Conocí a Vincenzo Rossi cuando tenía seis años. Cuando no tenía nada. Y él me lo dio todo.
Esas mismas palabras fueron el inicio de un relato que quedó, indiscutiblemente, marcado en los vacíos más profundos del lugar. En una celda, dentro de una pequeña cárcel situada en alguna isla perdida por allá en el Mediterraneo, lejos de cualquier signo de vida civilizada.
En ese momento no había nadie oyendo excepto un viejo decrépito y aburrido, con solo una botella de ron y poco más que ofrecer. Sin embargo, anticuado y gastado como podría haber sido llamado aquel tipo, escuchó sin perderse detalle esa larga historia de vida que le estaba siendo contada.
Quien contó ese relato, para ese entonces un hombre llamado Rudy Benoit, se encontraba en la misma celda, en la misma miseria. Desahuciado y ya sin nada que perder o ganar, lo único que tenía con él era una historia.
La historia de un criminal.
Y un encendedor. De casualidad, consiguió una caja de cigarros, por lo tanto, la noche se prestó para un cuento.
Pero no, niños, no es un cuento de hadas.
—Conocí a Vincenzo Rossi cuando tenía seis años. —dijo después de prenderse un cigarro. Tenía la mirada perdida en la pequeña ventana de la celda. —Cuando no tenía nada. Y él...él me lo dio todo. —Sonrió. —Es una historia bastante divertida.
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Editado: 14.08.2024