No todas las puertas deberían abrirse.
Pero cuando el dolor se vuelve un idioma compartido, el universo se inclina para escucharlo.
La puerta en el espacio intermedio no era materia, ni sombra, ni luz.
Era un latido.
Un pulso que crecía, como si cada respiración de Taehyung empujara un poco más su forma hacia la existencia.
En el Umbral, Jungkook la miraba como quien observa un recuerdo que aún no le pertenece.
Sabía que no debía tocarla.
Pero el saber nunca había detenido a un corazón.
"No me sueltes"
Esa frase, aún flotando en el aire invisible, lo mantenía de pie.
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En la vida, Taehyung comenzó a pintar de nuevo.
No por voluntad, sino porque sus manos parecían obedecer a algo que venía de fuera.
El pincel se movía con una urgencia nueva.
Trazos curvos, oscuros, repetidos una y otra vez.
Un contorno que no reconocía, hasta que el último color lo golpeó como un trueno silencioso:
una puerta.
No como las de su casa.
No como las de la calle.
Una puerta que parecía flotar en un espacio que no tenía techo ni suelo.
—¿Por qué? —susurró, sin saber a quién.
Y en el Umbral, Jungkook sintió el eco.
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No había reloj que midiera el tiempo ahí dentro.
Pero Jungkook sabía que algo estaba cambiando.
El frasco más reciente, aquel que palpitaba como un corazón atrapado, comenzó a agrietarse.
Del interior no salía luz, sino una especie de humo dorado que olía a lluvia recién caída.
Cuando lo tomó en sus manos, escuchó de nuevo la voz de Taehyung, no como un recuerdo… sino como un presente.
—¿Por qué?
Jungkook cerró los ojos.
Quiso responder.
Pero en el Umbral, las palabras eran como piedras lanzadas a un mar sin fondo.
No siempre llegaban.
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Esa madrugada, Taehyung despertó con los dedos manchados de pintura y el pecho ardiendo.
No podía dejar de mirar el cuadro.
Le pareció —y no sabía si era su imaginación— que el dibujo temblaba.
Como si lo que estaba al otro lado quisiera salir.
No supo por qué lo hizo.
Pero apoyó su frente contra la imagen.
Y en ese instante, en el Umbral, Jungkook sintió calor por primera vez desde que llegó.
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—Te encontré… —susurró Jungkook.
La puerta brilló un instante.
Pequeño.
Frágil.
Pero suficiente para que ambos supieran que el muro entre sus mundos acababa de romperse.
Y que, tarde o temprano, uno de los dos iba a cruzar.
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En un rincón del Umbral, algo despertó.
No era humano.
No era alma.
Pero olía el cambio, y entendía que si esa puerta se abría, las reglas que lo mantenían todo en orden caerían.
No todos los que esperan en la oscuridad lo hacen con amor.
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