El ángel de la muerte

Capítulo 45: La distracción

—Necesito que los saques de las celdas sin llamar la atención—le digo a Archer en secreto. 

—¿Tu que harás?

—Distraeré a Adam—aunque no tengo idea de cómo diantres voy a hacer eso, mucho menos después de nuestra última discusión. 

Archer parece realmente preocupado por dejarme sola con él. 

—Evelyn, por favor, te lo estoy suplicando, no hagas nada de lo que te puedas arrepentir—expresa serio. 

—No lo haré—me mira dudoso—No te preocupes, Archer, voy a estar bien. 

Archer se acerca tomándome completamente por sorpresa, me rodea con fuerza en un abrazo fraternal. 

—Te quiero, tonta. 

Escondo mi cara en su pecho, abrazándolo de vuelta, no quiero que se vaya, pero sé que tiene que hacerlo. 

—Y yo a ti cabeza dura. 

Su cuerpo vibra por su risa. 

—Te veo pronto, ¿vale?

Un nudo se forma en mi estómago. 

—Si—miento.

Después de esto no sé si vuelva a verlo, lo abrazo tan fuerte que creo no lo dejo respirar, Archer se convirtió sin esperarlo en un hermano para mí, el muy idiota se ganó un pedacito de mi corazón, pero nunca se lo diré, ese secreto me lo llevaré por siempre hasta el final de los tiempos, o no dejará de molestarme con eso. 

—Ahora vete—le digo apartándome de él.—Te compraré todo el tiempo que pueda para que puedan escapar. 

—Una hora Evelyn, si no llegas en una hora vendré por ti— sentencia conociéndome muy bien.

—No lo harás. 

—Si lo haré—veo la seguridad en su mirada. 

—Bien, una hora, mandón—me quejo. 

—Adiós, jefa—se burla desapareciendo del lugar. 

Niego con la cabeza con una sonrisa tonta, esa sonrisa no dura mucho, en una hora nadie de nosotros estará aquí. Giro sobre mis talones para empezar con el plan, sin embargo, me detengo de golpe al ver un rostro familiar aparecer frente a mí.

—¿Señorita Harrison?—el alma del señor Hudson me mira confundido, sus ojos se abren sorprendidos al ver mis alas. —¿Qué eres?

Retrocede asustado. 

—Tranquilo, no voy a hacerle daño—me acerco con sutileza.—Puede confiar en mí. 

Duda unos segundos, pero termina por aceptarme, repito las palabras de siempre que logra calmarlos, toco su hombro viendo toda su vida en segundos, su alma cruza a través de mí, para después ser llevado hasta mi padre y ser juzgado, se me corta la respiración por unos segundos, señal que el señor Hudson murió dormido. Me apoyo en mis rodillas tratando de recuperar el aliento. 

Ver su alma me deja un mal sabor de boca, aunque no llegué a conocerlo mucho me agradaba el hombre, era risueño y amable, no merecía partir de este mundo de esta manera.

—¿Qué estás haciendo aquí?—preguntan detrás de mí, no necesito verlo para saber que es él. 

Me enderezo volteando a verlo, su ceño esta fruncido sin entender porque estaba luchando por oxigeno hace unos momentos, aunque logré estabilizarme mientras Archer y yo discutíamos el plan, no es suficiente, siento que estoy muriendo.

—¿Qué no lo ves?, estoy reclamando las almas para el gran y poderoso señor del infierno—respondo con sarcasmo.  

—No sabía que te perjudicaba tanto—por un momento noto a Adam preocupado. 

—Cuando las tomo es como si yo muriera con ellas, al cruzar a través de mí siento el dolor que ellos sintieron que los llevó a abandonar su cuerpo—explico sin ánimos.  

—¿Por qué no me lo habías dicho antes?—cuestiona molesto. 

—Porque no hay nada que puedas hacer para cambiar lo que soy, Adam. 

—Tienes razón, pero hubiera sido bueno que me lo dijeras. 

—Da lo mismo, no es como si te siga importando lo que me sucede—me encojo de hombros, le doy la espalda alejándome de él.

—¡A mí no me das la espalda!—lo ignoro.—¿¡A dónde crees que vas!?

—¡A buscar tu maldita daga! ¿¡Qué no eso lo que quieres!? ¡Pues eso es lo que estoy haciendo! 

—¡Maldita sea contigo, Evelyn!—grita, en un segundo lo tengo frente a mí, tomándome por la cintura.—Lo que quiero es a ti, maldita sea, te extraño mi dulce pecado, ya no puedo seguir esperando, te necesito ahora. 

Sin aviso alguno se apodera de mis labios, devorándolos a su antojo, tengo que obligarme a responderle, aunque por dentro este rompiéndome en pedazos, la idea de serle infiel a mi ángel me está matando, más al recordar su mirada, su sonrisa, sus caricias...  

No. Evelyn. Concéntrate. 

Me reprendo mentalmente, tengo que alejar esos pensamientos si quiero lograr mi objetivo y salvarlos. Los besos de Adam se intensifican, mientras sus manos toman más confianza por mi cuerpo, tengo que hacerle creer que quiero esto, me apodero de él hasta tenerlo en dónde quiero.      

Sin que él se lo espere salto lejos del refugio, llevándolo a mi cabaña, aquella que fue mi hogar todos estos días, Adam ni se inmuta, está muy concentrado en la tarea de quitarme mis prendas, las lágrimas se acumulan en mis ojos, a pesar de tenerlos cerrados puedo sentirlos deslizarse por mis mejillas, me duele tener que hacer esto, no quería que termináramos de esta manera, no quería dañarlo de esta forma, pero tengo que hacerlo, por mi familia. 

—¿Eve? ¿Que tienes?—se separa un poco cuando probamos el sabor de mis lágrimas. 

—Perdóname—sollozo. 

Sin darle tiempo de reaccionar, atrapo la daga que Archer dejó preparada para mí, corto su brazo lo suficiente para tomar una muestra de su sangre. 

—¿Evelyn que estás haciendo?—pregunta incrédulo, dolido. 

Lo ignoro enterrando el pequeño cuchillo en el suelo, recito las palabras crenado un símbolo debajo de Adam para retenerlo ahí. 

—¡Evelyn! ¡Qué mierda estás haciendo!

Me inclino frente a la daga recitando las palabras que abrirán las puertas del infierno, estás aparecen frente a mí chispeando fuego con fuerza. 

—¿Por qué? ¡Por qué me haces esto!—intento ignorarlo, pero no puedo seguir haciéndolo.—¡Respóndeme, por un carajo!




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