El ángel de la muerte: La Ascensión Del Diablo

Capítulo 27: Desconfianza y peleas

Julian

Mis pulmones arden, mis ojos queman, la sangre sube hasta mi cabeza punzando con fuerza. Sin nuestros poderes es difícil neutralizar a los humanos poseídos. Mi hermano los empuja lejos de mi peleando contra el hombre que me asfixia.

Respiro con dificultad, siento como una llamarada de fuego me quema por dentro, Kien noquea al humano poniéndolo a dormir. Toso batallando para llenar mis pulmones con aire.

—¿Julian?—me examina Miguel.

—Estoy bien—ese humano era el último que nos quedaba por neutralizar.

Como lo habíamos planeado, Morningstar tiene a sus secuaces siguiéndonos, está desesperado por encontrar el arma que nos puede matar.

—Tenemos que movernos, seguro Eve ya está esperándonos en el restaurante—me ayuda a levantarme.

Los cinco nos movemos en la oscuridad hasta llegar al punto de encuentro, soy el último en entrar asegurándome que no hay más demonios que nos siguieron. Todo luce extrañamente tranquilo, hasta que un ruido viniendo de atrás nos alerta. Con un movimiento de cabeza Miguel nos indica avanzar con cautela. Sin hacer el menor ruido abro la puerta que da a la cocina.

—¡Qué hiciste!—encaro a Archer parado frente a mí ángel amarrada en la silla inconsciente olvidándome de todo lo demás. El demonio se interpone entre los dos deteniéndome.

—Estaba teniendo un ataque—frunzo el ceño.—No estaba cómodo con dejarla sola así que vine en cuanto deje la daga, la encontré convulsionado pidiendo que parara.

—Estaba luchando contra Morningstar—Miguel se acerca para verla, buscando el amuleto que desapareció hace días. Unos ruidos afuera del restaurante nos alertan.—Tenemos que irnos.

Sin permiso de nadie desamarro las cuerdas que la sujetan.

—No sabemos si será ella cuando despierte—advierte Archer. Lo ignoro cargándola en mis brazos.

—Julian, ella puede no estar más ahí—Gustav me detiene.

—Lo mejor es que la dejemos—Ingrid da su opinión que nadie le pidió.—No me mires así Julian, puede atacarnos en cualquier momento, es mejor que la dejemos aquí encerrada mientras nos ocupamos de detener a Lucifer.

—Nadie va a dejar a nadie—Miguel intercede antes de que diga algo. —Vamos a la casa, ahí nos ocupamos de mi hermana.

Cargo a Eve en mis brazos pegándola a mi pecho, Archer desaparece con mis hermanos, llevándolos a la casa.

—Voy a cuidarte mi amor, solo resiste—susurro besando su frente.

Mi amigo aparece de nuevo llevándonos a nosotros, aparecemos en el centro de la sala dónde todos esperan por nosotros.

—¿Qué le pasó?—Joel es el primero en acercarse examinándola. La recuesto en el sofá con cuidado, sintiendo su cuerpo tenso, su rostro contraído por la lucha interna que está teniendo.

—¿Dónde está la daga?—mi hermano pregunta en cambio.

—Escondida—responde Archer cruzado de brazos.

Me aseguro de acomodar una almohada en la cabeza de Eve, Joel la cubre con una manta que encontró en la orilla del sofá.

—Está pálida—Ian toca su brazo—y fría.

—Voy por agua bendita, eso va a ayudarla—Tobías corre hasta la cocina dónde guardo un poco del líquido bendito.

—¿Dónde?—insiste Miguel aún discutiendo con Archer.

—Si te lo digo dejará de estar escondida—ironiza el demonio.

Tobías regresa arrojando gotas de agua a mi ángel, su rostro se descompone haciendo expresiones de dolor al punto de despertar gritando.

—Detente—solo está empeorandolo. La marca en su abdomen no ayuda a aliviar su dolor.

—No tengo tiempo para tus bromas demonio, entrégame el arma.

—¿Quién eres tú para darme órdenes?

Poso mis manos en el cuerpo de Eve curando cualquier mal que tenga, sin embargo nada funciona, el dolor persiste.

—Eve, necesito que me ayudes—no tengo idea de cómo detener esto.

—Nunca debimos confiar en él—Ingrid se apresura a decir.—Es igual que ella, te lo dije Miguel, son unos traidores.

—Lo dice el ángel experto en lealtades, quién quiere deshacerse de uno de ustedes, porque Eve sigue siendo un ángel, lo cual no puedo decir lo mismo de tí, ¿que no al cortarte las alas te conviertes en un ángel caido como Morningstar?

Archer la golpea en dónde más nos duele, Ingrid se mueve dispuesta a dar pelea, Miguel la detiene del brazo, Archer los mira retadores, mientras yo me enfoco en sanar a mi ángel que sigue sufriendo.

—¡Fuera!—una voz corta con la tensión de la casa.

—¿Qué?—Ingrid mira a Sara sin comprender lo que dijo.

—¡Fuera todos!

—Sara…

—¡Sara nada!—corta a su esposo dirigiéndose a todos en la habitación.—Están tan cegados en sus propias batallas que no ven lo que está sucediendo. Sin darse cuenta Lucifer los está afectando, están atacandose entre ustedes, dudando de sus lealtades, abandonando compañeros, desafiandose como si fueran el enemigo, cuando el enemigo está ahí afuera, disfrutando de verlos destruirse entre ustedes.




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