El ángel de la muerte: La Ascensión Del Diablo

Capítulo 25: El símbolo del diablo

Evelyn

Regreso a la casa con el hombre en mis brazos, aún inconsciente por los golpes que le dieron. Fue un milagro haber encontrado el extintor que nos ayudó a escapar. Sigo sin comprender porque me llamaron a mí, escuché súplicas desesperadas por mi ayuda, antes de saber quién me llamaba yo ya estaba frente a Lucifer.

–¡¿Qué pasó?!—Archer se acerca alterado al verlos heridos.

—¡Archer!–el niño grita llorando. Mi amigo se acerca a él analizándolo de pies a cabeza, mientras yo sigo atendiendo al humano. —¡Me duele! ¡Me duele!

Los ojos de mi amigo se abren por completo al ver lo que hay en su brazo.

—Está marcado—murmura Miguel parado junto a ellos. Julian se acerca con cuidado para ayudarme con el humano, los demás se quedan atrás dándonos espacio para trabajar.

—Ayúdenos por favor—me suplica su madre.—Eve, por favor ayuda a mi bebé—se gira hacía mí con lágrimas cayendo por sus ojos.

¿Cómo sabe mi nombre?

¿Nos conocemos?

No. No puede ser.

—¡Mamá, me duele! ¡Me duele! ¡Me quema!—solloza el pequeño.

—Eve, por favor, salva a mi bebé—repite desesperada, sin saber que hacer aliviar su dolor.

Me inclino frente al niño, Archer extiende su brazo a mi dirección para que pueda ver la marca roja en su antebrazo. Trago grueso sabiendo el significado detrás.

—¿Puedes ayudarlo?—cuestiona mi amigo preocupado.

Ahora mismo soy la única que puede hacerlo. Miro al pequeño niño asustado y lleno de dolor.

—Te voy a ayudar, puede que duela un poco—advierto segura que no va a ser fácil.—¿Listo?—asiente con la cabecita hipando del llanto.

Cubro el símbolo con mi mano, sosteniendo su brazo con fuerza, cierro los ojos poniendo toda mi concentración en pasar el símbolo de su cuerpo al mío. Murmuro las palabras para comenzar la transferencia, el ardor no tarda en llegar a mí, me planto en mi lugar soportando el suplicio que esto me genera lo mejor que puedo. Logro terminar de recitar las palabras ardiendo por dentro, espero unos segundos antes de retirar mi mano, el niño mira su brazo ahora sano, libre de ataduras con el demonio.

—Gracias—rodea mi cuello abrazándome con fuerza.

—No hay de que—respondo tragándome el dolor que el símbolo me provoca.

—¡Mamá!—corre a abrazar a su mamá. La mujer le llena el rostro de besos rodeando sus brazos alrededor de él con fuerza.

—Gracias—me mira con una débil sonrisa llena de agradecimiento.

El padre comienza a despertar acostado en el sofá. Ella corre a su encuentro sin soltar a su hijo.

—¿Maia?—el hombre pregunta con un hilo de voz.

Ella niega con lágrimas resbalando por sus mejillas, él asiente abrazandolos a ambos. Los dejamos solos para que puedan procesar todo lo que paso. Me alejo caminando al baño, ignorando las miradas que me dan todos. Descubro el costado de mi estómago viendo el símbolo que puse ahí para que el niño no pudiera verlo. No quería que se sintiera mal al saber que yo absorbí su poder, que ahora soy yo quién carga con la figura de la transferencia del diablo.

—¿Eve?—Julian me llama del otro lado de la puerta, suspiro hondo antes de abrirla. Permito que sea el único que entre al pequeño espacio.

—Era lo que se debía hacer—es lo primero que digo, antes de que empiece a regañarme.

—Dejame ver.

Descubro mi cuerpo permitiéndole ver el símbolo.

—¿Te duele?

—Puedo soportarlo.

Asiente despacio, se mueve por el baño buscando algo, saca de una gaveta un bote pequeño con líquido transparente, no tiene que decirme que es agua bendita para saberlo. Lo destapa poniendo un poco en las yemas de sus dedos, los pasa por el símbolo en mi piel cuidando no lastimarme. El efecto es inmediato, el dolor disminuye considerablemente, ahogo un jadeo de alivio.

—¿Sabes lo que esto significa?

—Que me va a ser más difícil matarlo—porque si lo hago solo lograré que posea mi cuerpo.

—Está pensando en todas las posibilidades para permanecer aquí, mientras nosotros apenas damos un paso él ya dio tres, necesitamos adelantarnos a él.

—Ese es el problema, que no tengo idea que planea hacer ahora.

—La daga. La está buscando, la tengo escondida en…

Tu cuerpo es mi mejor arma, tu mente mi poder para manipular a mi voluntad…

Sostengo mi cabeza escuchando la voz de Morningstar en mi cabeza. Niego expulsando cualquier signo de él.

—¿Eve?

Eres mía ángel de la muerte, deja que mi voz sea tu guía en esta guerra. Ven a mí y cumple tu juramento.

¿Juramento?

—Está llamándome.

—¿Quién?—Julian me mira preocupado.

—Morningstar, él…

Te invoco, mi ángel de la muerte. Aparece frente a mí si no quieres que las consecuencias sean peores.




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