... como hiciste esto? —Amber logra articular con dificultad.

Volteo a ver a Archer detrás de mí con expresión preocupada.

—Eve...

—Bórrales la memoria, que no recuerden nada de lo que pasó.

—¿Qué hay de la otra chica?

No respondo, dejo que mi mirada aclare su duda.

Tenemos que borrar la memoria de Layla a todos aquellos que la conocieron. Quinn y Amber siguen balbuceando cosas que no escucho.

—Tiene que haber otra manera.

Cierro los ojos pensando en otra solución.

—La hay, no es buena, pero la hay.

Me acerco a las dos chicas con expresión de espanto, toco sus frentes dejándolas inconscientes. Sostengo la mano de Amber curando sus heridas.

—Hay que sacarlas de aquí—ordeno.

Archer se acerca a los cuerpos de Quinn y Amber, se inclina a sus lados, sostiene sus manos para desaparecer con ellas. Observo el cuerpo sin vida de Layla, no puedo evitar sentir un poco de lastima por ella, estaba ayudando a su amiga y lo pago con su vida.

—Lo siento.

*_*_*_*

Las llamas pintan la casa en segundos, quemando todo rastro de evidencia.

—Ya les borré la memoria—me informa Archer.

Me inclino hasta ellas, toco sus frentes planteándoles memorias falsas. Olvidarán los últimos días que pasaron en esta casa invocando espíritus, no recordarán que nos vieron, solo recordaran que llegaron a este lugar listas para su pijamada, pasarían la noche haciendo cosas divertidas que ayudarían a Quinn a sobrellevar la perdida de su padre.

Dejaron las velas encendidas mientras dormían y eso fue lo que provocó el incendio en la casa, en el cual Layla lamentablemente murió.

Regreso junto a Archer una vez termino con ellas, vemos la casa encenderse, partes del techo y de las paredes caen en pedazos.

—Lamento que esto sucediera—susurra sin apartar la mirada.

—Yo igual.

El piso se mueve bajo mis pies, tiemblo llamando la atención de mi amigo, rápido sostiene mi brazo ayudándome.

—No estás bien, Eve—no es pregunta, es una afirmación.

Las sirenas de unos carros nos sobresaltan, no tardan en llegar los hombres con uniforme azules.

—Será mejor que salgamos de aquí.

Nos alejamos de la escena permitiéndole a los humanos hacer lo suyo.

—Estoy bien—repito por decima vez.

—No mientas, ni siquiera puedes mantenerte de pie tu sola—me apoyo de su hombro para caminar. —No sé qué es lo que has estado haciendo estos últimos días, pero descansar no es una de ellas. Estás acabándote Evelyn, te estás castigando por todo lo que ha pasado.

—Archer...

—Sé que crees que es tu culpa, y no voy a mentirte, si todo esto es tu culpa.

—No estás ayudando...

—Pero podemos resolverlo, no estás sola en esto, yo estoy de tu lado ¿recuerdas? Soy tu mejor amigo.

Lo dice cómo si el hecho de decirlo en voz alta fuera lo máximo para él. Sonrío por sus palabras.

—De acuerdo, ¿y que hacemos ahora mejor amigo?

—Ahora te daré de comer para que recuperes tus fuerzas.

*_*_*_*

Dicho y hecho, Archer no se cohíbe al momento de ordenar de la carta que nos dieron, pide toda sarta de cosas, desde entradas de ensalada, platillos fuertes con carne, pollo, papas y más papas, hasta todos los postres que existen en este restaurante.

—¿Cómo piensas pagar esto?

Se atraganta con un pedazo de pay de manzana.




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