El anillo mágico de Kalila

El primer deseo

—Se lo he dicho desde el principio amo, soy su esclava, no puedo hacer nada en su contra salvo que fuera un deseo suyo —contestó Kalila haciendo reverencia y quedando arrodillada en el suelo con la frente contra el suelo tratando de mostrar su humildad, no sólo como parte de la etiqueta que su situación de esclava le exigía, sino también porque ella realmente quería demostrar que no había tenido nada que ver con lo que le ocurrió a una mujer que ella ni siquiera conocía.

 

—¿Quién pediría ser dañado? —replicó Valerio distrayéndose, de modo que Laerte pudo soltarse de él con el fin de continuar con su deseo de venganza.

 

—No importa lo que digas, no creo ni una sola palabra que salga de tu boca —dijo Laerte lanzándose de nuevo contra Kalila, pero Alysa se puso en medio para detenerlo pues a diferencia de los varones, ella creía en algunas situaciones mágicas, lo que le permitió asimilar mejor la situación que estaba presenciando.

 

—¡Dice la verdad! —exclamó Alysa con mucha seguridad pero Laerte ignoró este hecho y quiso empujarla para realizar su cometido, sin embargo, lejos de lo que alguno de los dos varones se hubiera imaginado, Alysa le soltó una bofetada cuando se dio cuenta lo que él pretendía hacerle, algo que realmente la indignó puesto que él no solía ser agresivo y ella definitivamente no se iba a dejar— ¡Escúchame!

 

—Alysa no…

 

—¡Te dije que me oyeras! —exclamó más fuerte dejando confundidos a ambos chicos, que si bien ya la habían visto exaltada antes, si era la primera vez que lanzaba un golpe tan directo a alguno de ellos. Incluso, por unos momentos, hizo a Laerte olvidar su tarea— ¿Recuerdas lo que les envié? Los Ifrits pueden ser buenos o malos, pero cuando están encerrados en algún objeto, son esclavos. Es su castigo.

 

—Eso no nos lo dijiste —murmuró Valerio disimuladamente esperando que ello no resultara en una bofetada como con su amigo, pues aún le dolía la mordida y el pisotón de antes y no quería agregar otro daño a la lista.

 

—¿Castigo de qué? —preguntó Laerte exasperado de no poder desahogar la rabia que, contrario a lo que parecía, estaba contenida en su pecho, pues a pesar de todo, él no podía ignorar del todo a sus amigos. Quizá sólo por momentos.

 

—Investigué un poco más después de que les mandé lo primero por si me preguntaban más y poder seguir extorsionándolos, sólo que no lo encontré en internet —explicaba Alysa en respuesta a Valerio y esperando que ello ayudara a distraer a Laerte hacia sus palabras y se calmara. Aún cuando Alysa apenas estaba intentando entender lo que pasaba, sentía pena por el pobre ser que ni siquiera se defendía de los intento de Laerte por dañarla— Encontré un libro en la biblioteca de mi uni, habla sobre mitología y decía que cuando algunos Ifrits se negaron a reverenciar a los humanos, Dios castigó a todos haciendo que vivieran entre los humanos pero sin poder ser vistos.

 

—¿Cómo si fueran invisibles? —preguntó Valerio incrédulo— Eso más bien parece que les dio un arma para molestar más —bajó la voz— Y tampoco suena justo para los que obedecieron.

 

—Lo sé, pero eso decía el libro. La idea era que no podrían ser vistos y tampoco ser tocados por los humanos, así que era como si no existieran y Dios prometió levantarles el castigo si podían vivir en armonía con los humanos en ese estado. Por otro lado, los Ifrits podrían tocar a los humanos como una forma de tentar a los Ifrits, aunque debían poseer un gran poder para lograrlo.

 

—Entonces más bien era algo así como otra dimensión —comentó Valerio— Pero aún así seguía siendo como un arma para los Ifrits.

 

—Supongo… el asunto es que aún así los Ifrits malos siguieron haciendo maldades y Dios eligió un humano que cazaría a esos Ifrits para castigarlos. La condena consistía en ser encerrado en los objetos de hierro para sellar su libre albedrío, así tendrían que obedecer a los humanos quisieran o no —explicaba Alysa— Por eso ella no puede dañar a los humanos aun si quisiera, porque por ello fue encerrada para evitarlo y porque el peor castigo para un Ifrit que se negaba a reverenciar a un humano por orden de Dios, es tener que servir a estos mismos. Lo que le pasó a tu abuelita fue…

 

—Sé que intentas ayudar, pero yo no puedo creer en eso. Mi abuelita predijo todo lo que pasaría y señaló a ese monstruo como la culpable —insistió Laerte— Y aún si tuvieras razón, ella misma dijo que podría torcer las palabras ¿Quién me asegura que no lo hizo a su favor?

 

—¿Tu abuelita lo predijo? Pero ella es escéptica de lo sobrenatural —comentó Alysa confundida.

 

—¡Ella creyó que lo que vio era un sueño pero ella me habló de este monstruo y apareció poco después sólo para hacer el mal!

 

—¡Espera! ­—Valerio detuvo a Laerte que nuevamente se dirigía hacia Kalila con furor— Si Aly ha encontrado más información, quizá halló sobre cómo quitarte el anillo o cómo destruirlo ¿no sería más fácil deshacerse de él? —comentó Valerio para luego mirar a Alysa con súplica, esperando que ella realmente tuviera la respuesta— ¿Encontraste algo de eso?

 

—¿Quitarse el anillo? —preguntó Alysa confundida pues no se había imaginado que Laerte no podía quitarse el anillo.

 

—Ese monstruo dijo que hasta que no pidiera mis tres deseos, no podría quitarme el anillo —comentó Laerte con frustración— Ya intenté de todo para quitármelo, incluso intenté romperlo.

 

Laerte mostró su mano, de donde el dedo índice resaltaba no sólo por el extraño anillo, sino también por lo rojo que se había puesto por sus múltiples intentos por deshacerse del anillo.

 

Alysa, por su parte, quedó inquieta con lo que vio, pues era evidente que el pobre dedo de su amigo estaba a punto de cambiar de color de rojo a morado por el esfuerzo de sacárselo y quedó unos instantes meditando tratando de recordar la información que encontró, aunque algo inquieta y temerosa que de tardarse, su amigo tuviera otro arrebato.



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En el texto hay: genios, magia, ifrits

Editado: 30.03.2020

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