Al fin me atrevo a entrar al cuarto de Adam, después de posponerlo lo más que pude, me sorprendo al no verlo aquí. Mis ojos encuentran su escritorio desordenado, aprovecho su desaparición para buscar algo que me diga su siguiente movimiento, pero no logro encontrar nada. Escucho la puerta abrirse, obligándome a apartarme lejos, veo a Adam entrar agotado.
—¿Un largo día? —pregunto acercándome a él.
—No sé cómo soportaste estar aquí tanto tiempo —niega con la cabeza. Se acerca a mí para abrazar mi cuerpo. —Ven, tengo un regalo para ti.
—¿Un regalo?
—¡Tráiganlo! —grita.
Demonios entran a la habitación arrastrando al sacerdote herido y sangrando, apenas logra abrir sus ojos.
—¿Qué es esto?
—Tu regalo —Adam me sonríe.
El sacerdote alza la mirada para vernos, sus ojos se abren en desmedida al ver a Adam.
—El… el diablo —tartamudea.
Su cuerpo empieza a temblar de miedo, conecta sus ojos con los míos suplicando mi ayuda.
—¿Qué es lo que tienes en mente? —lo encaro confundida, aunque una parte de mí lo sabe.
—Mandar un mensaje —voltea a ver al sacerdote con una mirada maliciosa y un brillo en los ojos.
El viejo empieza a luchar por su vida contra los demonios que ni se inmutan por los golpes que el humano trata de hacer. Observo a Adam segura que el mensaje va directo a mi padre, para mostrarle el poder que cree tener sobre la tierra, y para los humanos aún encerrados en las celdas.
—Quieres que lo mate —aclaro.
—Si quieres verlo de esa manera, sí, quiero que lo mates.
—No —me niego a hacerlo, no puedo.
La sonrisa de Adam se torna a confusión y molestia.
—¿No? —cuestiona alzando la ceja.
—Explícame en que ayudaría si lo matamos.
—No es una pregunta Evelyn, te estoy diciendo lo que quiero que hagas.
—No —repito. —Sabes que este hombre es un simbolismo, una oveja más de Él, si lo mató te estarás metiendo con fuego, en un hoyo del que no serás capaz de salir.
—¿Olvidas que yo nací del fuego? No puedo quemarme más de lo que ya he hecho.
—Adam —me acerco a él atrapando su mirada en la mía. —Te estarás poniendo la soga en el cuello.
—Los ángeles vendrán por mí de cualquier manera, además, no pueden hacerme nada, no tienen la daga en sus manos.
Mierda
Mierda
Mierda
Tengo que hacer algo, pero ¿qué?
—Bien, lo haré, pero no aquí, lo haremos afuera, dónde todos puedan verlo, mañana a primera hora.
Sonríe en desmedida, besándome como loco, su lengua apoderándose de mi boca.
—Llévenselo —ordena sin aparatarse de mí.
Sus brazos me rodean pegándome a su pecho, pasa sus besos por mi mentón, luego mi cuello aspirando mi aroma.
—Te necesito —susurra con desesperación.
Puedo sentir sus manos en mi espalda baja, juagando con la tela de mi blusa, sus dedos se aventuran a acariciar mi piel desnuda.
—Te necesito ahora, Eve —se mueve por la habitación llevándome con él.
Esto no se siente bien, no son sus caricias las que quiero, ni sus labios los que anhelo, porque no es el hombre que deseo.
—Adam, tengo que irme —digo empujando su pecho con mis manos.
—¿Por qué? —gruñe.
—Tengo que reunir las almas —le recuerdo.
—¿No puedes hacer eso mañana?
—No, tengo que hacerlo ahora si queremos reclamarlas. Si esperamos, mis hermanos pueden hacerlo, y yo no puedo hacer nada por recuperarlas —digo esperando que me deje ir. —Es el precio que tienes que pagar por estar con el ángel de la muerte.
—He esperando tanto por tenerte de nuevo, no sé cuánto tiempo más pueda seguir esperando —advierte.
—Solo un poco más, y ya nadie nos interrumpirá —miento. —Hasta que terminemos con las almas de esta tierra, después seré solo tuya.
Le doy un casto beso, logro escaparme de sus brazos y salgo de la habitación antes de que diga o haga algo para hacerme quedar. Respiro hondo componiéndome, miles de pensamientos cruzando mi mente. Tengo que encontrar la puerta del infierno, lograr abrirla y exorcizar a todos de esta tierra, usando la daga como puente de cruce pronto.
Nada complicado.
Tú puedes Everlyn, has hecho cosas mucho más complicadas, esto debe ser pan comido.
Trato de subirme el ánimo, pero lo cierto es que no creo poder lograrlo, mis energías cada vez están más agotadas, y fingir que sigo trabajando para Morningstar no es fácil.
Suspiro cansada.
Cómo deseo tener a Julian conmigo en este momento, él es la calma y paz que necesito para el caos que soy ahorita. Lo extraño demasiado.
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Editado: 02.04.2024