El ángel de la muerte

Capítulo 35: Ilusión

—¡Mientes!

—Sabes que no lo hago, yo a diferencia de los demás te ayude, aunque no lo supieras. Después de todo los cuatro estamos unidos por una fuerza más fuerte que nosotros mismos. Eres nuestra hermana, Evelyn, solo quería ayudarte. 

¡Ayudarme!

Me destrozó, me mintió, todo fue mentira. 

—Ellos fueron reales, para ti siempre lo fueron. 

La ira se apodera de mí, mi respiración se vuelve errática, sostengo mi cabeza con mis manos intentando procesar esto. 

¿Por qué?

¿Por qué?

¿Por qué?

—¡Por que! ¡Porque dañarme de esta manera!

—¿Dañarte? Te di el regalo de tu vida. 

—Fue una mentira. 

—Sabes que mi poder no funciona de esa manera, ellos tenían sus vidas, eran tan reales como tú y yo, los cree a todos para y solo por ti. 

—¡CALLATE!

—No te entiendo, deberías estar agradeciéndome—arruga el rostro confundido, molesto por mi reacción.

Lo miro lanzando chispas por mis ojos, la ira se apodera de mí. 

—¿Agradecida? ¿Debería estar agradecida? Bien, gracias gran pedazo de idiota, gracias por hacerme más fácil decidir matarte. 

Me lanzo hacía él, pero logra esquivarme a la perfección. 

—Escucha, Evelyn, recuerda que fue Él quien te los arrebato—intenta hacerme entrar en razón.—Él nunca nos quiso, nunca te ha querido. 

Sus palabras entran y salen por mis oídos, agito la daga a diestra y siniestra sin lograr apuñalarlo. 

—¿Por qué lo estás ayudando?

—Él es mi padre, imbécil—escupo con rabia. 

Él es el único padre que he tenido, lo único real que tuve y lo dejé ir por culpa de Hambre. Todo esto es su culpa, me rebele contra Él y aun así trato de explicarme, de hacerme ver que todo era por una razón...

—Y aun así Él te negó como hija. 

—No.

Me rehúso a escucharlo. 

—Te vio destruida y no hizo nada por ayudarte, no se ha comunicado contigo desde el día de tu destierro, piénsalo. Te está eludiendo, eso es lo que Él hace con nosotros...

—¡No!—logró cortarlo profundo, pero no lo suficiente para matarlo.—Puede que lo haya decepcionado una vez, pero me perdonará, después de que lo ayude a acabar con esto me perdonará. 

—¿En verdad crees eso?

Algo se remueve en el piso detrás de Hambre, Julian se endereza despacio pasando la mirada por el lugar, sus ojos me encuentran en frente del jinete, se levanta despacio para no llamar su atención, regreso la vista a Hambre. 

—Aún conservo mi fe—contesto con determinación.

Julian sostiene a Hambre por la espalda, aprensa sus manos y aprieta su cuello inmovilizándolo. 

—Puedo darte lo que deseas—grita desesperado, luchando por zafarse de mi ángel. 

—No quiero escucharte. 

—Puedo regresarte a tu familia—me quedo helada en mi lugar. 

Mi familia.

Lágrimas nublan mis ojos, el dolor invade mi pecho. 

Siento a alguien tomar la daga de mi mano, Julian acomoda la mano de Hambre para que Archer la corte, no me di cuenta cuando despertó. 

—Espera—detengo a Archer antes de que corte su dedo. 

Los tres me miran expectantes, Archer y Julian temiendo que me haya arrepentido de hacer esto. 

—Mira detrás de ti. 

Mi corazón se agita tan fuerte que duele, temo hacerlo, no sé si pueda verlos, si pueda resistir...

Giro sobre mis talones, un nudo formándose en la boca de mi estómago, lágrimas se escapan de mis ojos destrozada. Un señor, una señora y un niño están en medio del restaurante mirándome alegres. Son mi mejor sueño, mi mejor fantasía, mi deseo...

Cierro los ojos recordando los momentos que pasé con ellos, las travesuras, las cenas, los secretos, las risas... 

Duele.

Duele mucho. 

Abro los ojos para verlos de nuevo.

Si, fueron una realidad inventada por mí, experimente con ellos lo que nunca creí tener a pesar de ser una fantasía, un espejismo. 

Me acerco a ellos para verlos mejor, lucen exactamente como los recordaba, mi madre tan bella como siempre, con el cabello recogido en una cebolla, y con esa sonrisa que me alegraba mis días, mi padre alto y apuesto, aún con el vidrio de sus lentes roto, transmitiendo completa seguridad, y mi pequeño hermano con sus hermosas pecas adornando su rostro, y esa mirada risueña que lo caracterizaba. 

Duele, porque sé lo que tengo que hacer.

—Gracias—sollozo.—Gracias por todo. Fueron lo mejor que me pudo pasar, pero tengo que dejarlos ir, ya no los necesito. 

Esto era todo lo que necesitaba. 

Lloro. 

Lloro de felicidad.

Ahora puedo darles el adiós que no me permitieron. 

—Quítaselo—le ordeno a mi amigo aún con la daga cerca de Hambre.  

—¡No!—Hambre se retuerce buscando librarse, pero es inútil, el dolor que le implanto le complica la tarea. 

Archer corta el dedo dejando caer su anillo, en segundos los gritos de mi hermano desaparecen. Volteo a ver a las figuras de los Harrison, se despiden de mí con una sonrisa. 

Aparto las lágrimas que quedan en mi rostro. 

—¿Evelyn?—mi ángel me llama, se acerca al ver que no respondo.—Lo siento.

—Ellos...

—Lo sé—me rodea en sus brazos, acaricia mi cabello consolándome. 

Me permito estar así con él, pego mi rostro en su pecho desahogandome, puedo escuchar el retumbar de su corazón en su pecho, paso mis dedos ahí donde su corazón late. Julian es real, y los sentimientos que tengo por él son lo más real que he sentido en toda mi vida. 

—Te amo—las palabras salen por si solas de mi boca, no me arrepiento de decirlas, al contrario, me alegra haberlo dicho. 

—¿Qué...?

Se aparta para verme, yo no se lo permito, pego mis labios a los suyos besándolo con total anhelo. 

—Te amo, Julian Smith. 

No se mueve, no parpadea, temo que tampoco este respirando. Puede que esto sea demasiado para él.




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