El Arco de Artemisa - Segundo Episodio, Los Doce Misterios

1. Enviado del Vaticano...

Eran las 19 horas del sábado 1º de enero del 2000 en la ciudad de La Paz, Bolivia. La Iglesia de Santo Domingo se encontraba llena de feligreses celebrando la primera eucaristía del año.

—Así como compartes el pan, permítenos compartir el Cielo junto a nuestro Señor Jesucristo.
—Tuyo es el Reino, tuyo el Poder y la Gloria por siempre Señor —respondió la congregación.
—El Señor esté con vosotros.
—Y con su Espíritu.
—Podeos ir en paz, hermanos.

Algunos feligreses empezaban a abandonar el recinto y un sacro coro anunciaba el final de la misa. El cura empezó a salpicar de agua bendita a una numerosa conglomeración que extendía sus manos para ser tocados por el líquido bendecido. Mientras el cura lanzaba el agua vio a uno de sus diáconos laicos aproximarse, éste mostraba un rostro bastante agitado y empalidecido.

—Silvio, ¿pasa algo? —preguntó el sacerdote, dejando de repartir el agua.
—Padre, lo buscan en la oficina episcopal.
—¿Quién me busca?
—Fray Santiago.

El rostro del sacerdote palideció en cuanto escuchó esto. Ni siquiera se quitó la sotana litúrgica y fue corriendo hasta la oficina episcopal.

Cuando llegó, vio al recién llegado: un hombre de barba tupida y cabeza calva. Su rostro era casi cadavérico y estaba cubierto por hábitos dominicos.

—Fray Santiago, no lo esperaba sino hasta dentro de tres días.
—La profecía, los Centinelas —murmuraba el fraile, tembloroso.
—Los... los... Dios, ¿son acaso...?
—Así es, un grupo de niños acaba de partir de la guarida de Rowena rumbo a Erks.
—¡Milagro!, la profecía de Santo Domingo era cierta. ¡Gracias al Incognoscible y a la Virgen!
—Pero, eso no es todo. Su Eminencia envió un mensaje desde Roma. Nos manda decir que el hermano Aldrick Du Ruelant viene en camino.
—Dios, ¡el último Cruzado Cátaro! —dijo abruptamente el asombrado cura—. Dígame, Fray Santiago, ¿cuándo está programada la llegada del hermano Du Ruelant?
—Llegará en diez horas.
—¡Entonces, no hay tiempo que perder! Silvio —ordenó a su diácono—, llama a todos los encargados del claustro y reúnelos en el presbiterio.

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.