El anhelo del alma

Capítulo 3

Anour

Luego de correr la voz sobre mi búsqueda de esposa, tuve que admitir que mis padres tenían razón, no había nadie dispuesto a celebrar el pacto sin estar enamorados, yo no entendía por qué, después de todo, una vez celebrado el matrimonio obscuro, los sentimientos eran inevitables.

— El cortejo es algo agradable, Anour — decía mamá. — Según recuerdo hasta hace no mucho disfrutabas conquistando mujeres.

— Era un muchacho sin responsabilidades y solo buscaba pasar un buen rato.

— Es lo mismo, este será un largo buen rato — acotó papá.

No les contesté porque llevaban varios días tratando de convencerme de esperar a enamorarme o reencontrarme con alguien de mis vidas anteriores. Como si ellos no se hubieran casado sin conocerse siquiera.

— Escogeré alguien del otro lado del mar si es necesario.

— Allí ni siquiera celebran el pacto, ya has sabido lo que le sucedió a Marli.

— Ese inútil de Lemoun, sin duda no escogeré a nadie de su reino.

— Creo que deberías considerar a Marli.

— Pregúntale a alguno de mis hermanos, creo que puede haber alguien interesado.

— ¿De qué hablas?

— Habla de Valkan, Anour sostiene que a Valkan le gusta Marlene.

— ¿Y cómo lo sabes?

— Lo sé porque la trata como Etsian trataba a Vera.

— Pero ya no son unos jóvenes.

— Entre Vera y Etsian siempre estuvo todo claro, pero Marlene nunca demostró interés y creo que mi hermano teme su rechazo.

— Hablaré con él. De todas maneras insisto en que busques a alguien que realmente te guste.

— Las mujeres son mujeres, cualquiera me gustará.

— ¡Anour!

A mis padres no les gustaba oírme decir estas cosas, y en parte tenían razón. Era cierto que algunas podían agradarme más que otras, pero corríamos con la ventaja de tener el matrimonio oscuro; una vez celebrado, el amor surgiría.

 

***

 

Elizabeth

 

Luego de una semana ardua de trabajo, dando terapias, canalizando y leyendo el tarot, el viernes decidí dormir todo el día, además llovía por lo que se prestaba para la pereza. Sin saber por qué, volví a las pertenencias de mi familia que había traído conmigo. Los diarios que estaban con el libro de mi bisabuela eran borradores de aquel libro, impreso en mil novecientos sesenta y cinco. Tenía pequeñas diferencias, pero nada más.

Aparte de esto estaba el manuscrito de mi tía, que, luego de examinarlo un poco, descubrí que se trataba de un grimorio o diario de bruja, pues tenía símbolos y dibujos mágicos, lamentaba que el idioma fuera ilegible. Lo curioso era, que en la mitad del cuaderno había un dibujo, como el que describía el libro de Rebeca Bennet, círculos, estrella y símbolos. Se parecía a los sellos de salomón que podían encontrarse en internet, pero con sus diferencias, sin contar con que los signos no eran para nada conocidos, ni letras, ni runas, ni jeroglíficos... intuía que era algo inventado por la escritora.

Suspiré con pesar, por más vueltas que daba al asunto. No encontraba la conexión entre todo esto, solamente tenía sospechas, pero nada más, tal vez, como decían mis hermanos, mi imaginación era demasiado frondosa. Qué posibilidades había que mi tía hubiera creado un portal igual al de la Ravenia del libro de mi bisabuela y que esté ahora viviendo muy feliz en ese otro mundo, el mismo al que había accedido Médora... era una locura, una locura igual al sueño que me atormentaba, en el cual yo misma era Ravenia, siendo quemada en la hoguera.

— ¡Estás loca, Elizabeth! — hablé en voz alta y dejando todo sobre el escritorio, volví a lanzarme en la cama.

Un golpe en la puerta me sacó de mi ensoñación. Me levanté a atender y al abrir me encontré con mi ex, Alex.

— ¿Qué haces aquí?

— Traje pizza — dijo, poniendo delante de sí una caja, a la cual yo bajé la mirada. — Y flores — las cuales casi mete en mi nariz. Rosas rojas, qué cliché.

— No voy a perdonarte — afirmé con convicción.

— Por favor, no seas rencorosa, Lizzie, no fue tan grave — entró como si se tratara de su casa y dejó la pizza en la cocina.

— Si plantarme el día de mi cumpleaños no es grave, ¿entonces qué lo es? — yo me quedé junto a la puerta con los brazos cruzados.

— Tenía una reunión de trabajo, te lo dije — él ponía las flores en un jarrón mientras me hablaba.

— Tenías un viaje, y estuviste ausente más de dos semanas, ni siquiera sabes mentir. ¿Crees que no sé qué te fuiste con Anelis?

— ¿De dónde sacas eso? — Acomodó el florero en medio de la mesa.

— De su facebook, claro — con ira me dirigí a mi habitación y busqué mi celular, al regresar le mostré las fotos que su "amiga" había subido.

— No siento nada por ella, debes entenderlo, te amo a ti — Alex me tomó por los hombros acariciándolos con los dedos.

— Tu amor es tan falso — declaré.

— Escucha — me soltó dejando caer los brazos en un gesto de cansancio, — ella es abogada, su familia es prestigiada en la ciudad, pero no significa nada.

— ¡Oh! ¡Qué consuelo! Ella te da el estatus social que yo no te doy, me dejas tan tranquila — exclamé con cinismo caminando nuevamente hacia la puerta.

— No lo digas así, es decir, tienes razón, pero yo no la amo, te amo a ti — me seguía mientras se explayaba en sus explicaciones. — Piensa que al casarme con ella podré mantenerte, te compraré un apartamento nuevo y ya no necesitarás hacer todas estas... tonterías.

Pude sentir el calor subir a mi cuello, para completar la deplorable escena que estaba viviendo, tenía que aguantar que denigrara mi vocación.

— Será mejor que te vayas.

— No, por favor, te compensaré lo del cumpleaños.

— Basta Alex, no tiene compensación porque no es solo eso, tú no me amas ni me valoras, quieres tenerlo todo, una imagen de la alta sociedad — mi voz se levantaba más con cada declaración, — con una esposa acorde ¡y una amante que te la chupe cuando quieras! ¡Pero yo no seré esa! Ahora lárgate.




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