El anhelo del alma

Capítulo 11

Elizabeth

Volví a despertar en aquel mundo, a medida que el tiempo pasaba todo empezaba a tener mayor tangibilidad y coherencia, empezaba a hacerme a la idea de que tal vez esto era real y no podría regresar a casa.

El aroma de la cama era más intenso y pude reconocer el ámbar dorado, la mirra y el gaiac, una mezcla que solía preparar para sahumar la casa; amaba esa mezcla de aromas, y aquí se sentía mucho más suave y sensual que cuando llenaba mi hogar de humo. Era algo más abrazador, como el vapor de un chocolate caliente en invierno.

Me giré lentamente en la cama y entendí lo que sucedía, ese aroma delicioso y embriagador provenía de él, era su perfume, Anour estaba tendido junto a mí sobre los acolchados, con las manos detrás de la cabeza mirando el techo. Esa fragancia impregnaba las sábanas porque esta era su cama. ¿Podía enamorarme del olor de alguien? No, no era posible.

— ¿En qué piensas, Elizabeth? — Sus palabras me sobresaltaron.

— En que... tal vez estoy realmente aquí.

¿Qué más podía decirle? ¿Debería explayarme sobre todo lo que su adictivo aroma me hacía sentir? Y no era solo su olor, todo su cuerpo me atraía como miel a las abejas, estirado en todo su esplendor sobre el lecho, se notaba tonificado bajo la ropa, su rostro parecía duro y cincelado en la roca, lo que le daba un aspecto en extremo masculino...

— Estás aquí — afirmó con seguridad, — y como has comido, ya no te podrás ir — sus palabras se deslizaron de su boca de manera sugerente, mientras se giraba hacia mí.

— No, yo... — No recordaba que ningún hombre previamente me hubiera quitado el aliento de esta manera, quizá utilizaba alguna clase de magia que lo hacía verse devastadoramente irresistible.

— Claro que sí, has tomado té, yo te vi.

Él había quedado reclinado sobre su codo, observándome. Su rostro se suavizó en una sonrisa sensual, y yo desvié la mirada para evitar que me perturbara más de lo que ya estaba.

— ¿Qui... quienes eran los que estaban contigo? — Pregunté intentando no pensar en lo íntimo que me resultaba que estuviéramos compartiendo el lecho, aunque las mantas nos separaran.

— Mis hermanos y papá.

— El que quería los libros era tu padre.

El recordar a aquel nocturno me traía una sensación de familiaridad, como si lo conociera desde antes, aunque era un perfecto desconocido para mí. O quizás eran los recuerdos de Ravenia que se traslucían de manera sutil en mi psiquis, desafiando los velos del tiempo y el espacio. Yo no podía comprender por qué.

— Sí.

— ¿Y... cuál... cuál es su nombre? — Me aventuré a preguntar inmersa en una intuición expectante.

— Dunkan, él fue el rey de Aurea antes que yo.

— ¡Él era el rey Dunkan que Ravenia amaba! — Exclamé sentándome en la cama de repente.

Apreté las sábanas atrayéndolas contra mi pecho al notar que estaba desnuda.

— Se portó muy mal con él para ser que lo amaba.

— Tal vez la corrompió el poder... — comenté.

Aunque era imposible justificar las acciones de mi tatarabuela, yo no podía evitar sentir una especie de lealtad hacia ella, lo que me hacía querer defenderla, aunque tan solo fuera de una manera ínfima.

— Lo que fuera, no había suficiente amor por mi padre en ella — declaró él con disgusto en su voz

— Solo es una suposición — aclaré, notando que Anour se había ofuscado ante mi comentario.

— No acepto que una mujer que dice amarme, me rechace una y otra vez, se case con otro al que tampoco ama, para robarle y luego abra un portal a otro mundo para largarse lejos. Eso no es amor.

Su voz fue categórica y no admitía discusión, pero yo no podía quedarme callada, y aunque sabía que no podía ya defenderla, hice un último intento por argumentar a su favor.

— Bueno, ella escribió en su diario que lo amaba.

— Se mentía a sí misma.

Me mantuve en silencio, sabía que él no cedería en esto y yo no tenía fundamentos para seguir la discusión, además, sabía que él tenía razón, ella había obrado de manera egoísta e insensata.

— Mi padre quiere que le leas el otro libro, nosotros no entendemos el idioma.

Anour se había puesto de pie de un salto y ya se dirigía hacia la puerta.

— Los cuentos de mi bisabuela — informé.

— Mamá cree que esos libros poseen magia, deberías pedir ver a la sacerdotisa Diani, cuando estés en Annun, ella seguramente podrá decírtelo y tal vez encuentran una forma de que puedas regresar a tu mundo.

Mencionó esto estando ya con la mano en el picaporte y salió sin esperar que yo respondiera.

"Es una pena que tenga ese carácter de protagonista de dark romance", pensé, porque era tan sexy, con ese cuerpo de propaganda de ropa interior masculina y su aroma... y su rostro… me tiré hacia atrás y rodé entre las sábanas deleitándome en su suave perfume.

Si lo analizaba, todos ellos eran muy hermosos, desde su padre hasta sus hijos, aunque sin duda el más bello era el que tenía los cabellos de colores, su rostro era digno de un dios de la belleza, pero ninguno me hacía sentir tan atraída como Anour. El solo hecho de pensar en su nombre ponía mi cuerpo a vibrar…

Un suspiro se escapó de mis labios, fuera como fuera. Él era un rey y yo… ¿qué era yo en este mundo? Nadie, bueno, en mi mundo tampoco era nadie, por algo Alex iba a casarse con otra… Anour seguramente se debería casar con una reina o una princesa…

— ¿Casarse? Despierta, Elizabeth — me reprendí a mí misma al notar el rumbo de mis pensamientos.




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