El Angel de su alma gemela

Capítulo 36: James casi pierde la razón.

Como era de esperarse, James tardó un largo rato en llegar al apartamento de Alexander. Despierto conducía con cuidado, cuando estaba soñoliento tomaba doble precaución. Para el momento en que llegó, Alexander ya había ordenado para comer y le aseguró que la comida no debía tardar.

Tenía problemas para mantener los ojos abiertos mientras que caminaba inspeccionando el apartamento de su amigo millonario, hace mucho tiempo que no iba y le parecía que el lugar había cambiado un poco, pero era el sueño que no lo dejaba pensar bien, estaba exactamente igual.

Cuando la comida llegó, Alexander se dirigió a la puerta para recibir la orden, y al regresar a la cocina se dio cuenta de que James se dormía con la cara apoyada en la palma de su mano.

—Tomate esto si no quieres acabar con la cabeza sobre el plato de comida —sugirió Alexander al tiempo que cerraba la puerta del refrigerador.

James observó frente a él una bebida energética, de buena gana se hubiera echado sobre el sofá, pero hace unas horas se había encontrado con Anna en el supermercado y necesitaba hablar con Alexander sobre el asunto, no había compartido con su amigo desde hace meses, no podía desaprovechar esa oportunidad.

—Si no tienes hambre, no te la tomes. Puedes dormir en el sofá.

—Estoy bien —aseguró James, quien parecía que ya estaba alucinando. Tomó la lata que estaba bien fría y comenzó a beber con convicción.

Unos minutos más tarde, cuando ambos habían terminado de comer, James se sentía muy despierto y animado. Aprovechó un momento en que la película se estaba tornando aburrida y se atrevió a preguntar por la pelirroja.

—Oye, Alex... No te había querido molestar con el asunto, pero ya ha pasado bastante tiempo y no me has contado nada sobre lo que pasó esa noche en el club —dijo James mirando con atención a su amigo.

—¿De qué hablas? —preguntó Alexander que estaba absorto en la película.

—Ya sabes…, me refiero a la manera en que trataste a Anna.

—¿Quién es Anna? —cuestionó Alexander, quien estaba muy concentrado viendo las escenas de acción.

—Estás bromeando, ¿cierto? —James tenía una expresión que indicaba confusión extrema.

—¿Es una amiga tuya?

—No. Me refiero a Anna, tu exnovia —aclaró sin creerlo necesario, Alexander rio a carcajadas.

—¿Exnovia? ¿Me estás tomando el pelo?

—¡No! ¡¿Qué te sucede?!

—James, vamos —respondió Alexander con voz suave—. Sabes que no he tenido una novia en mi vida.

—Claro que sí, Anna —insistió.

—Te dije, no tengo idea de quién es.

—¡Tu exnovia!

—Creo que esa cosa te hizo el efecto contrario, estás alucinando —aseguró Alexander, refiriéndose a la bebida energética. Hizo un gesto de extrañeza y trató de prestar atención a las escenas—. ¿Mataron a Parker?, no entendí qué ocurrió —añadió, se había perdido un impresionante choque de autos muy importante para la trama de la película. Enseguida tomó el control remoto para retroceder.

—No le veo la gracia a que hagas como que no conoces a Anna —respondió James moviendo la cabeza de lado a lado.

—Yo tampoco se la veo.

—¿Entonces? —insistió James, ya estaba comenzando a molestarse.

—¿Entonces qué? —preguntó Alexander en voz baja, que intentaba en vano concentrarse en la película.

—¡Entonces cuéntame! ¿Qué pasó con ella? —suplicó James desesperado.

—¿Vas a seguir? No sé de qué me hablas.

—No tienes por qué actuar de ese modo, soy tu mejor amigo, ¿sabes? O al menos eso creí. No puedo creer que no quieras contarme sobre ella —se quejó.

—Maldita sea, James, deja de molestarme, ¿quieres?

James hizo tal silencio que parecía no respirar.

Alexander puso la película en pausa, sin decir una palabra se levantó del sofá y se dirigió a su habitación.

James no sabía si iba a regresar, se quedó mirando la pantalla que mostraba la imagen pausada de la película.

Pocos minutos después, Alexander regresó y ambos terminaron de ver la película en completo silencio.

James y Alexander jugaron unos partidos de básquet de un moderno videojuego y tomaron unas cervezas, acompañadas de papas fritas de bolsa. Ambos parecían actuar de manera automática, apenas intercambiaron palabras.

—Me voy a dormir —dijo Alexander a las once de la mañana—, puedes quedarte si quieres.

James no contestó, no obstante, cuando su amigo hubo desaparecido se sentó frente al televisor y se dedicó a cambiar los canales en busca de algo entretenido, mientras intentaba ignorar los recuerdos de la conversación con Alexander acerca de Anna, le dolía que su amigo no le tuviera la confianza para contarle aquello que había ocurrido con su primera novia. A pesar de eso la había pasado bien, de no haber sido por lo tenso que se volvió el ambiente después de aquella pequeña discusión, las cosas hubieren sido como antes.

Ocho horas y media más tarde, James estaba sentado en una de las sillas altas de la cocina, comía una gran rebanada de torta de fresa cuando observó cómo su amigo salía de su habitación y se le acercaba.




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