Evelyn
La arena se sacude bajo mis pies dificultando mi tarea de llegar al portal, se escabulle entre mis brazos, mis manos y piernas, arrastrándome hacia atrás lejos de él. Me impulso con todas mis fuerzas hacia delante hasta que al fin consigo llegar a la puerta.
Escucho sus gruñidos y fuertes pasos detrás de mí queriendo detenerme, ruedo por la arena al ver sus intenciones de atraparme, vuelo por el aire escapando de sus manos, reacciono rápido golpeando su quijada, gruñe al impacto de mi puño contra su rostro, lo golpeo tanto como puedo hasta que mis nudillos empiezan a pintarse de rojo.
El gigante bañado en fuego golpea mi cuerpo con su palma lanzándome lejos, caigo al suelo luchando por recuperar el aire que saco de mis pulmones. Me levanto dispuesta a continuar con esta pelea hasta cerrar ese maldito portal. Los ladridos de los malditos canes del infierno se escuchan sobre el ruido que hace el viento, las figuras de demonios emergen junto con ellos avanzando hacía mi dirección. El gigante lanza otro golpe que pretende aplastarme, pero logro alejarme a tiempo. No voy a poder luchar contra todos al mismo tiempo, son demasiados para mí y el gigante agotó mucha de mi energía.
Un crujido en el cielo me alerta, las nubes se mueven permitiendo la luz celestial pasar iluminando el camino hasta la tierra, la ruptura en el cielo me informa de su llegada, observo el cuerpo de un rival fuerte y poderoso caer hasta la arena para ayudarme a enfrentar al monstruo frente a mí. Sonrió agradecida por su llegada.
—Evelyn—mueve la cabeza en forma de saludo, su voz fuerte y grave reverba por el desierto con fuerza.
—Ezias—nuestro único gigante que vive en las tierras de mi padre se une a mi lado.
—Has perdido el toque, Lyn—se burla preparándose para atacar al gigante del infierno, su sonrisa ladeada me indica que él también recuerda esas horas de prácticas y peleas que teníamos en los jardines del cielo.
—Solo estaba calentando—le sigo el juego.
—Yo cuido tu espalda, tu cierra esa puerta—dice antes de correr hasta el gigante en llamas comenzando su pelea, al mismo tiempo que intenta pisar a los canes que me buscan para matarme.
Me muevo con rapidez entre las partículas de la arena poniendo a dormir a los demonios, utilizo a mi favor la arena que vuela a nuestro alrededor para atacarlos sin que me vean venir. Una vez terminó con ellos voy por la puerta, recito las palabras dejando mi energía en él para cerrarla de una vez por todas.
No es hasta que el viento que golpea mi cuerpo se detiene que abro los ojos de nuevo, me dejo caer a un lado mirando el cielo despejado, espero que mi cuerpo sane para volver a levantarme. La sombra grande de Ezias me hace levantar el rostro, extiende su mano para que la tome y pueda ayudarme a levantarme.
—Tienes que seguir con los demás, no puedes caerte ahora—dice en un intento de motivarme a continuar, asiento consciente de ello.—Es bueno verte de nuevo Lyn.
—Lo mismo digo, Ez—sonrío nostálgica, el sentimiento de culpa golpeándome de nuevo.— ¿Cómo está todo arriba?
—Es un caos que intentamos arreglar—suspira cansado.—Debo irme. Te veo cuando todo esto termine.
Asiento sin ser capaz de hablar, lo veo alejarse y desaparecer por las montañas de arena en busca de los otros gigantes del infierno.
°||°||°||°
Mis uñas dejan una huella en el frío y lodoso suelo, sangre pinta mis piernas donde sus uñas se incrustan, me aferro con todo lo que tengo para permanecer en mi lugar recitando las palabras para cerrar la maldita puerta, pero empujan mi cuerpo con más fuerza impidiendo que lo haga, es difícil concentrarme y pelear mientras siento como drenan mi energía.
Evelyn, necesito que me escuches.
Aparecen de nuevo los juegos mentales. Aunque sé que es un truco no puedo evitar que su voz me afecte. Logro juntar la energía suficiente para iluminar mi cuerpo y que logren soltarme, me arrastro por el suelo hasta la puerta con más de esas sombras rodeándome, buscando en mí aunque sea una pequeña demostración de vulnerabilidad para volver a atacarme.
La daga, Eve, necesito que encuentres la daga.
La desesperación en su voz me hace fruncir el ceño, sin embargo continuo con mi misión, ignoro sus voces repitiendo las palabras que terminan por cerrar la puerta. Una opresión en mi pecho me impide respirar con normalidad, después un dolor se expande por cada parte de mi cuerpo.
Grito con todas mis fuerzas dejando salir toda la frustración, enojo y tristeza que siento, mi luz se intensifica llenando la cueva de claridad, quemando todo ser que quedaba en este lugar.
—Te dije que no volvieras a joderme—alzo la cabeza encontrando la figura de Maia en la entrada de la cueva. Logro levantarme preparándome para enfrentar el ser que está dentro de mi amiga.
—¿Quién eres?—ataco sin paciencia alguna.
—Tú amo, y te ordeno que vuelvas a abrir esa maldita puerta.
¿Mi amo? Yo no soy esclava de nadie imbécil.
—No—sentencio firme, con mi guardia en alto.
Gruñe algo que no logro entender. Su voz se torna grave y profunda erizando mi cuerpo, me mantengo tácita en mi lugar negada a permitir que vea que puede afectarme.