Evelyn
Mi cuerpo se congela tan pronto cruzo la puerta, la escena que encuentro es una que no esperaba ver en toda mi vida, siento como mi corazón cae hasta mi estómago, retumba con fuerza revolviendo todo dentro de mí.
—Mig… que…—las palabras se atoran en mi garganta, mis ojos se tornan vidriosos, mi corazón se quiebra sin poder procesar lo que estoy viendo.
—No te acerques—Ingrid se interpone entre mi hermano y yo con una mirada de amenaza. No le presto atención, no puedo y francamente no quiero.
Me acerco a mi hermano ignorando las palabras de esa ángel, siento un empujón en mi muñeca que detiene mis pasos, bajo la mirada cayendo en cuenta que aún sigo atada a Joel. Regreso a ver a Miguel sentado en la silla completamente inmovil, sangre emerge de su espalda con su herida aún abierta a carne viva . Sus alas… alguien le arrancó sus alas. Lágrimas abandonan mis ojos sin que pueda contenerlas, algo dentro de mí se rompe al verlo así de vulnerable, herido, perdido, derrotado, siento que perdí a mi hermano.
—¿Qué… qué pasó?—se me quiebra la voz.
—Tú. Eso fue lo que pasó—escupe Ingrid con coraje.
Me molesta que siga entrometiendose en dónde nadie le habla.
—Fuera, quiero hablar con mi hermano—ordeno cansada de ella.
—¡¿Para qué?! ¡Para que termines de matarlo!—Ian se interpone entre ella y yo impidiendo que me ataque. Gustavo permanece atento en caso de que se desate una pelea.
—Déjenme solo con ella—demanda mi hermano sin moverse de su lugar.
—Miguel, ella es peligrosa—dice ella esperando que recapacite.
—No creo que sea lo mejor—interviene Gustavo apoyado por Ian.
—Dejenme solo—repite sin un atisbo de paciencia.
Los ángeles se van, no sin antes dedicarme una mirada de advertencia. El silencio se vuelve sofocante, sentándose en mis hombros y en mi pecho como piedras pesadas.
—¿Miguel?—decido ser yo quién rompe con el silencio.
—Ven.
Rodeo el sofá para verlo de frente, me acerco con Joel a mi lado, me alegra haberlo encadenado a mi, no me gustaría estar sola en este momento. El aire abandona mis pulmones al ver su rostro hinchado lleno de cardenales. No espero a que me dé su permiso, sano sus heridas de inmediato.
—¿Qué pasó?—cuestiono con demasiadas dudas.
—No es importante.
¡¿Qué no es importante?!
—¿Te enfrentaste a Morningstar?
—¿Cuando regresaste?—evade mi pregunta con otra.
—Miguel.
—Responde, Evelyn—cuestiona firme.
—Hace unos días.
—¿Dónde?
—En el norte, en el lago de siempre.
—¿El lago de siempre?—murmura Joel frunciendo el ceño sin entender de qué hablamos, los ojos de mi hermano se pierden viendo al hombre encadenado a mí.
—¿Quién es él?
—Joel, ha estado ayudándome desde que regresé—los ojos de mi hermano recaen en nuestras muñecas.—Han pasado muchas cosas.
—¿Qué clase de cosas?
—No lo sé, yo… He tenido lagunas mentales, tengo pesadillas me atormentan todo el tiempo desde que regresé, y desaparezco sin saber la razón de lo que hago o a dónde voy—suelto todo sin contenerme, después de todo, si alguien puede ayudarme en entender esto es Miguel.—Creí que era efecto secundario por cerrar los portales, pero…
—¿Cerrar?—enarca la ceja.
—Si, ese ha sido mi objetivo desde que regresé, solo me falta uno.
—Las puertas siguen abiertas, Evelyn.
¡¿Qué?!
—No es posible, yo las cerré—mi hermano niega.—Joel es mi testigo—el hombre a mi lado asiente.
—Yo mismo la ví hacerlo—me apoya.
—Entonces cómo explicas el despertar de los gigantes, que los demonios siguen atacandonos y la fuerza de Star sigue aumentando—recrimina molesto, como si todo esto fuera mi culpa.
—No lo sé, estoy tan confundida como tu, Morningstar debió encontrar otra forma de hacerlo—yo no pude volver a abrirlas, no tiene sentido.
Miguel suspira frustrado.
—Están subiendo Evelyn, tienen a nuestros hermanos, siguen despojándonos de nuestras alas, y como sabrás cuando termine su ataque aquí irá por papá—advierte.
—No—solo hay una manera en que ese demonio del infierno pueda subir.—No lo subiré, jamás.
—Tienes que cerrar esas puertas de nuevo, hay que evitar que sigan ganando terreno sobre nosotros.
—Tengo que encontrar quién está abriéndolas primero, de nada sirve que los cierre si vuelven a abrirlos.
—Tu ocupate de cerrarlos, yo me ocupo de que permanezcan así.
—¿Es decir que volveremos al bosque y al desierto?—se queja Joel.
—Si—me limito a responder, manteniendo mi concentración en mi hermano.—¿Qué hago con respecto a mis lagunas?