El Angel de su alma gemela

Capítulo 15: conversando de madrugada.

El terrible sentimiento que Alexander había experimentado en su edificio pareció desvanecerse por completo al ver a Anna. Era casi como un recuerdo muy antiguo, ahora estaba frente a la hermosa pelirroja y ella le sonreía.

—No quiero parecer quejosa, pero tardaste —dijo Anna mientras que le hacía un espacio para que entrara.

—Sí, tuve algunos retrasos, pero ya estoy aquí —explicó, no quería contarle nada de lo que había ocurrido—. Te ves hermosa —añadió.

—No te creo, aun así, gracias —respondió ella después de cerrar la puerta. Llevaba puesto un suéter gris y unos pantalones blancos de dormir.

Alexander dio un vistazo rápido al lugar, consideró que, a pesar de que el mobiliario escaseaba, se sentía muy acogedor, las pocas cosas que veía estaban limpias y ordenadas. La cocina podía verse desde allí, era muy pequeña. Las paredes blancas y el piso de madera clara daban la sensación de estar en un espacio amplio y no reducido como era en realidad.

Anna lo invitó a charlar en el dormitorio, era muy entrada la madrugada y quería estar acostada. Lo primero que Alexander notó fueron las almohadas en la cama individual.

—¿Por qué tienes una, dos, tres... siete almohadas? —preguntó extrañado.

—Son para dormir —respondió Anna, a la vez que se sentaba entre ellas y abrazaba a una.

—Sí, pero ¿siete?

—Puede que parezca mucho, pero a mí me gustan —se defendió.

—Si durmieras conmigo no necesitarías tantas —bromeó y tuvo que aguantar las ganas de reír al ver la expresión en el rostro de Anna.

—No voy a acostarme contigo —aclaró ella de inmediato y apretando con fuerza la almohada, su rostro parecía reflejar una pizca de terror.

—Bueno…, si te refieres a sexo déjame decirte que yo me refería a dormir, ya sabes, acostarse y cerrar los ojos. Lo que quería decir era que, en lugar de abrazar a todas esas almohadas, me abrazarías a mí —explicó, y luego asomó una sonrisa mientras tomaba asiento en el sillón viejo que estaba al lado de la cama—. Pero despreocúpate que yo dormiré en este espectacular sofá individual —agregó en un tono sarcástico mientras que lo acariciaba con ambas manos.

Alexander notó que Anna trataba de aguantar las ganas de reír, aunque a pesar de eso se veía aún preocupada.

—Lo siento —mencionó ella después de un corto silencio—. Es que esto se me hace muy raro. Tengo que confesar… —suspiró—, que nunca había estado con un hombre en mi habitación, bueno, tengo muy poco tiempo viviendo aquí, pero me refiero a que nunca he estado con nadie. Sabes de lo que hablo, ¿no?

—Es decir, que eres vir…

—Sí —interrumpió como si se avergonzara de ello—. En realidad, que yo sepa los únicos hombres que han entrado a mi recámara han sido mi padre… —acotó mirando hacia arriba para recordar—, y un plomero, una vez que se dañó una tubería en mi baño, y bueno, los señores de la mudanza claro.

Alexander no sabía qué decir, no podía creer que una mujer tan hermosa fuera tan inocente, sabía que no había tenido novio, mas no pensó en la posibilidad de que las cosas fueran de ese modo. De pronto, sintió vergüenza de él mismo y le dirigió una sonrisa forzada, deseaba poder decirle lo mismo, al menos que solo había estado con dos mujeres o algo así. No podía decirle la verdad, si lo hacía, estaba seguro de que ella se alejaría de él. Alexander imaginó entonces el futuro próximo, tendría que mantenerla alejada de sus conocidos para que no se enterara, aunque, por otro lado, no podía estar con ella mucho tiempo sin presentarle a nadie, comenzaría a sospechar.

—Pareces tener un problema con eso —dijo Anna.

—¿Qué?, ¿yo?, ¿problema? —reaccionó Alexander, se había quedado en completo silencio.

—Entonces…

—No puedo negar que me sorprende, eres demasiado bella —aseguró.

—¿Cuál es tu color preferido? —preguntó Anna, quien pareció ruborizarse un poco.

—Azul —contestó Alexander sorprendido por el cambio de tema tan drástico—. ¿Cuál es el tuyo?

—Me gusta mucho el amarillo.

—Lo imaginé al ver la puerta, ¿no tuviste problemas por pintarla de ese modo?

—Prometí que, al mudarme de aquí, si es que lo hago, la pintaría de su color original. Tuve que firmar un contrato y todo —explicó entre risas.

—Espera, ¿qué edad tienes? —preguntó de pronto interrumpiéndola, no sabía por qué motivo había recordado su conversación con James.

—Tengo veintiocho, ¿por qué? ¿Te preocupa mi edad? —interrogó extrañada.

—Quería saberlo, siento que hay mucho que no sé de ti.

—Bueno…, lleva tiempo conocerse —afirmó ella con una sonrisa.

Alexander y Anna estuvieron una hora hablando, se hicieron un montón de preguntas, cada respuesta hacía que se sintieran más cercanos, se estaban conociendo mejor. No era una conversación sobre cosas muy profundas, estaban en esa etapa en la que tan solo escuchar decir a esa persona especial que le gusta el chocolate y quedas maravillado al ver que tienen mucho en común, pues a ti también, como a la mayoría, te gusta.

Y así entre preguntas y respuestas se durmieron sin darse cuenta, Anna abrazando sus almohadas y Alexander acomodado en el sillón.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.