El ángel de la muerte

Capítulo 30: Cerrar el pacto

—¿Qué estamos haciendo aquí?—Quinn pasa la mirada por los escombros de lo que fue su casa. 

—Necesito que tú le digas que hacer—le digo a Julian, aunque lo odie, a él es al único que va a escuchar y hacer caso. 

Asiente parándose frente a ella, indicándole lo que tiene que hacer. 

Paso la mirada por el lugar, todo el techo está en el suelo, las ventanas rotas y derretidas, las paredes están teñidas de negro, cenizas cubren todo el lugar. 

Aún recuerdo cuando tome el alma de Layla, lo desorientada y confundida que estaba. 

—¿Eve?—escuché su voz temblorosa, lucía perdida, asustada.—¿Qué está pasando? 

Me acerque a ella para tranquilizarla, buscando las palabras adecuadas para no alterarla. 

—Tu alma ha dejado este mundo.

Giró el rostro observando su alrededor, como si estuviera buscando una señal que le dijera que mentía. Sus ojos se detuvieron al encontrar su cuerpo en el suelo, sollozó con dolor, cubriendo su boca con la mano, me acerque a ella sin poder tocarla, aún no era el momento. 

—Todo va a estar bien, Layla. Vas a estar bien. 

—¿Cómo? ¡Estoy muerta!

—Yo te voy a ayudar—aclare.

Me miró con los ojos rojos, nublados en lágrimas. 

—¿Tú?—asentí con firmeza—¿Cómo me vas a ayudar?

—Guiare tu alma al más allá—dije con tono suave, esperando que eso ayudara a calmarla. 

—¿Al cielo?

—Si, al cielo. 

—¿Eres un ángel?—entrecerró los ojos inspeccionándome.

 Tragué saliva con dificultad, hacer eso fue más difícil de lo que creí. 

—Soy el ángel de la muerte. 

Sus ojos se abrieron por completo impresionada, retrocedió un paso de pronto asustada. 

—No tienes por qué temer, estoy aquí para ayudarte—repetí. 

—Por eso viniste, por eso intentaste detenerlos, tú ya lo sabías, sabías lo que iba a pasar...

—Layla—llamé su atención, no era bueno que su alma se alterará, y entre más tardará en reclamarla, más riesgo corría en quedarse estancada en ese lugar.—Tengo que llevarme tu alma. 

—¿Qué hay de mi familia? No puedo dejarlos. ¡O Dios!, van a estar destrozados...

Intenté tocarla, me detuve de nuevo con la mano suspendida en el aire, no pude hacerlo, no hasta que ella estuviera lista. 

—Tu familia va a estar bien, Él se va a asegurar de ello. 

La miré transmitiéndole toda la seguridad que podía, apartó las lágrimas de sus mejillas, mirándome con tristeza. 

—Confió en ti, Eve. Si dice que van a estar bien, sé que así será

—Lo prometo. 

—Está bien—se acomodó en su lugar.—¿Qué tengo que hacer?

—Nada, solo cierra los ojos, cuando los abras de nuevo estarás en el paraíso—aseguré, asintió aún con lágrimas escapando por sus ojos. 

Esa noche no solo se perdió a una hija, una amiga, una hermana... Ella también perdió algo al dejar a todos sus conocidos atrás. Es por eso que mis hermanos se quedan junto a los familiares de las almas que dejan este mundo, para ayudarlas hasta que el momento de reunirse llega. 

—Gracias Eve—se despidió cerrando los ojos. 

Puse mi mano en su hombro tomando su alma, la luz blanca se intensificó detrás de ella, en un parpadeo de ojos su alma dejó esta tierra. La luz se desvaneció, luego el dolor vino. Mordí mis labios controlando la tortura que estaba sufriendo mi cuerpo, respiré con dificultad soportando...

—Todo está listo—Julian habla trayéndome de vuelta a la realidad. 

La estrella, que usaremos para atraer al demonio, ya está dibujada en el suelo. Alrededor de Quinn está pintado un círculo también. 

—Pase lo que pase no salgas de este cirulo—Julian le ordena serio. 

Ella asiente temerosa. 

Saco la daga de mi zapato, para después acercarme a ella. 

—¿Eve, que haces?—Julian me mira con el ceño fruncido.

—Necesitamos su sangre para llamarlo. 

—¡Qué!—grita Quinn histérica. 

—¿Es necesario?—Julian intercede, solo lo miro, los celos se avivan de inmediato en mi interior.

¿Porqué de pronto tan preocupado?

¿Es que ya no confía más en mí?

—Si Julian, es necesario.

Atrapo la mano de Quinn y hago la cortada si darle tiempo de responder, las gotas de su sangre caen en la navaja, cubriéndolo. Me acerco a la estrella pintada en el piso dejando caer la sangre, invocando al demonio. 

—Qui daemonium habet haec anima, tua ego invocavit—repito las palabras esperando a que aparezca en cualquier momento. 

De pronto, todo se queda en silencio, hasta que un crujido debajo de nuestros pies indica que está subiendo, Quinn se remueve en su lugar aterrada. 

—¿Me llamabas?—aparece el tan esperado demonio, mi corazón cae de golpe a mi estómago, parpadeo varias veces asegurándome que estoy viendo bien. 

—¿Amber? ¿Cómo... qué…?—Quinn pregunta desconcertada. 

Ahora que puedo verla bien, su amiga no luce igual, se ve... poseída. 

—¿Cómo?—pregunto sin rodeos. 

—Cuando trataste de salvarla, ella estaba débil por el ataque, sabía que no podía luchar contra mí— el demonio en el cuerpo de Amber dice con aire de superioridad. 

Mierda Evelyn

Todo este tiempo creí haberla salvarlo, cuando en realidad nunca estuve ni cerca. 

—Exorcizamus te, omnis immundus spiritus, omnis satanica potestas...—Julian recita empezando un exorcismo. 

—¡No!—grito deteniéndolo. 

El demonio comienza a luchar contra el poder de Julian, quien me mira extrañado.

—Si lo exorcizas ella morirá—explicó recordando lo mal que quedó su cuerpo por el daeva. 

La risa del demonio resuena por el lugar, regreso la mirada a él molesta, Julian se mueve de un lado a otro pensando en posibles soluciones, Quinn se mantiene en su lugar con la boca abierta, en shock. 




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