El ángel de la muerte: La Ascensión Del Diablo

Capítulo 1: Renacer

Evelyn 


 

Estiro mi cuerpo despertado del estado inconsciente en el que me he mantenido, lo siento todo entumecido por permanecer tanto tiempo en posición fetal. No necesito abrir los ojos para saber que estoy bajo el agua, siempre es igual cuando regreso a la vida. 

 

Destellos del sol atraviesan el agua iluminando mi alrededor, guiando mi camino hasta la superficie. Apenas mi cabeza sale del agua tomo mi primer bocanada de aire, llenando mis pulmones con oxígeno. Puedo sentir cómo se expanden y contraen en mi pecho, como el agua humedece mi cuerpo, los rayos del sol penetran mi piel calentandome, la poca brisa que corre acaricia mi rostro en bienvenida, y ese tamborileo familiar en mi pecho me confirma que estoy viva, estoy de vuelta. 

 

Levanto la mirada al cielo, trago duro con la realidad golpeándome en la cara. El cielo está pintado de rojo sangre. Los recuerdos de lo que sucedió antes de mi muerte colisionan en mi mente peor que una cubeta de agua helada. Julian, mis amigos, Adam, el portal, el infierno, Lucifer… 

 

Mierda. 

 

Mierda. 

 

Mierda. 

 

Nado hasta la orilla del lago lo más rápido que puedo, necesito encontrar a mi familia, necesito protegerlos del infierno que ha reinado en la Tierra, no sé cuánto tiempo ha pasado desde que morí, no sé en qué estado encontraré todo, tengo que moverme rápido, pero primero necesito ropa, no puedo estar caminando por el bosque como mi padre me trajo al mundo. 

 

Evelyn

 

Percibo la voz de Morningstar llamarme, mi cuerpo se eriza por completo, giro buscándolo con un nudo oprimiendo mi garganta y el miedo a flor de piel. 

 

Ven a mí, mi ángel. 

 

Dice llamándome, lo que me asegura que no sabe en dónde estoy, no sabe que morí y regrese a la vida. Si quiero que se mantenga así no puedo usar mis poderes, lo que significa que no puedo regresar a casa en este momento. Tengo que permanecer muerta por más tiempo, hasta que sepa cómo regresarlo al infierno. No sé para qué está buscándome, pero sé que no es para nada bueno. 

 

Me muevo entre los árboles, buscando un lugar en donde pueda conseguir lo que necesito, mi padre parece oír mis súplicas. A lo lejos aparece una pequeña cabaña con ropa acomodada afuera, colgada en cuerdas para secarlos. 

 

Me agacho lo suficiente moviéndome con sigilo, agudizando mis sentidos por si alguno de los humanos dentro de la casa se le ocurre salir, no puedo usar mi poder de ilusión, por lo que me verán desnuda si salen de la casa, dudo se lo tomen con tranquilidad. Agarro lo primero que encuentro, un overol, una blusa blanca y unas botas. 

 

Me alejo del lugar haciendo el menor ruido posible, vistiéndome lo más rápido que puedo, ocultando mis alas entre la ropa lo mejor que puedo. El cielo truena avisando de una posible tormenta, me apresuro a terminar de arreglarme, tengo que encontrar un refugio pronto si no quiero quedarme en medio de los truenos y correr el riesgo que me golpeen. De pronto el sonido de un arma me detiene en mi lugar. 

 

—Las manos arriba—ordenan con firmeza. Levanto las manos obedeciendo sus ordenes, si quisiera pudiera derribar al humano detrás de mí, pero corro peligro de que me dispare y necesitaré de mi poder para sanar. —¿Qué haces en mi propiedad?—su voz es rasposa y un poco ronca, deduzco que se trata de un hombre mayor. 

 

—Busco asilo, no tengo a dónde ir—opto por decir la verdad, quizá este hombre pueda ayudarme a saber en dónde estoy. —Estoy perdida. 

 

Giro sobre mi eje para encararlo, como lo supuse es un señor mayor, con visibles canas en su cabello, su rostro revela las arrugas y manchas que se forman con el pasar del tiempo, aunque esta grande se ve que se mantiene en forma. Si me muestro vulnerable y desprotegida puede que acepte ayudarme, los truenos suenan cada vez más fuertes lo que significa que están más cerca. El hombre me examina con ojos inquisidores de pies a cabeza, baja la escopeta mirando el cielo. 

 

—Es mejor que entremos, no tarda en llover—hace un movimiento con la cabeza en dirección a la puerta. 

 

Lo sigo hasta la pequeña casa manteniendo mi distancia, paso la mirada por el lugar viendo en dónde me estoy metiendo, el aire del lugar me recuerda mucho a la cabaña que encontré junto a la playa, la que creí sería mi nuevo hogar. 

 

Todo luce antiguo, los muebles se ven desgastados, hay un poco de polvo por el lugar, el aire tiene un aroma a rancio mezclado con humedad. Encuentro portarretratos por todo el lugar, una alfombra azul grisácea decora el piso, presumo sabe cazar por el montón de cabezas de animales disecadas que decoran su pared encima de la chimenea, algunas macetas descansan en el cruce de las paredes, sin embargo no tienen plantas, no vivas al menos. 

 

—¿Cómo llegaste aquí?—se mueve por la cabaña dejando la escopeta recargada en el sofá cerca de él.

 

—Como le dije, me perdí, estaba en el bosque cuando encontré su casa, creí que podría encontrar ayuda aquí dentro. 

 

Mantiene una postura defensiva, cruza sus brazos frente a su pecho analizando cada uno de mis movimientos, como si no creyera lo que digo. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.