El Angel de su alma gemela

Capítulo 43: las fotografías.

Cuando James salió del apartamento de Anna, se dirigió a ver a Alexander, quería de una vez enseñarle las fotografías y hacer que confesara, aún tenía esperanzas de que su amigo no tuviera un bloqueo como le había indicado el doctor.

—¿Dónde estuviste anoche? —preguntó Alexander al abrir la puerta—. Tuve que cerrar yo, por suerte, Mark me dijo dónde estaban unas copias de las llaves, sino estaría todavía allá.

—Lo siento, había olvidado eso, no se me ocurrió dejarte las mías —dijo James después de entrar.

—Pero ¿qué fue lo que ocurrió? ¿A dónde fuiste?

—Pasé la noche con Anna —respondió sin pensarlo mientras se dirigía hasta la cocina seguido de su amigo.

—¿Pasaste la noche con mi exnovia?

—¿Qué? —preguntó James alarmado dándose la vuelta, y un gran alivio recorrió su cuerpo.

—Es broma —respondió Alexander sin mucho ánimo—, pero hubieras visto tu rostro.

—Entonces..., ¿no te acuerdas de Anna?

—¡Claro que no! ¿Vamos a volver a discutir sobre eso?

—Algo así —respondió James con una mirada de dolor, que al parecer no le agradó a Alexander.

—James, vamos, dime la verdad —pidió mientras que se sentaba en una de las sillas— ¿Estás saliendo con esa mujer?

—¡¿Qué!? ¡No!, ¡claro que no!

—¿Y por qué razón pasaste la noche con ella?

—Solo le hacía un favor —dijo, no quería darle los detalles.

—¿Durmiendo con ella? ¿Al fin pudiste acostarte con una mujer? —preguntó Alexander, quien parecía tener problemas para entender lo ocurrido.

—No dormí con ella —respondió mirándolo muy serio—, dormí al lado de ella que no es lo mismo.

—Pensé que por fin te habías animado, bueno…

—Escúchame, Alex, tengo que hablar contigo —interrumpió James con mayor seriedad—. Esto no se trata de mí, sino de ti.

—¿De qué hablas? ¿Qué ocurre?

—Déjame tomar agua primero.

James perdió de pronto su seriedad, se acobardó ¿Y si el problema de Alexander era más serio todavía? ¿Y si ver aquellas fotografías le originara un daño psicológico permanente? Ya no estaba tan seguro de que su plan fuera una buena idea. Entonces abrió el refrigerador y se alarmó al ver una caja de pizza.

—¿Qué es esto? —preguntó mientras la examinaba.

—¿Qué cosa? —inquirió Alexander que no podía ver.

—Esto —respondió y sacó la caja para colocarla sobre la mesa—. Sobras, son sobras.

—¿Y qué?

—¿Desde cuándo dejas sobras?, ¿ah? —preguntó James al tiempo que buscaba un plato. Tomó dos pedazos y se dispuso a calentarlos en el microondas.

—¿Qué te pasa? —preguntó Alexander irritado—. ¿Por qué te molesta eso? Además, siempre te has quejado de que como demasiado.

—No estoy molesto, Alex. Estoy preocupado.

—¡Bah!, cálmate un poco, ¿de acuerdo? Le estás dando demasiada importancia al asunto.

James negó con la cabeza mientras tomaba una servilleta y se servía un vaso de jugo de naranja, a pesar de que su plan había sido solo tomar agua.

Alexander tomó un pedazo de pizza fría y empezó a comer, no demostraba tener apetito, masticaba con lentitud.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó James al verlo.

—No he desayunado —respondió antes de dar otro pequeño mordisco.

—Alex, no es como para decir que estás perdiendo peso, pero no estás comiendo como antes, además..., te ves deprimido.

—¿Deprimido yo? —protestó.

—Algo no está bien, te ves muy mal, ¿por qué no consultas un médico? —sugirió a la vez que se sentaba frente a él con su pizza caliente.

—No necesito un doctor, estoy bien.

—¿Ya fuiste a tu chequeo anual? —preguntó James en un intento por persuadirlo.

—Sí.

—¿Cuándo?

—En marzo —respondió.

—Bueno, ya… —James suspiró, tuvo que interrumpirse a sí mismo, iba a decirle que ya era tiempo de volver, pero no era así—. ¿No has notado lo mucho que has cambiado, ¿verdad? —sermoneó James, recordando las palabras del doctor Smith—. A ver, ¿desde cuándo no te rasuras la barbilla?

—Desde hace dos días.

—¿No lo hiciste hoy?

—Obviamente no, y deja de hacer preguntas raras —respondió fastidiado antes de morder de nuevo la rebanada fría.

—¿Ves?, eso no es normal ¡No es normal que no te afeites! ¿Que no puedes verlo?

—James, creo que estás exagerando ya, es demasiado, no voy al trabajo hoy, puedo tomarme la libertad de no hacerlo.

—¡Tú te rasuras hasta cuando estás de vacaciones! —reclamó.

—¿Vamos a tener una discusión porque no me he afeitado? —preguntó Alexander que ya se notaba harto del asunto.

—No, no, claro que no —aclaró James haciendo un gesto de desaprobación—. Pero te lo estoy diciendo para que veas que hay cosas en ti que están diferentes, desde lo más mínimo como esto —explicó señalando la pizza—, a la más grave como que ya no aceptas las invitaciones a bailar de las mujeres que frecuentan el club. Asumo que tampoco has tenido sexo, con esa actitud dudo que conquistes a alguna.




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