10

El Umbral nunca había sido un lugar silencioso.
No de verdad.

Bajo la blancura perfecta, había un murmullo.
Un susurro que Jungkook había aprendido a ignorar.
Pero ahora… ahora no podía.

Era como un roce constante contra la piel del alma.
Algo que se movía entre las costuras del lugar, oliendo el cambio, probando el aire como un depredador hambriento.

La puerta.
Lo ha sentido.

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En el mundo real, Taehyung soñó con agua.
Oscura, profunda, infinita.
Y bajo la superficie, dos luces: una dorada y una negra, girando una alrededor de la otra como si estuvieran destinadas a chocar.

Despertó con la sensación de que no estaba solo en la habitación.
Pero al encender la luz, no había nadie.
Solo el cuadro de la puerta… y una sombra que parecía más larga que antes.

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En el Umbral, Jungkook vio algo por primera vez:
Una grieta, no en la pared, sino en el cielo blanco.

Por ella se asomaban dedos.
No eran manos humanas.
Eran largos, delgados, de un gris enfermizo, y se movían como si buscaran dónde apoyarse para entrar.

Un ojo, sin párpados, se abrió entre ellos.
Lo miró.

Y Jungkook comprendió:
El Umbral no era solo un archivo.
También era una jaula.
Y no todos estaban resignados a quedarse dentro.

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Taehyung, mientras tanto, comenzó a escribir sin quererlo.
Sus manos, sueltas, trazaban frases que no recordaba pensar:

“El hambre espera.”
“El oro llama a la sombra.”
“Si cruzas, no vendrás solo.”

Las letras parecían moverse en el papel, como si quisieran arrastrarse fuera de él.

Jungkook retrocedió.
La puerta que había empezado a dibujarse tras su encuentro con Taehyung ahora latía más fuerte.
Pero no solo él se acercaba.

Aquello…
Esa presencia antigua y paciente también lo hacía.

Por primera vez, sintió miedo de que Taehyung lo encontrara.

No porque no lo quisiera.
Sino porque algo más estaba siguiendo las huellas que dejaban sus recuerdos.

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La grieta en el cielo del Umbral se abrió un poco más.
Un aliento frío se filtró.
Y una voz, más vieja que el tiempo, habló en un idioma que Jungkook no conocía, pero entendió:

—Si se abre la puerta… yo también cruzaré.