El anillo mágico de Kalila

Tres deseos

—Saludos amo —se oyó una voz que provenía del espeso humo que tomaba la forma de una mujer que hacía una reverencia a Laerte. Ella era de buen parecer, pestañas largas, cabello largo negro y lacio y caderas anchas, mas lo que resaltaba en ella, era su color de piel rosa que en algunos ángulos parecía morado.

 

    Ambos jóvenes quedaron impresionados con la aparición frente a ellos y no pudieron reaccionar al instante, pero en cuanto pudieron ser dueños de sí, ambos gritaron aterrados.

 

    —¡Deshazte de eso! —gritó Valerio aterrado y retrocediendo, pues quería huir, pero aún tenía suficiente manejo de sí como para esperar a su amigo que tenía puesto el anillo.

 

    Laerte también retrocedió varios pasos como un primer impulso de su miedo, pero si en algún punto le quedaba la duda de que aquella aparición salía del anillo, con ese movimiento notó cómo la nube se unía a la mujer que no tenía piernas. En cuanto oyó a Valerio, quiso quitarse el anillo y aventarlo tan lejos como le fuera posible, pero por más que luchó para sacarlo de su dedo, éste no se movió ni un poco.

 

    —Si insiste en halar mi anillo se lastimará —advirtió la mujer que desde su aparición permanecía con los ojos cerrados— Entiendo que le impresione mi aparición, pero trate de controlarse.

 

    De repente, una piedra voló a aquella mujer, era Valerio que intentaba dañar a la aparición pero la piedra simplemente atravesó a la mujer que fruncía el ceño con el acto del veinteañero.

 

    —¡Quítate el anillo! —gritó Valerio a punto de ser presa del pánico que lo incitaba a huir.

 

    —¡No puedo! —exclamó desesperado halando más y más fuerte del anillo a pesar de que en efecto, ya sentía dolor.

 

    La mujer que aparentaba una edad similar a la de los jóvenes, soltó un suspiro pesado antes de materializarse de cuerpo completo frente a ellos, quedando de pie frente a Laerte y desapareciendo la nube de humo. Así mismo, su tono de piel se volvió apiñonado, tomando un tono natural.

 

    —¡Cuidado! —gritó Valerio.

 

    —¡Aléjate de mi! —exclamó Learte y la mujer retrocedió algunos pasos.

 

    —¿Esto podría ayudar a mi amo a guardar la calma? No voy a dañar a nadie si no lo desea.

 

    Apenas dijo estas palabras, la puerta de la casa se abrió, eran Airlia y Aldo, quienes habían despertado tras oír los gritos de sus compañeros afuera de la casa.

 

    —¿Qué ocurre? —preguntó Aldo mirando de un lado a otro esperando entender la razón del pánico de sus amigos.

 

    —¡Esa mujer es un fantasma! —exclamó Valerio corriendo hacia sus compañeros para sentirse más seguros.

 

    —¿Fumaron hierba? —preguntó Aldo molesto de que por alucines lo hubiesen despertado, pero en ese momento prestó mayor atención a aquella joven que vestía como odalisca a pesar de que la noche era fresca y no llevaba suéter encima— ¿Quién es ella?

 

    —No metan extraños en la casa, recuerden que estamos aquí para trabajar, no para... divertirnos —continuó Airla haciendo una insinuación que no se atrevió a decir directamente pero que demostraba molestia.

 

    —Me he perdido camino a la casa de un pariente en el pueblo, vengo de una fiesta de disfraces del pueblo vecino pero está muy oscuro aquí —decía la aparecida en un tono amable— Me acerqué a preguntar direcciones, pero ambos han empezado a gritar.

 

    —Creo que estos dos han estado tomando o fumando hierba y se han asustado —bufó Aldo para acercarse a la chica— No somos de este pueblo, pero quizá podamos ayudarte a llegar a donde necesitas.

 

    —Gracias, eres muy amable, pero me gustaría hablar con mi amo a solas —sonrió la mujer haciendo un movimiento de mano frente al rostro de Aldo y repitiendo la acción frente a Airlia— ¿Por qué no vuelven a dormir y olvidan lo que ocurrió? Están muy cansados.

 

    —Si, tengo mucho sueño —bostezo Aldo dando media vuelta para meterse de nuevo a la casa— Hasta mañana.

 

    —No olviden cerrar la puerta con llave —dijo Airlia bostezando antes de meterse a la casa.

 

    —¡¿Qué les hiciste?! —gritó Valerio a punto de perder la cabeza al darse cuenta que con magia o hipnotismo, había hecho que sus compañeros se fueran.

 

    —Esto no avanzará así —murmuró la mujer haciendo un movimiento con la mano con dirección a Valerio y éste quiso gritar aterrado de no saber lo que le haría, sin embargo, no salió sonido alguno de su boca aún cuando él insistió en gritar— Si yo fuera tu, dejaría de intentarlo. Aunque no oigamos tu voz, entre más grites te lastimarás la garganta —le advirtió antes de dirigirse a Learte, quien retrocedió varios pasos asustado e impotente— No tenga miedo amo, como mencioné, no le haré daño a usted o a nadie que usted no lo pida.

 

    —¿Qué eres tu? —preguntó Learte cuando finalmente pudo controlar su impresión.

 

    —Mi nombre es Kalila y soy una Ifrit —hizo una nueva reverencia a Laerte.

 

    —¿Una Ifrit? ¿Qué es eso? ¿Qué tiene que ver conmigo? —preguntó Laerte confundido y aún asustado.

 

    —Nos llaman Genios si mal no recuerdo, pero las películas han hecho popular la idea de que sólo nos encontramos encerrados en lámparas de aceite. De echo, esperaba que vestida así ayudara a aminorar el impacto, pero usted y su amigo me han confundido con un fantasma.

 

    —¿Genio? Dios mío, estoy seguro que hoy no tomé. Debo estar soñando o alguien quiere jugarme una broma muy pesada —miró a Valerio que había oído todo e intentaba hablar, pero simplemente no podía— ¿Esto es cosa tuya no es verdad? Tu eras quien insistía en ponerse el anillo.

 

    —Creo que usted no está entendiendo amo. Esto es real —habló Kalila sin levantarse de su reverencia y aún con los ojos cerrados, pues en todo ese tiempo no los había abierto ni un poco— Puede pedir un deseo para comprobarlo.



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En el texto hay: genios, magia, ifrits

Editado: 30.03.2020

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