El ángel de la muerte: La Ascensión Del Diablo

Capítulo 11: Espejismos

Evelyn

 

Duele. 

 

Todo duele. 

 

No puedo respirar, mis pulmones arden cada vez que lo intento. Abrir los ojos es una batalla que no consigo ganar por más que lo intento. Mi cuerpo se contrae sufriendo pequeños espasmos. No entiendo lo que sucede conmigo, me muevo como si estuviera en piloto automático. Unos llantos llegan a mis oídos alarmándome, intento buscar la fuente de aquellos sollozos, pero mi cuerpo no me responde. De pronto siento unas garras incrustarse en la parte trasera de mi nuca.

 

Mi cabeza palpita con brío sintiendo una energía diferente y oscura recorrer mi cuerpo. Lucho en medio del dolor por recuperar el control, por más que lucho contra esta barrera invisible que se apoderó de mí, no lo consigo. Los golpes se oyen fuertes, los gritos desesperados y atormentados se vuelven ensordecedores, siento que regrese al infierno. 

 

No lo soporto más. Quiero despertar. Necesito despertar de esta maldita pesadilla. No puedo mover mi cuerpo, abro la boca para hablar, pero al igual que el resto de mi cuerpo lo siento entumecido. Las palabras se atoran en mi garganta rasgandola, solo consigo balbucear algunas cosas. 

 

—Tranquila mi ángel. Todo está bien—susurra en mi oído una grave voz. Mi cuerpo se eriza de pies a cabeza, reconozco su voz al instante. En segundos lo tengo frente a mí con una sonrisa malévola. —Has hecho bien esta noche—me felicita. 

 

¿He hecho bien? 

 

Intento hablar, luchar o apartarme de su cercanía, mi cuerpo parece tener mente propia, no puedo hacer nada sin sentir que las garras se incrusten más en mi piel. De un segundo a otro siento sus labios en los míos, el asco surge de inmediato, quiero alejarme de él y su toque, pero mi cuerpo pone resistencia respondiendo al beso queriendo más de él. 

 

—No vuelvas a joderme—ordena tomando mi mentón con fuerza.—Abre de nuevo las puertas, enciende el fuego que apagaste y sube a mis otros títeres. ¿Entendiste?

 

—Entiendo—las palabras salen de mis labios sin ser consciente. 

 

—Así me gusta, obediente—muerde mi labio inferior.—No recordarás nada de esto, regresa a esa pocilga en la que te metiste, actúa como si te importara en verdad salvar a los bastardos de mi padre, despúes encuentra la daga y traemela. 

 

Siento su dedo tocar el centro de mi frente apagando la luz a mi alrededor.  Despierto de golpe en la cama, llena de sudor, con la respiración entrecortada. Mi mente se siente nublada, me enderezo en mi lugar mareada. Las ganas de vomitar me asaltan. Me levanto corriendo al baño vaciando el estómago.  

 

—¿Eve?—Joel entra alarmado. No puedo responder, me dejo caer al suelo con un pitido ensordecedor taladrado mis oídos.

 

—No me siento bien. 

 

—Te ves pálida—siento su mano en mi frente revisando mi temperatura.—Te llevaré al hospital. 

 

Niego. Ellos no pueden hacer nada por mí. 

 

—Solo necesito cerrar los ojos un poco más—me quedo inconsciente en el suelo. Cuando vuelvo a abrir mis ojos me encuentro recostada en la cama. Las luces del pequeño cuarto ahora están apagadas, un pañuelo con agua fría descansa sobre mi frente. 

 

—¿Cómo te sientes?—giró el rostro encontrando a Joel sentado a mi lado. 

 

—¿Qué pasó?—me enderezo en mi lugar para verlo mejor. 

 

—Volviste a desaparecer—explica quitando el pañuelo de mi cabeza, se levanta de la cama acomodando unas cosas en la pequeña mesa.—Regresaste un poco antes del amanecer, te recostarse en la cama y después te levantaste para vomitar en el baño.

 

Sostengo mi cabeza entre mis manos queriendo recordar, pero no hay nada más que lapsos de lo que sucedió después de que desperté. 

 

¿Me fui? ¿A dónde? ¿Por qué? Yo no soy sonámbula, de eso estoy segura.  

 

—Trate de seguirte, pero desapareciste antes de que pudiera salir por la puerta—continua mi compañero.  

 

—No sé… no sé lo que me está pasando—admito en voz alta. Nunca me había sentido tan perdida como lo estoy ahora. 

 

—Empiezo a creer que esto no es por los portales. 

 

No encuentro otra razón para estas lagunas mentales, puede que morir y renacer tanto me esté afectando más de lo que creí. 

 

—Creo que deberías tomar esto con más tranquilidad, si sigues así puedes…

 

—No—no puedo hacerlo, los humanos no podrán resistir este infierno por más tiempo.—Esto sucede cada que duermo, simplemente no lo haré más.

 

—¿Estás escuchando la tontería que estás diciendo? ¿Cómo no vas a dormir? Necesitas recuperar tu energía Evelyn. 

 

—Entonces me encadené a la cama si es necesario, pero no pienso detenerme, Morningstar sigue avanzando, no sé cuantos mortales ya tiene en su poder. 

 

—Eres terca mujer—se frota el rostro con las manos desesperado.—Bien, se hará lo que digas, tienes más experiencia en esto que yo después de todo.




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