Evelyn
—Viene a matarnos—la voz de Ingrid, la misma que algún día le susurro a mi hermano que no podía confiar en mí, se hace escuchar entre las paredes, sale de la sala enfrentándome, acribillándome con la mirada.
Ruedo los ojos cansada de ella y solo llevamos unos minutos bajo el mismo techo.
—¿Dónde está mi hermano?—pregunto sin rodeos.
—Arreglando el desorden que hiciste—escupe molesta.
Otros tres ángeles aparecen para ver lo que sucede, Ian, su padre y el sacerdote también me miran buscando una explicación.
—No tengo tiempo para tus estupideces, ¿dónde es…?
El techo de la casa es arrancado aventando pedazos del techo encima de todos, revelando el rostro del gigante.
—¡¿Qué mierda?!—grita Ian viendo con horror a la bestia.
—¡Afuera todos!—grito moviendo a Joel, evitando que un pedazo de techo le caiga encima.
Los humanos corren afuera, mientras los demás nos quedamos atrás para protegerlos. Mis hermanos se mueven buscando un arma que los ayude a pelear contra el gigante. Se mueven por el aire con sigilo evitando ser atrapados por el monstruo de fuego vivo, lanzan golpe tras golpe contra su cuerpo, pero apenas logran desestabilizarlo.
De un momento a otro, su gran mano impacta conmigo lanzándome contra la pared, quebrándose con el impacto. Me quedo en el suelo luchando por recuperar la respiración, mi visión se torna borrosa sin razón aparente.
Eres mía ángel, me perteneces.
El eco de una voz llega a mis oídos, el eclipse de un recuerdo nubla mi mente. Sólo es un segundo, pero es suficiente para descolocarme.
Mi cuerpo se eriza, mi respiración se descontrola, un nudo me aprieta la garganta, el miedo corre por mi sistema congelándome, mi mente parece detenerse, mi cuerpo deja de responderme. Caigo de rodillas al suelo sin ser capaz de sostener mi propio peso, no sé que sucede ni cómo detener este ataque que acaba conmigo lentamente. De pronto un grito ensordecedor me regresa a la realidad de golpe, siento como el aire vuelve a fluir por mi garganta, encuentro a uno de mis hermanos en las manos del gigante luchando por liberarse de su agarre, mientras él lo acerca a su boca para comérselo.
Mis ojos se mueven por todo el lugar, un cilindro rojo llama mi atención, me levanto de un salto, corro lo más rápido que puedo hasta él, lo arranco del suelo desprendiendo un chorro de agua que alcanza a tocarlo, el monstruo gruñe adolorido, aparezco de un salto frente al gigante, golpeo su rostro con toda la fuerza que tengo logrando desestabilizarlo.
Trastabilla hacía atrás dejando ir a mi hermano, no duda en volar a mi lado aprovechando la distracción de la bestia, aprovechan ese segundo de vulnerabilidad para continuar atacandolo, quebrando sus huesos. Logran tirarlo al piso, no es hasta que queda inconsciente que mis hermanos se detienen.
Me dejó caer en el suelo analizando lo que acaba de suceder, por unos minutos me quedé completamente paralizada, inmóvil. Mis pesadillas me empiezan a perseguir incluso despierta, lo cual es alarmante para mí.
—Evelyn, ¿estás bien?—Joel corre a mi lado preocupado.
Asiento levantándome del suelo.
—Gracias—los brazos de Ian me rodean en un abrazo.—Me salvaste de nuevo, mi ángel guardian.
—No te emociones niño que aún puede despertar para terminar lo que empezó—se aparta de mí viendo al gigante.
—¿Qué hacemos con él?—Gustavo, el que casi se convierte en alimento para gigante, se acerca esperando mi siguiente indicación.
—Hay que preguntarle a Miguel—Ingrid se acerca al grupo.
Ahora si quieres buscar a mi hermano.
Pienso con ironía.
—Mi hermano está muy ocupado arreglando el desastre que hice—repito sus palabras ganándome una mirada furiosa de su parte.—No puedo matarlo, no sin mi daga, tenemos que amarrarlo, haré un símbolo de contención que lo mantendrá encerrado por un tiempo.
—No, no puedes continuar creando símbolos—me detiene Joel. Enarco la ceja viéndolo a mi lado.—Vas a desangrarte si lo haces.
—Voy a estar bien.
—Es demasiado—insiste.
—Yo puedo con él.
—La sangre tarda en regenerarse, podrías morir si…
—¡Dije que estoy bien!—grito perdiendo los estribos.
—¿Ángel?—la voz de Ian lleno de preocupación me hace caer en cuenta de lo que estoy haciendo.
Cierro los ojos maldiciendo. No era mi intención gritarle. Yo… no sé que tengo últimamente, siento que estoy perdiendo el control de todo, no solo de mi razonamiento y eso me frustra cada vez más.