Archer
—¿Te dijo para qué quiere vernos?—pregunta mi novia acomodando la mesa para la comida.
—No, solo me pidió que estuviéramos todos aquí.
Ulises corre por la casa hasta estrellarse conmigo, alza las mano pidiéndome que lo cargue.
—Avión. Avión.
Desde que lo lancé en el aire una vez a modo de juego no deja de pedirme que lo vuelva a hacer.
—Después de comer juegan, ahora hay que terminar de preparar la mesa—nos regaña la mujer de mi vida.
Fue duro para ella regresar a la "normalidad" si es que aún existe esa palabra, aún tiene pesadillas en las noches, las cuales yo me encargo de ahuyentar, apareciendo en ellos para protegerla de aquellos fantasmas que resurgen para atormentarla. Aún no me ha dicho lo que pasó cuando abandonó su cuerpo, pero le agradezco al padre de mi hermana por habermela regresado. No sé qué hubiera hecho si la perdía ese día.
—Amor, puedes ayudar a papá a traer la otra mesa—me pide con esos ojos que no me permiten negarle nada.
—Vamos pequeño terremoto—dejo a Uli en el suelo, yendo junto a él por la otra mesa.
—Buen día Archer—saluda Herbert.
—Herbert, Ian, buen día. Gracias por venir.
—¿Sabes qué quiere Julian ahora?—pregunta Ian confundido.
—No, ya nos contará cuando llegue.
Espero que no diga algo como que el maldito demonio regresó, o que encontraron otra manera de subir porque mataré a todos antes de que vuelvan a atacar a mi novia.
—Vamos, Archer, vamos—el pequeño Uli jala de mi mano para ir hasta su padre.
—Tengo que ir por unas cosas, pueden pasar a la casa.
—Gracias.
Sigo mi camino hasta la parte trasera de la casa dónde está el padre de mi novia armando la mesa.
—¿Necesita ayuda?
—Si, puedes hacer tu magia y llevar esto adentro.
—No hay problema—el pequeño travieso que tengo por cuñado se monta en la mesa esperando que saltemos hasta la casa.
—¡Siii!—grita emocionado cayendo a mis brazos.—Otra vez, otra vez.
—Después, ahora necesito que ayudes a mamá con la comida Uli—le pide su hermana.
—Está bien—lo dejo en el suelo, sale corriendo como rayo hasta la cocina.
—Lo siento—se disculpa Maia apenada.
—No tienes nada de que disculparte, me cae bien tu hermano, es un niño muy divertido.
—Lo es—suspira.—Te agradezco todo lo que hiciste por nosotros, en especial que cambiaras ese espantoso día que vivimos como familia, eso es algo que no podré agradecerte lo suficiente.
—Tú eres mi familia, por lo tanto ellos también lo son, y la familia se cuida entre ellos, ¿no es eso lo que me dijiste?
Maia sonríe.
—Lo somos—besa mis labios.—Somos una gran familia.
—Knok, knok—entra Joel con un pastel en las manos.—Traje el postre.
Detrás de él llega el padre con Miguel y los demás ángeles, no entiendo porqué Julian los invitaría, el padre de mi novia cierra la puerta después de dejarlos pasar.
—¿A qué hora dijo que vendría?—cuestiona la señora y jefa de esta casa.
—Hace media hora—no es normal que él llegue tarde.
Nos sentamos en la mesa esperando que el dichoso ángel aparezca. Los toques a la puerta indican al fin su llegada.
—Yo abro.
Sostengo la perilla preparándome para reclamarle, pero las palabras quedan atoradas en mi garganta cuando un cuerpo impacta contra el mío.
¿¡Qué mierda!?
—Este es el saludo que quería—murmura la loca que tengo abrazada a mí. Por un momento no sé cómo reaccionar, no sé si es real o un sueño, ha pasado tanto tiempo desde la última vez que la ví que comenzaba a olvidar su rostro.
—Me tienes que regresar el abrazo—me explica como si yo no supiera. Es ella, mi hermana regresó. Mis brazos la rodean con fuerza con tantos sentimientos acumulados en mi pecho que me abruman por un segundo.
—Estaba por salir a matar a tu ángel—sus hombros se mueven indicándome que se está riendo.—Tardaste mucho.
—Me gusta molestarte, lo sabes—gruño en respuesta.
—¡Eve!—Maia se levanta de su asiento para saludarla, no espera que responda, se lanza a sus brazos para abrazarla como tanto ha estado esperando desde que ella se fue por primera vez.
—Perdóname, yo no quise hacerlo, no pude…—comienza a decir Evelyn atropelladamente.
—Lo sé—la tranquiliza Maia.—Gracias por salvarlos.
Eve se relaja regresando el abrazo. Los demás también se acercan para saludar al ángel que nos salvó a todos.
—Me alegra verte Lyn.
—Yo igual Sara.
—Lo lograste—la felicita Miguel.
—Lo logramos—lo corrige.—No fue fácil y les agradezco su ayuda infinitamente, sin ustedes yo no hubiera podido terminar con Morningstar.