Elizabeth
Desperté muy descansada, me estiré en la cama aun sin abrir los ojos. Las mantas eran como un nido, no quería salir de ellas, tan suaves y cálidas... y ese aroma delicioso que desprendían era único... Ese olor...
Me despabilé de golpe y me senté... no podía creerlo, todavía estaba dentro de la alucinación. ¿Cuánto tiempo puede uno estar drogado? ¿O es que en el bajo astral el tiempo pasa de diferente manera? Sí, sí, eso, eso debe ser. O tal vez mis hermanos tenían razón y yo era esquizofrénica o algo peor.
Recorrí la habitación con la mirada, era un poco oscura, tenía dos ventanas pequeñas a mi izquierda. Allí había una mesa redonda, con dos sillas. Frente a mí aprecié dos puertas, una grande muy a la derecha y una pequeña a los pies de la cama, que por cierto era una cama de postes con techo y cortinas. La tonalidad rojiza de la luz me hizo pensar que era el atardecer. Observé un poco más y vi a mi lado, sobre la mesita de noche, el manuscrito y los cuentos de mi bisabuela.
Los tomé, sorprendida de encontrarlos allí. Bueno, es lógico que estén presentes en este lugar, "después de todo es mi fantasía". Abrí el manuscrito y mi asombro fue mayor al notar que entendía las letras. Descubrí que era un diario. Luego de leer un par de páginas donde la autora relataba su travesía, descubrí que era el diario de Ravenia. ¿Sería el mismo diario que la bruja vendió en el primero de los cuentos, a un coleccionista de antigüedades? Me volví al libro de cuentos, y allí estaba la narración, donde la bruja ofrecía aquel objeto como una reliquia... No podía creerlo. ¿Y por qué estaba entre las cosas de mi tía? Al hojear el cuaderno, descubrí que donde estaba la figura no había ninguna invocación, seguramente ella la sabría de memoria.
Comenzó a oscurecer y se me dificultó la lectura. Intenté forzarme, pero no podía continuar.
— No, Elizabeth, esto es un sueño. Vuelve a dormirte hasta que despiertes en casa — me dije a mí misma volviendo a acostarme.
Dejé los libros a un lado y cerré mis ojos intentando conciliar nuevamente el sueño. Luego de muchas vueltas asumí que no volvería a dormir. No estaba cansada y mi mente no paraba de pensar.
Oí el picaporte de la puerta y cerré mis ojos con fuerza, cubriéndome el rostro. El sonido de pasos firmes acercándose llegó a mis oídos, y aquel perfume embriagador que había en las sábanas inundó el lugar.
— ¿Hasta cuándo estarás en la cama, humana?
Era él. El demonio de ojos negros. ¿Por qué esta clase de criaturas me acechaban? Yo siempre me mantuve en el camino de la luz, nunca hice nada malo, aun cuando tuve muchas oportunidades.
Yo no respondí, esperando que creyera que dormía.
— Sé que estás despierta.
— No sé qué quieres, pero la respuesta es no — hablé pensando que tal vez venía por mi alma, después de todo eso hacían los demonios, ¿no? Ofrecer cosas y comprar almas a través de un pacto.
— Quiero que me devuelvas mi cama — su respuesta fue tan trivial que me dejó más anonadada de lo que ya estaba, con todo lo que este sueño extraño me presentaba.
— No tengo ropa — respondí.
— Aquí, mamá te ha hecho traer un vestido
Cuando dijo estas palabras, recordé a la mujer del día anterior. No podía dejar de sorprenderme.
— ¿Ella es tu madre?
— Lo es.
— ¿Cómo puede ser?
— Si deseas saber cómo puede nacer un nocturno de una diurna, puedo hacer que lo experimentes por ti misma.
— ¿De qué hablas?
— Si tuvieras un hijo mío sería como yo.
— No pretendo tener hijos nunca.
Lo único que le faltaba a esta alucinación era el sexo, quizás era un íncubo.
— Es una pena porque serían muy hermosos. ¿Estos libros son tuyos?
Yo me atreví a sacar la cabeza de las mantas y noté que él se acercaba para tomarlos, pero apresuradamente se los quité de sus manos y los atraje hacia mí.
— Son de mi familia.
Él se movió por la habitación, era muy alto y su cabello se notaba largo, pero no lo podía ver con claridad porque había oscurecido y la única luz que entraba era la de la luna.
— ¿Por qué no te vistes, y pediré que nos traigan la cena?
— ¿No voy a despertar nunca? ¿Me he vuelto loca? — Me sentía ahogada y las lágrimas volvieron a salir de mis ojos.
— No estás loca, y esto no es un sueño ni mucho menos. Has llegado aquí a través de un portal, este mundo está separado del tuyo por velos invisibles.
— ¿Yo abrí el portal? ¿Lo hice en verdad? — Pregunté sorbiendo mi nariz y sentándome con las sábanas contra mi pecho. Estas preguntas eran más para mí misma que para él.
— ¿Lo hiciste tú? — Preguntó sorprendido.
— Estaba... estaba jugando con los símbolos de este libro, intuí que podía ser un portal, pero no estaba segura, en verdad no lo creí y … No sé si lo creo todavía. Estas son cosas muy raras, no suceden de dónde vengo.
— Entiendo que en tu mundo la magia como la nuestra es muy difícil de conjurar, pero un portal... aún aquí es algo difícil de hacer.
— Esto es tan irreal.
— Por favor, vístete.
— Está muy oscuro.
La habitación comenzó a iluminarse tenuemente.
— ¿Así está mejor?
— ¿Cómo lo hiciste? — Lo busqué con la mirada y entonces lo reconocí, aunque no recordaba esos ojos tan extraños, sí podía acordarme de sus facciones cinceladas, aunque ahora se veía mayor, que en mi sueño de los catorce años.
— Es una magia sencilla, una vez que te adaptes tú misma podrás hacerlo — comentó y pareció notar el cambio en mi expresión, porque preguntó: — ¿Pasa algo?
— Yo... — sentí un temblor en mi voz. — Te conozco.
— ¿Me conoces? — Él sonrió de una manera muy seductora. — Creo que me acordaría si hubiera tratado antes con una criatura tan... peculiar.
— Te he visto en un sueño, y... — mi mente comenzó a trabajar al mil por ciento. — ¡Si estás aquí, quiere decir que mi tía también! — Exclamé poniéndome de pie de un salto, no me importó estar desnuda y tomé rápidamente el vestido que estaba a los pies de la cama. Era cruzado, de una tela pesada y color ocre, con un bordado en el escote me quedaba un poco grande pero lo pude ajustar bastante bien.