El Angel de su alma gemela

Capítulo 18: la respuesta.

Anna quedó maravillada al ver dónde vivía Alexander, tan solo el edificio le parecía lujoso, pensó que de seguro todos los que vivían allí eran ricos, se sentía muy fuera de lugar.

Entraron al ascensor. Una vez que llegaron arriba caminaron por el hermoso pasillo con piso de mármol beige y paredes color crema muy alumbrado y con bellos cuadros artísticos a los lados.

—¡Guao! —murmuró cuando entró al apartamento y se sintió apenada al hacerlo, por suerte, Alexander parecía no haberlo notado, en ese momento se encontraba hablando por teléfono para ordenar la cena.

Anna se sentía fascinada con todo lo que veía, aun cuando no quería parecer estarlo para no hacer creer a Alexander que era amiga de lujos y que por ese motivo ahora le prestaría mayor atención. Porque no era así, para ella el dinero no tenía gran significado, aunque tampoco hubiera renunciado a ello, en realidad, era agradable, muy distinto a lo que ella estaba acostumbrada a ver. De nuevo tuvo el sentimiento de que no encajaba allí, de no pertenecer a su vida, que había muchas cosas que no tenían sentido. ¿Por qué se habría fijado en ella, pudiendo conseguir una mujer de mejor categoría? ¿Cómo era posible eso de que él no había estado en una relación seria en toda su vida? Ahora, estando allí, le costaba muchísimo creer que todo lo que le había dicho era cierto, aunque una parte de ella se sentía mal al dudar de él.

Anna recibió un tour del propietario. La cocina fue lo que más la impresionó. La que había en casa de sus padres era simple y diminuta, con dificultad se podían meter a dos personas allí al mismo tiempo. En cambio, esta era enorme, toda de mármol negro y tanto el refrigerador, microondas y demás electrodomésticos se veían muy tecnológicos. En medio, había una mesa amplia en donde podían comer con tranquilidad ocho invitados, tenía unas sillas altas con cojines azules, sin respaldar.

—¿Traes a tus amigos a menudo a comer? —preguntó Anna, que enseguida se imaginó una multitud en ese lugar.

—No. No hago fiestas con multitudes si a eso te refieres —respondió muy tranquilo.

A Anna le costaba mucho trabajo confiar en todo lo que le decía. Sin embargo, quiso darle el beneficio de la duda y esperar a ver qué ocurría.

Continuó observando la cocina. Había sobre la mesa un enorme frutero al que le quedaban unas pocas frutas, Alexander la invitó a tomar una. Además de eso, no existía nada de decoración en esa área, solo algunas botellas de distintos licores en lo que parecía ser un minibar en la esquina.

Anna recorrió el resto del apartamento mientras que masticaba una pera luego de haberla lavado, le gustaba mucho estar allí, aunque era ostentoso, lo encontraba sencillo. Le dio la impresión de que, si Alexander viviera en un apartamento mucho más grande, o en un penthouse, no encontraría obras de arte, piano de cola o cuarto de gimnasio, nada de esas cosas que algunas personas con dinero se permitían tener, había muchos espacios vacíos en ese lugar. En la sala de estar se encontraba un televisor enorme, de seguro el modelo más nuevo, nunca había visto uno así, y cuando se sentó en el sofá de la sala, dijo en voz alta que quería quedarse en ese mueble para siempre.

Un rato después, Alexander le mostró el baño de visitas y el cuarto de lavado que para él no parecían tener nada de interesante; sin embargo, ella igual se sorprendió como hacía con todo.

Sonó el timbre de la puerta, la cena había llegado.

Anna observó cómo él salió disparado a abrir, y cómo comenzó a comer antes de sacar todo el contenido de las bolsas.

—¿Qué quieres hacer? —preguntó Alexander con la boca llena mientras sacaba el resto de la comida y la colocaba sobre la mesa de la cocina.

—No me apetece hacer mucho, solo quiero seguir hablando contigo —respondió mientras que se acercaba a la mesa.

—Nunca había hablado tanto con alguien.

—¿Te molesta? —preguntó sin saber qué pensar.

—¡Para nada! Es que estoy sorprendido de mí mismo —respondió Alexander con verdadera sorpresa inmediatamente después de tragar.

Anna empezó a comer muy contenta y se deleitaba a cada bocado, no era nada elegante, eran solo hamburguesas, aun así, estaban deliciosas. Tuvo un momento de terror al pensar que, si continuaba aceptando las invitaciones para comer, subiría de peso con rapidez.

Alexander se comió dos hamburguesas con sus respectivas papas fritas y sodas. Cuando Anna pensó que había terminado de cenar, él sacó del refrigerador una preciosa torta de chocolate, picó dos pedazos y le ofreció.

—No puedo decir que no a esto —aclaró ella mientras observaba la torta con detalle.

—Es de lo más deliciosa.

—No lo dudo —respondió antes de probarla.

Al terminar de comer, Anna recibió una invitación para continuar la visita en el balcón, y al igual que todas las veces anteriores, quedó atónita con la hermosa vista y la decoración. Había una alfombra muy elegante y varios espacios para sentarse, además de una mesa con sus sillas.

Ambos posaron los brazos en el muro que rodeaba el balcón y se quedaron contemplando el paisaje mientras continuaban la charla.

—He tratado de pensar cuándo será el momento adecuado para preguntarte…, creo que ahora está bien —murmuró Alexander en cuanto hubo un momento de silencio.




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