Julian.
—Julian, no podemos seguir aquí, tenemos que irnos—insiste Archer por séptima vez.
—No, mierda, no me voy a ir de aquí sin encontrarlo—tengo que encontrarlo, tengo que devolverle su anillo cuando regrese, porque ella va a regresar.
Busco hasta por debajo de las piedras, no sé en qué momento lo perdí. Lo tenía cuando llegamos a la playa. Vine porque al demonio se le ocurrió que sería buena idea respirar un aire nuevo, despejar la mente, claro que este es el único lugar el que se le ocurrió traerme para "distraerme de mi martirio" como dice él, sin saber que este es el lugar que más me recuerda a ella, más cuando el sol empieza a ocultarse como lo hace ahora.
Llevo todo el día buscando su anillo sin éxito, con este creciente nudo formándose en mi pecho.
—Julian, se nos hace de noche—se queja de nuevo.
—¡Ayúdame a buscar!—no hace más que quejarse desde hace horas.
—Me tienes buscándolo todo el maldito día, tengo hambre, estoy cansado, sudado, quiero irme a casa y darme un baño.
—Bien, vete, yo me quedo a buscarlo—lo ignoro continuando mi búsqueda por otro lado.
Gruñe frustrado pateando la arena.
—Eres un… un… cuando te di el anillo no era para que lo perdieras en la primera oportunidad maldito ángel con manos de mantequilla—dice buscándolo.
—No fue como si lo hubiera planeado.
—Sabes que podemos tardar días en encontrarlo.
—Tardaremos meses si no…—el vello en mi nuca se eriza de un segundo a otro presintiendo un peligro, su poder me golpea con fuerza, Archer parece sentir lo mismo por la expresión de pánico en su rostro.
No lo pensamos, aparecemos fuera de la casa de Maia en un santiamén, mejor dicho, yo aparezco solo fuera de su casa, volteo hacia arriba viendo la figura de Archer moverse en dónde asumo es la habitación de mi amiga. Después de debatirlo unos segundos aparezco yo también.
—Pero Eve lo detuvo. Él no puede estar aquí—Maia dice segura.
—Lo está, tenemos que sacarte de aquí—Archer se mueve por su cuarto metiendo ropa en la primera mochila que encuentra vacía. Maia me mira esperando que niegue lo que Archer dijo.
—Sentí su poder Maia—confirmo viendo el miedo reflejado en sus ojos.
—Ya te secuestro una vez incluso estando en el infierno, nada puede detenerlo ahora—continua Archer sin detener lo que está haciendo.
—Mi familia. Tengo que proteger a mi familia.
—Primero tengo que protegerte a ti, tienes que irte lejos—argumenta Archer cerrando la mochila con dificultad. Mi amiga parpadea varias veces procesando lo mejor que puede lo que está sucediendo.
—No. No pienso escapar de nuevo.
Archer tira la mochila a un lado sosteniendo los hombros de Maia, viéndola con firmeza a los ojos.
—Esto no está a discusión, te vas a ir a donde sea que puedas estar a salvo.
—Nunca voy a estar a salvo Archer, va a encontrar la manera de saber dónde estoy, ya lo ha hecho antes estando en el infierno, será más fácil para él encontrarme ahora que está en la tierra.
—Bien, entonces no dejarás de moverte, iras de ciudad a ciudad, así no podrá encontrarte.
La deja ir retomando su trabajo de empacar las cosas.
—No voy a correr—rebate Maia continuando con la discusión.
—¡Por una mierda, Maia, esto no es como antes, es el maldito demonio el que viene por ti, el primero, el original! ¡Lucifer no se tienta el corazón, mucho menos con aquellos que lo traicionan!—enfurece Archer desesperado.
Lo entiendo, entiendo porque se comporta así, sólo intenta proteger lo más valioso para él.
—Tiene razón—lo secundo lo cual impresiona a ambos.
—No—insiste ella.
—Maia…—intento hacerla entender.
—No te lo estoy preguntando—Archer interviene tan serio que hace que la luz a su alrededor se oscurezca.
—Huir no es la respuesta, no esta vez.
—Puede no serlo, pero a veces es la mejor solución a tu problema, en especial ahora. Si nos quedamos nos matará o peor aún.
—No voy a correr por el resto de mi vida, Evelyn no corrió cuando se sacrificó para salvarme, yo no voy a hacerlo ahora.
—¡Evelyn está muerta!—explota el demonio. Siento los fragmentos que quedan de mi corazón quebrarse en mi pecho al oír sus palabras.—Si el mejor y más poderoso ángel que he conocido en mi vida murió en batalla solo puedo imaginar lo que nos espera a nosotros.
—Ella no está muerta—lo enfrento cerrando mis puños con fuerza.