El Angel de su alma gemela

Capítulo 54: James no puede esperar más.

James recibió un mensaje de Anna diciendo que ya había hablado con Julia, y que cuando estuviera sola en el hotel lo llamaría, pues estaba cenando con ella en un restaurante. El tiempo de espera fue una agonía para a él y revisaba de forma constante el teléfono como si Anna pudiera tardar menos de cinco minutos.

Al fin el teléfono sonó, y no demoró nada en atender.

—¿Qué tan malo es? —preguntó desesperado.

James escuchó cómo Anna le contó todo con exceso de detalles, los cuales agradeció. Mientras escuchaba la narración sentía una presión en su pecho, no se atrevía a interrumpirla, no quería que se le escapara nada.

—¿Y qué piensas hacer? —Escuchó que le preguntó Anna.

—¿Qué crees tú?

—Es tu decisión —respondió extrañada.

—Lo sé, pero eres mi amiga y quiero saber tu opinión, tú estabas allí escuchándola.

—Bueno, yo creo que debes buscarla —aseguró Anna sin titubear.

—¿Después de lo que me hizo?, ¡¿estás loca?! —gritó James muy alterado. Hubo un corto silencio—. Anna, Anna, ¿estás allí? —preguntó al no escuchar respuesta— ¡Era broma! Claro que voy por ella.

—¡Oh, por Dios! De verdad te creí —murmuró en un suspiro.

—No soy tan malo. Anna, puedo perdonar. Ahora, ¿dónde crees que puedo verla? Podrías quedar con ella para ir a algún lugar, y yo me apareceré allá —sugirió sin pensarlo mucho.

—No creo que sea buena idea que hables con ella en un lugar público, se veía bastante afectada, ¿por qué mejor no vas a su apartamento? Necesitan privacidad para poder hablar bien.

—Tienes toda la razón —coincidió James— ¿Crees que te resulte muy difícil averiguar dónde vive?

—Eso no es problema, he ido hasta allá, sé muy bien dónde es.

—Anna, eres espectacular, te debo como cien favores —exclamó muy contento mientras sostenía el teléfono con su hombro y se inclinaba para sacar un bolígrafo y una libreta de su equipaje de mano.

James anotó la dirección y se la repitió dos veces a Anna para asegurarse de que estuviera correcta.

—En serio, Anna, agradezco mucho lo que has hecho, espero algún día devolverte el favor.

—¿A qué te refieres? —preguntó ella, y su voz pareció nerviosa.

—Ya sabes, a resolver el problema con Alexander.

En ese momento, Alexander dio un fuerte golpe en el brazo a su amigo y este hizo un gesto mudo de dolor. James vio cómo él movía la boca con desesperación, como si estuviera gritando, pero sin emitir ningún sonido.

»¿Qué? —susurró James arrugando el rostro y mirándolo. No había entendido nada, y le hizo una seña exagerada para que no lo fastidiara.

—Puedas hacer algo… —decía Anna al otro lado de la línea, pero James no la escuchaba bien debido a su pequeña discusión muda con Alexander—. De todos modos, gracias.

James miró a Alexander con furia contenida, se acomodó el teléfono junto a la oreja y continuó hablando.

—Bueno, supongo que te verás con Anthony al regresar —mencionó James que, a pesar de que no había escuchado lo que había dicho Anna, tenía una idea.

—Sí. Es una posibilidad —respondió ella, no sonaba emocionada por ello.

—Anna, dime la verdad, ¿tú crees que te estás enamorando de él?

—¿Enamorando? No, claro que no.

—Pero si no hubieras conocido a Alex, ¿preferirías estar con Anthony?

—No tengo idea, ¿por qué me haces estas preguntas?

—Eso solo que creo que… es muy… posible, por lo que me contaste, que Anthony sí se esté enamorando de ti —dijo James haciendo grandes esfuerzos por ignorar los gestos desesperados de Alexander que le pedía algo que él no comprendía—. Me parece que es mejor que le digas una respuesta antes de regresar.

—¿De verdad crees que sea buena idea?

—Claro que sí.

—Pero ¿cómo se lo digo? ¿Por teléfono?, ¿no es de mal gusto?

—¡¿De mal gusto?! ¡Anna, esto no es una combinación de ropa! Estás hablando del corazón de un hombre —exclamó James, tratando de ser lo más dramático posible—. No esperes a volver ¡Hazlo ya! —exigió.

—Pero...

—Es una orden. —Ella suspiró y James se dio cuenta—. Oye, Anna, no puedo decidir por ti, pero, en serio, creo que debes hacerlo. Confía en lo que te digo, cada día ese hombre espera a que regreses, de seguro cuenta los días para verte de nuevo, hazle un favor y evita romperle el corazón. Piénsalo, ¿sí? Gracias de nuevo por todo —dijo James y colgó el teléfono sin esperar a escuchar la respuesta de Anna.

»¿Puedes quedarte quieto? ¡¿Qué diablos te pasa?! —preguntó esta vez dirigiéndose a Alexander.

—No quería que le dijeras que yo estaba aquí —Alexander respondió al fin en voz alta.

—No iba a hacerlo, no quiero arruinarlo todo.

—Quería escuchar, podrías haberla puesto en altavoz —se quejó Alexander.

—Se hubiera dado cuenta.

—¿Va a hablar con Anthony? —preguntó preocupado.




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