Una larga cabellera roja resaltaba entre un grupo de personas que caminaban en una calle a pleno sol de verano.
El clima cambió de forma drástica. De pronto, el viento empezó a soplar fuerte, la temperatura comenzó a bajar, y enseguida hubo una densa neblina. Nadie pareció notarlo, solo la mujer de cabello rojo.
Ella se cruzó de brazos y aceleró el paso para protegerse del frío cada vez más intenso. Su corazón latía con fuerza y parecía que, a pesar de caminar rápido, no llegaba a ningún lugar.
Escuchó una voz en tono de súplica.
—¡Ven!¡Aquí estoy!
Miró a su alrededor con sorpresa, se dio cuenta de que era la única persona que había escuchado, todos estaban distraídos.
—¡Estoy aquí! —insistió la voz.
La pelirroja continuaba buscando, pero no veía otra cosa que no fueran edificios, autos o personas que caminaban. No pasó mucho tiempo para que comenzara a desesperarse. A pesar de eso no se rindió, algo en su corazón le decía que debía encontrar el origen de aquello.
Pasos más adelante, vio a lo lejos una figura humana, era como una sombra justo en medio de la calle; la sombra de un hombre que no podía dirigirse hacia ella, a pesar de que parecía intentarlo, como si alguien o algo invisible estuviera sujetándolo con mucha fuerza.
—¡Aquí estoy! —Escuchó que le repitió, mientras extendía su mano con desesperación—. ¡Por favor, ven!
Ella apuró el paso, ignoró el tráfico y caminó hacia eso que la llamaba. Los autos se detenían con brusquedad a pocos centímetros de chocar contra sus piernas; sin embargo, eso no la inmutaba, llegar hasta la sombra era, en ese momento, lo más importante en su vida.
Ya estaba casi allí, pero unas personas comenzaron a aglomerarse junto a ella. Al momento, se convirtió en una multitud que le impedía el paso. La mujer observaba a su alrededor, la gente no tenía intenciones de detenerla; algunos, hablaban por teléfono; otros, se notaban entretenidos, no la miraban, solo estaban allí.
—¡Disculpe, señor, necesito pasar! ¡¿Puede hacerse a un lado?! ¡¿Señor?!
Era inútil, nadie la escuchaba. Se quedó mirándolos confundida, estaban tan juntos y tan distraídos que pensó que la única forma de continuar sería abriéndose paso a la fuerza.
Comenzó a empujar, primero con delicadeza y luego sin lástima. A duras penas se hacían a un lado y a ninguno le importaba. Con firmeza, avanzó con sus brazos protegiéndose la cabeza, movió sus pies hacia adelante hasta que pudo distinguir lo que la llamaba.
Extendió el brazo con dificultad y continuó avanzando, las manos de ambos estaban a punto de tocarse al fin. No imaginaba qué haría luego, ni siquiera sabía si aquella sombra sería sólida, o si su mano la traspasaría; lo único de lo estaba segura era de que debía llegar hasta ella, pocos centímetros faltaban para intentar tocarla.
En eso apareció de la nada un ser oscuro y de gran tamaño. Esta figura tenía la apariencia de un ángel vestía una túnica negra y tenía unas alas que sobrepasaban su tamaño, eran de un negro intenso y se desplegaban a ambos lados de su cuerpo. La mujer observó sus ojos, eran de un color negro, tan vivos como sus alas, solo que estos poseían un brillo especial. Su cabello, negro también, era tan largo como el de ella, suelto a la espalda, pero estaba recogido de tal forma que no le molestara en el rostro. eÉl la miraba fijo como si quisiera decirle algo, aun así, no salió algún sonido de sus labios. Entonces, con asombrosa velocidad desenvainó una filosa espada y desvaneció la sombra que se evaporó poco a poco.
La joven pelirroja se tragó un grito de terror, un poderoso sentimiento se apoderó de ella, temió que algo terrible estuviera por ocurrir, algo que no podría controlar.
No supo que hacer, así que cerró sus ojos y los apretó con fuerza, unos hermosos ojos color miel, y deseó que todo fuera parte de un sueño.
Los abrió enseguida y experimentó un frío desagradable recorrer su cuerpo con rapidez. Pudo distinguir, con dificultad, las flores blancas que decoraban la pared de su habitación, aún, no había amanecido. Sintió entonces un alivio que nunca creyó llegar a sentir, a pesar de eso, el sueño fue tan real que no podía mover su cuerpo y tuvo que esperar unos minutos para poder levantarse de la cama.