El anhelo del alma

Capítulo 12

Elizabeth

Tocaron a la puerta sobresaltándome. Me acomodé muy rápido y la puerta se abrió.

— ¿Elizabeth? — Era Kalina.

— ¿Sí? — Traté de mantener una postura relajada, me sentía hallada en infracción; no obstante, ella no podía leerme el pensamiento, ¿o sí?

La diurna ingresó.

— Te he traído ropa que te quedará mejor. Y te quería pedir, si ya te sientes mejor, que nos traduzcas el libro de cuentos.

— Por supuesto, no sé qué me pasó, creo... — hablé mientras me ponía de pie de un salto y para tomar las prendas que me ofrecía. — Creo que tal vez es el estrés... Esta es una situación muy shockeante y...

— El sanador dijo que estás agotada — comentó mientras yo me vestía. — Que para ti es mucho esfuerzo mental procesar la información de un mundo tan diferente al tuyo.

— ¿Me vio un médico? — Inquirí sorprendida, por algún motivo, me resultó extraño que en un lugar como este existiera la medicina.

— Sí.

— ¿Y él dijo que estoy bien?

Ajusté el cinturón que sostenía el vestido y alisé un poco mi cabello con los dedos.

— Así es.

— Bueno, estoy lista.

— Vamos.

Yo la seguí.

— Kalina, quisiera pedirte un favor... no sé si será posible — hablé ya en el pasillo.

— Con gusto haré lo que pueda — accedió con una sonrisa dulce.

— Podrías conseguirme otro... alojamiento, no quiero estar incomodando a tu hijo, yo...

Ella se rio suavemente y yo me sonrojé como si todos mis pensamientos estuvieran expuestos ante la mujer.

— No te preocupes, dudo que a Anour le moleste tenerte en su cama — No podía creer que una madre hablara así de su hijo. — Pero, te hemos preparado ya otra habitación en el piso de las mujeres, te lo mostraré luego.

— ¿Tienen a las mujeres confinadas en otro piso? — Indagué volviendo a la idea de que estaba en un mundo totalmente retrógrado.

Ella se volvió a reír.

— Las mujeres no están confinadas, tienen su propio piso, para su comodidad, ya lo comprobarás por ti misma.

Llegábamos a una puerta por la que ingresamos y allí estaban aquellos hombres, enormes de cuerpos de escultura... bajé la mirada al piso para cambiar el rumbo de mis pensamientos. "Dios mío, tía, ¿cómo sobreviviste casada con el mismo hombre por tantos siglos? Yo quisiera probar un poquito de cada uno para no perderme de nada... una simple mortal en un mundo de dioses oscuros..."

— Te presentaré, ellos son Rory y Adam, mis gemelos más pequeños. Este es Valkan...

— También tengo una gemela, pero vive en Annun — sonrió.

— Anour es mi hijo mayor y este es mi esposo, Dunkan.

— El rey de Ravenia — asentí.

— Ya no soy el rey, Anour ha tomado mi lugar.

— Eres el rey — repetí dirigiéndome a Anour.

— Y mi padre no es de la tal Ravenia — la voz de Anour aún era hostil.

— Ella murió de cualquier manera, y de una forma horrenda, por lo que sea de lo que la acusas, ya lo ha pagado con creces — volví a sentir la necesidad de defenderla.

— Pues al parecer después de muerta ha dejado una secuaz — me acusó.

— ¡Anour! — Lo reprendió su madre.

Él no respondió y se retiró de la biblioteca.

— No le hagas caso, desde que es rey se ha vuelto un amargado, mejor léenos — dijo uno de los gemelos.

— Sí, por favor — esta vez habló el padre de los muchachos, extendiendo hacia mí el libro.

— ¿Sobre Ravenia?

— Sí — respondió Kalina.

— Bueno...

Comencé a narrar todos los fragmentos que la mencionaban. Cómo ella, luego de cruzar el portal, había vendido el cuaderno a un coleccionista de antigüedades, ya que eso parecía, aunque ella lo había estado escribiendo tan solo días antes. También relaté lo referente al anillo, que, según el escrito, no estaba allí cuando llegó al otro lado del velo, por lo que pensó que había quedado aquí. Luego ella se casó con un hombre bueno y tuvo dos hijas, Rebeca y Médora, no había demasiado con respecto a su vida con aquel esposo hasta que este murió cuando sus gemelas tenían doce años, en ese momento ella, para sobrevivir, retomó sus prácticas mágicas, nunca dejó de intentar regresar a su mundo, pero el resto de las historias hablaban de sus hijas, Rebeca y Médora. Y después se contaba cuando al fin Ravenia logró volver a abrir un portal. Sus hijas ya tenían 24 años, ella había envejecido como los humanos, por lo que lanzó a sus hijas por el portal y se quedó allí donde fue quemada en la hoguera.

— ¿Quemada viva? — Exclamó Valkan, horrorizado.

— Sí, yo a veces sueño con ello.

— ¿Eres su reencarnación? — Preguntó Kalina.

— ¿Yo? — Una alerta se activó en mi cerebro cuando la mujer me hizo esta interrogación.

— Has dicho que sueñas que te queman.

— Pero es solo un sueño — mi corazón comenzó a acelerarse, si ellos pensaban que yo era Ravenia quizá quisieran cobrar venganza por sus hechos.

— Claro que no, son recuerdos — dijo el otro gemelo.

— Cómo podría...

— Basta, eso no tiene importancia — intervino la madre. — Según esto, Ravenia es tu tatarabuela, es decir que es bisabuela de Marla, porque Rebeca es su abuela.

— Y esta Médora, que llegó aquí en tiempos de vampiros, podría ser la misma creadora de la sortija — acotó Dunkan. — Que es el ancestro de casi todos nosotros.

— Es... demasiado difícil de comprender, me hace doler la cabeza — expresé.

— Estas son las conexiones que le permitieron a Ravenia contactar con su descendiente y tomar lugar en el otro mundo...

— Pero cómo, si es otro tiempo y ella no había llegado para que nosotras naciéramos...

— En el espacio entre los mundos no existe el tiempo lineal como lo conocemos en nuestros mundos — expresó el antiguo rey, quien ya me estaba resultando más agradable que en el primer impacto.

— Tal vez cuando baje la nieve, podríamos viajar a Annun y pedir un oráculo a la sacerdotisa Diani —- sugirió Kalina.




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