Evelyn
Revivir a esas almas creará un cataclismo descomunal que no podremos luchar, mezclar almas y dimensiones terminará por quebrar el mundo.
Lo puedo oír susurrar en mi mente, persistente en tenerme como suya para utilizar a su conveniencia. Aferro mis piernas a mi pecho, sosteniéndolas con mis brazos, hecha un ovillo en la cama, poniendo todo de mí para ignorar su mandato.
—¿Puedo pasar?—la madre de Maia se asoma por la puerta, asiento sin moverme de mi lugar. Se acerca a la cama sentándose en la orilla. Alzo la mirada para verla, me mira con una mezcla de ternura, tristeza y melancolía.
—Lamento lo de tu hija, no quería lastimarla…
—Lo sé—suspira.—Ella te tiene un cariño único, cuando te fuiste no dejaba de hablar de ti, de lo mucho que te extrañaba—un sollozo escapa de mis labios.—Yo también te he extrañado Lyn.
Aparto las lágrimas de mis mejillas con la duda danzando en mi cabeza, son pocos los que me llaman así, no es coincidencia que ella lo haga.
—¿De dónde me conoces?—pregunto sin rodeos.
—Soy yo Lyn, Sara.
¿Sara?
—Ha pasado tanto tiempo, pero tú sigues igual que la última vez que te vi, antes de escapar del infierno.
—Sara—murmuro sin poder creerlo.
La última vez que la vi fue en el infierno, pasé días enteros cuidando de ella como me lo pidió Morningstar, al principio nuestra relación no fue la mejor, pero con el tiempo se fue ganando un pedazo de mi corazón que creía muerto. La empecé a ver como una amiga, la única real que tenía allá abajo.
Me confesó que él la engañó enamorandola, haciéndola bajar al infierno con un pacto. Un día que fui a verla ya no estaba, había desaparecido del infierno, después supe que había logrado escapar con ayuda de mis hermanos. En ese momento me sentí traicionada, abandonada, utilizada, que en realidad nunca le importó la amistad que tuvimos, solo me usó para mediar entre ella y el diablo.
—Te vez… mayor—respondo estúpidamente. Ríe negando con la cabeza.—¿Por qué no te despediste?—recrimino, he tenido esa duda por años.
—Quería hacerlo, quería llevarte conmigo, pero los ángeles dijeron que estabas en el infierno por decisión propia, porque estabas pagando algo que cometiste. No entendí porque querías quedarte en el infierno, eres tan diferente a ellos, fuiste lo mejor que me pasó en ese lugar…
—Cometí errores, Sara. Muchos.
—Te entiendo. Yo misma he cometido errores, pero ellos me trajeron los más grandes amores de mi vida. Maia, Ulises y mi esposo son todo lo que siempre he deseado. No los cambiaría por nada del mundo.
Yo tampoco cambiaría a mi pequeña familia disfuncional por nada. Se mueve en su lugar sacando la daga de una caja que tenía en el piso.
—Es hora de que su dueña lo tenga de regreso.
¿¡Está loca!?
—No puedo tenerlo—me ignora poniéndolo en mi mano.
—Sara, no…
—Yo también puedo oírlo Eve, susurrando en mi oído, sentir mi piel erizada todo el tiempo, el suspiro de su boca detrás de mi nuca, con la incertidumbre de cuando me atacará de nuevo—admite sorprendiéndome.
—¿Cómo lo controlas?
—Mis hijos son el mayor poder que tu padre me obsequió. Cuando lo siento cerca cierro los ojos concentrándome en ellos, siento su luz rodearme, protegiéndome de cualquier mal, hasta que poco a poco su voz no me molesta más. Está ahí, siempre ha estado ahí, pero su presencia ya no me molesta más, porque yo no le doy el poder para hacerlo.
—Enseñame—suplico desesperada.
—Cierra los ojos—lo hago, cierro mis ojos.—Concéntrate en las personas que más amas, piensa en todos los lindos momentos que has pasado con ellos.
Lo hago, pienso en todo lo bueno que he pasado a lo largo de mi vida, a lado del amor de mi vida, de mis hermanos y mis amigos, incluso en los buenos momentos que pasé con Adam, en la familia que creí tener, en las risas y travesuras que hicimos. Cierro los ojos viendo toda mi vida pasar a través de mis párpados.
—Ahora siente el poder de tu padre rodearte, siente como su luz envuelve tu alma protegiéndola de todo peligro—la voz de Morningstar comienza a ser menos ruidosa.—Su luz es fuerte, su luz es poderosa, nadie puede tocarte mientras mantengas esa luz dentro de ti. ¿Lo sientes?
—Si—no puedo creer que esto esté funcionando.
—Todo lleva su práctica, poco a poco podrás controlarlo mejor.
—Gracias Sara—una esperanza que hace mucho no sentía me invade.
—Tu me cuidaste a mí por mucho tiempo, es mi turno de hacer lo mismo—deja la daga en mi palma envolviendola en mi mano, mirándome directo a los ojos.—Eres mucho más fuerte que él, no dejes que te convenza de lo contrario Eve.