El Angel de su alma gemela

Capítulo 55: no se puede borrar el pasado.

Mientras James y Julia se ponían al día, Alexander se registraba en un hotel cercano al aeropuerto y una vez acomodado el papeleo se dirigió, con la ayuda de un botones, a la lujosa habitación.

Cansado por el viaje, y con el corazón acelerado por los nervios de haber llegado a la ciudad en donde estaba Anna, se acostó en la cama a pensar un poco después de ducharse. Había pensado aproximadamente en unos seis discursos diferentes para que su exnovia lo perdonara, le había costado trabajo crearlos, pero ninguno de ellos lo convencía por completo. Con tanta presión, no tardó en aparecer un fuerte dolor de cabeza y en algún momento se durmió derrotado por el cansancio, en el avión apenas logró cerrar los ojos.

Una hora y media después, despertó sobresaltado y confuso. De inmediato, recordó dónde estaba, y siendo el corazón más fuerte que el agotamiento, se levantó precipitado para vestirse lo más rápido que pudo y salió del hotel sin desayunar.

Buscó un taxi. Justo antes de subirse en él vio la hora en su reloj. Alexander no poseía, como James, un vocabulario tan amplio del japonés, aun así, conocía lo básico y no tuvo muchos problemas para indicarle al taxista que necesitaba que lo llevara al Four Seasons. Con un poco de suerte, Anna aún estaría allí, si no, tendría que decirle que lo transportara al edificio de la revista.

Todo el camino estuvo repasando en su mente lo que le diría al verla. En su bolsillo llevaba, por si acaso, un pañuelo. La visualizaba llorando en medio de la complicada disculpa.

Llegó al hotel y fue justo como lo imaginó, la reconoció enseguida. En ese momento, Anna estaba saliendo de allí, no podía creer su suerte.

Alexander no tuvo el valor de bajarse, sabía que ella estaba muy enojada con él. Era la sensación más rara que había experimentado, no recordaba absolutamente nada de su relación con ella. Pensar que ella tenía recuerdos de él, y que de seguro lo reconocería al instante, lo encontraba difícil de creer a pesar de saber que era cierto.

Se quedó dentro del auto observándola a través del cristal de la ventana, iba vestida como James le había contado, camisa ancha, falda muy larga y su cabello lo tenía suelto, llevaba con ella un bolso pequeño que usaba de medio lado.

Un par de minutos después, Alexander vio que se subía a un auto negro que acababa de estacionarse casi frente a ella.

El vehículo arrancó y Alexander sintió una punzada en el pecho, enseguida le pidió al taxista que lo siguiera.

Quince minutos después el automóvil negro se detenía, y Anna salía de él. Ella parecía no saber dónde se encontraba, pues miró a todos lados antes de entrar a una cafetería después de examinarla.

Alexander no tenía las palabras exactas, pero debía de enfrentarla en algún momento, entre más pronto mejor, ya estaba comenzando a sentir dolor de estómago debido a los nervios.

Pagó al taxista y se bajó del auto decidido, aunque caminó con paso lento hacia la entrada.

Pudo observar cómo su exnovia esperaba a que le entregaran la orden, que, al parecer, pidió para llevar, pues no había tomado asiento.

La mente de Alexander daba vueltas y vueltas. Infló su pecho de aire para acercarse a ella, cuando vio que ya la pelirroja se dirigía a la salida con su pedido en la mano. Enseguida se acobardó y, con una sorprendente velocidad, se escondió detrás de un par de ancianas que chismorreaban y que lo vieron de manera extraña. Alexander se sentía idiota al intentar hablar con ella en ese lugar, había mucha gente, no podía hacer una escena, eso lo arruinaría todo.

Estuvo caminando tras ella varios minutos, hasta que llegaron al Parque Ueno. Notó que Anna comía lo que estaba en el interior de la bolsa mientras andaba, y que observaba con asombro la naturaleza del parque. Los árboles tenían las hojas amarillas y naranjas debido al otoño, era un hermoso paisaje.

Varios metros más adelante, Alexander vio que Anna tiraba la bolsa pequeña, en apariencia vacía, en un cesto de basura. La caminata duró unos minutos más, no recorrieron mucho. Ella caminaba muy lento. De pronto, se sentó en uno de los bancos frente al estanque con botes pequeños y forma de patos, en donde se paseaban algunas personas.

Alexander observaba a Anna y detallaba su cabello. Estaba parado justo detrás de ella.

Tomó aire con fuerza y se sentó a su lado, notó que tenía los ojos cerrados, pero debió de haber notado su presencia, casi enseguida los abrió.

—¡Oh, por Dios! —exclamó muy sobresaltada y llevándose la mano al pecho— Casi me matas del susto —resopló.

—Lo siento —dijo Alexander. No se le ocurrió otra cosa.

—¿Qué haces aquí? —preguntó mirándolo a los ojos—. Supongo que…, viniste con James, y… él no me dijo nada. Lo voy a matar —murmuró con enojo.

—Vine a pedirte una disculpa.

—No creo que lo que me hiciste se solucione así.

—Quiero que vuelvas a mi lado —pidió Alexander en un tono desesperado, había olvidado los discursos, estaba demasiado nervioso.

—¿Es una broma? No puedo volver contigo —respondió Anna con un tono de burla y desviando la mirada.

—¿No puedes intentarlo?

—No —respondió enseguida.




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