El ángel de la muerte: La Ascensión Del Diablo

Capítulo 24. Familia

Maia

Sus gritos son como navajas enterradas directo a mi corazón, no puedo soportar sus llantos, sus lágrimas bañando sus mejillas, viéndome con auténtico miedo y confusión.

—Maia, ¿quiénes son ellos?—mi madre se retuerce en la silla amarrada de pies y manos, voltea a ver a las demás personas alrededor de nosotros viéndola de una manera que asusta a cualquiera. No tengo ninguna duda de que ellos también están sufriendo como yo, que también están siendo poseídos sin poder liberarse del demonio que tienen dentro.

—¿Qué estás haciendo hija?—habla mi papá herido por lo que cree que son mis acciones.

Papá…

—No soy tu hija—Lucifer escupe asqueado.—Nunca sería hija de un humano débil y bueno para nada como tú.

—¡Maia!—mi madre jadea impresionada.

—¿Mai?—mi hermanito me llama asustado.

Es mentira, todo lo que diga es mentira.

Intento hacerles saber, pero nada de lo que hago funciona. Me parte el corazón verlos así, sin saber lo que pasa ni por qué me comporto tan fría y distante con ellos.

—¡Tu no eres mi hermana!—grita Uli luchando contra sus ataduras.

—Vaya, eres mucho más astuto que los adultos.

—¿Qué?—mi madre frunce el ceño sin comprender.

—Qué no soy tu hija Sara—rueda los ojos exasperado.—¿Qué no me reconoces mea pulchra human?

—No—ahoga un jadeo, sus ojos se abren de sobremanera, negando una y otra vez.

—Si amor, volví. Y más fuerte que nunca—se acerca a ella quedando centímetros frente a su rostro.

—¿Sara?

—¿Mamá?

—¿Qué le hiciste a mí hija imbécil?—escupe sin un ápice de miedo.

Aún no logro entender cómo mi madre tuvo algo que ver con el diablo.

—Sigues teniendo ese fuego en tu mirada, amica mea.

—¡Cállate!

Morningstar se ríe con burla.

Nuestra hija, está muy bien cuidada, no te preocupes.

La mirada que mi padre nos dedica a ambas termina de romperme en pedazos, no quería que supiera, no quería decir nada porque temía este momento, que me viera de otra manera, que me rechazara, que dejara de verme como su hija, porque para mí él es y siempre será mi papá, no puedo imaginar mi vida sin él a mi lado, apoyando cada paso que doy en mi vida.

Él no es nada tuyo.

Me dice el Lucifer molesto.

Te equivocas, él es todo para nosotros mientras tu siempre permanecerás como un error que pronto nadie recordará.

Estoy molesta, enojada y furiosa. Quiero hacerlo pagar por lo que nos está haciendo. Mis palabras parecen encienden algo en él, se acerca a mí hermano apretando su brazo con demasiada fuerza. Entro en pánico temiendo lo que pueda hacerle.

—¡Deja a mi hijo en paz!—grita mi papá, los demonios vienen a su encuentro para sostenerlo contra la silla.

—Suéltalo Lucifer—los demonios vienen por mi madre también.

—No la toquen. A ella nadie más que yo la puede tocar—demanda autoritario.

—¿Qué es lo que quieres?—mi mamá regresa la vista a él.

—Creí que ya lo sabias. Quiero que volvamos a ser una familia.

—Nunca imbécil, nunca seremos familia.

—Me gusta cuando te pones ruda—guiña un ojo.—No estás en condiciones de opinar cariño.

Sin más, de mi boca salen palabras que jamás había oído en mi vida, mi hermano grita de dolor viendo el punto donde las manos de Lucifer lo tocan.

Déjalo en paz.

—¡No! Suéltalo.

—¡Te voy a matar!—ruge mi papá.

Uli grita y llora desgarrandome el alma. Por más que intento detener a Lucifer no puedo, no tengo la fuerza, no sé cómo logré tomar el control antes.

Al fin lo libera mostrando una marca en su brazo.

—Si me matas lo único que pasará es que pasaré al cuerpo de tu hijo—anuncia viendo el símbolo en el brazo de mi hermano.

Maldito. Mil veces maldito.

—Tómame a mí pero deja a mis hijos en paz. Por favor—suplica mi mamá derrotada.

—Serás mía Sara, eso te lo aseguro, una vez que mate el lazo que te une a este hombre serás toda mía.

Mi madre mira a papá con temor, mientras él mantiene el mentón en alto dispuesto a enfrentarlo.

—No te atrevas…

—Cómo dije antes, no estás en condiciones de imponer algo, Sara.

Lucifer hace un movimiento con la cabeza hacia los demonios que sostienen a mi papá.

—Tómame a mí, llévame a mí, no a él—insiste mi madre aterrada.

Morningstar no escucha, la ignora viendo como someten al suelo a mi papá y comienzan a golpearlo con clara intención de matarlo.




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