James no se había percatado de que su mejor amigo se encontraba bailando con unas mujeres hermosas, por pura casualidad lo vio mientras que hablaba con uno de los supervisores del minibar. Se abrió paso entre sus clientes y se le acercó para preguntarle qué estaba haciendo allí.
—¡Estoy bailando! ¡¿Que no ves?! —respondió Alexander en tono de burla mientras se movía al ritmo de la ensordecedora música.
James lo miró confundido, no estaba para bromas.
—¡Me refiero a la ciudad! —explicó, era complicado interrumpir el momento, aunque las mujeres no parecían tener problemas con que él estuviera tratando de meterse entre ellas y Alexander—. ¡¿No estabas en Hawái?! —agregó como pudo.
—¡Ya estoy de vuelta!
—¡¿Y te viniste directo para acá?! ¡¿Dónde está Anna?! —interrogó justo antes de ser empujado, sin cuidado, por una de las mujeres que comenzó a saltar al mismo tiempo que gritaba.
—¡No tengo la menor idea! —le respondió Alexander e imitó a su compañera, saltando del mismo modo y con euforia.
James, que no daba a crédito a lo que escuchaba y veía, intentaba en vano tomar a Alexander por un brazo para hablar con él en privado, cuando fue interrumpido por uno de los guardias de seguridad que se le acercaba lo suficiente como para hablarle sin tener que gritar tan alto.
—Jefe, hay una mujer afuera que insiste en ver al señor Alexander —dijo el guardia hablándole casi al oído.
—¿Quién es? —preguntó James con mucha curiosidad— ¿Dijo algún nombre?
—No, solo dice que quiere verlo, pero no quisiera dejarla entrar —explicó. James volvió a mirar a Alexander, pensativo.
—¿Cómo es ella? —preguntó después de unos segundos.
—Alta, pelirroja, no está vestida apropiadamente.
Sorprendido, y más confundido todavía, James volvió a observar a Alexander, parecía absorto en el baile con aquellas dos rubias, ¿qué había ocurrido? No tenía duda de que la que estaba afuera era Anna.
—Iré yo, vamos —dijo James y se encaminó a la entrada.
No era el mejor momento para conocer a Anna. ¿Qué hacía ella allí? ¿Cómo era eso de que no tenía la ropa adecuada? Además, ¿por qué su mejor amigo estaba con esas mujeres después de haber estado rechazando cualquier contacto con alguien del sexo opuesto, por semanas?
Casi sin darse cuenta salió del club y enseguida vio que llovía a cántaros.
—¿Dónde está? —preguntó al ver que bajo el techo solo se encontraba Oscar, el otro guardia.
—Acaba de marcharse —respondió Oscar y señaló con su enorme dedo índice la dirección.
James buscó con la mirada y distinguió a lo lejos una mujer que se alejaba casi corriendo, llevaba un short corto y un suéter con capucha que le cubría la cabeza.
—¿Seguro de que es pelirroja? —preguntó dudoso y mirando a su empleado.
Oscar asintió.
—Un paraguas, rápido —ordenó.
Casi al instante tuvo uno de color negro entre sus manos. Después de abrirlo se dirigió con paso rápido, Anna se había alejado bastante, ya iba casi doblando en la esquina.
—¡Hey! ¡Espera! —gritó sin éxito. Desapareció de su vista.
James tuvo que correr. Al llegar a la esquina vio que ella estaba varios metros adelante.
—¡Espera! ¡Detente! —gritó sofocado.
Anna cruzó la calle y apuró el paso. Fue entonces cuando James comprendió que tal vez la estuviera atemorizando.
—¡Anna!
Funcionó, esta vez ella se detuvo en seco.
James adelantó tan rápido como pudo hasta plantarse frente a ella que se había dado la vuelta y lo esperaba con una expresión de desaliento y confusión.
—Hola… ¿A… a dónde vas? —preguntó James fatigado y pasándose la mano por el rostro, el paraguas no lo había protegido casi nada mientras corría.
—¿Cómo… sabes quién… soy? —preguntó ella que también respiraba agitada.
—Soy James.
—¿Te conozco? No… no te recuerdo —respondió extrañada.
James sintió que la sangre le hirvió por unos segundos e hizo a un lado la fatiga.
¿Cómo ella no iba a saber quién era él, cuando él sabía casi todo sobre ella? Se acercó un poco más y se dio cuenta de que había estado llorando, Anna tenía la nariz muy roja.
—Me dijeron que querías hablar con Alexander.
—¿Dónde está él? —preguntó mientras veía a lo lejos, como si esperara encontrarlo también corriendo hacia ella.
James se quedó en silencio, sospechó que no era buena idea revelarle que se encontraba bailando con unas mujeres, aunque era seguro que no creería que él estaba adentro sentado sin hacer nada. Observó a Anna, su ropa afirmaba que estaba desesperada por verlo, mas su rostro cansado de llorar le decía a James que tampoco parecía ser una buena idea que ella lo confrontara en ese momento.
—Él está adentro —respondió sin saber que más agregar.
—No quiso verme, ¿verdad? —preguntó con tristeza.