El Archivero de Almas

8

El sistema no había previsto esto.

Un frasco nacido del amor. Una memoria viva entregada sin muerte. Un nombre pronunciado como un conjuro, una y otra vez.

Jungkook ya no estaba solo en la sala blanca.

Porque el amor no grita. Pero tampoco se calla.

Las paredes del Umbral comenzaban a deshilacharse. La perfección blanca temblaba con cada recuerdo que Taehyung no podía soltar.

No era rebeldía. Era instinto.

“No olvides,”
“No sueltes,”
“No cedas.”

Y Jungkook obedecía.

_______

En el mundo real, Taehyung ya no hablaba del todo.

Había pasado del “¿me estoy volviendo loco?” al
“¿y si esta locura es lo único real que tengo?”

Sus cuadros ya no tenían sentido para los demás.

Pero él los entendía.

Un ojo pintado con demasiado detalle.
Una mano extendida hacia el vacío.
Un cuello con una herida que nadie recordaba haber visto.

Cada trazo era una coordenada.

Y cada vez que terminaba uno,
una parte del mundo parecía temblar.

No con ruido.

Sino con presencia.

_______

Esa madrugada, despertó sin razón.

La ciudad dormía.

Pero él sintió… algo.

No un sueño. No una visión. Sino un tirón.

Como si alguien, desde el otro lado de la existencia,
hubiera jalado su alma con hilos invisibles.

Fue hasta su escritorio.
Abrió su cuaderno.
Y sin pensar, escribió:

“¿Dónde estás?”
“Estoy esperándote.”
“Te siento más cerca cuando me duele.”
“¿También te duele a ti?”

_____________

En el Umbral, Jungkook sangró.

No físicamente. No en carne.

Pero algo en su pecho se partió como un cristal viejo.

El frasco volvió a temblar.
Y otro más apareció a su lado.

Pequeño.
Oscuro.
Palpitante.

Una nueva memoria.
Una nueva línea escrita desde la vida.

“¿También te duele a ti?”

Sí.

Dolía.

Como arder sin fuego.
Como llorar sin ojos.
Como amar sin cuerpo.

__________

Esa noche, Jungkook se atrevió a hacer lo que nunca antes.

Gritó.

Gritó tan fuerte que la sala blanca se agrietó.
Gritó con el alma, con la desesperación de un universo contenido en un solo nombre.

—¡TAEHYUNG!

Y en la vida, Taehyung tropezó.

Cayó de rodillas sin entender por qué.
Con el corazón latiendo tan fuerte que pensó que moriría.

Y entre lágrimas, murmuró:

—Lo escuché.

_____

Ambos, en mundos distintos, se miraron sin verse.
Uno con los labios aún temblando por el grito.
El otro con la respiración cortada por la respuesta.

Y en ese espacio intermedio entre el mundo y el Umbral,
una puerta comenzó a dibujarse.

Primero invisible.
Luego translúcida.
Después, real.

No había manija.
Ni cerradura.

Solo un pensamiento común.

“Estoy viniendo por ti.”
“No me sueltes.”



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En el texto hay: tristeza, romance, emocional

Editado: 12.08.2025

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