El Arco de Artemisa - Segundo Episodio, Los Doce Misterios

● PRIMER MISTERIO ●

Primer Misterio, El Génesis Hiperbóreo

Versión del Mito Sumerio por Zecharia Sitchin; adaptación del Círculo de Amatista

Cuenta la leyenda que, hace millones de años, en el mundo de los Primordiales, conocidos por los hombres como Anunaki, hubo una terrible crisis que comprometió su Aldea de Origen llamada Hiperbórea. Pugnas de poder habían dañado la Aldea de Origen. El rey de aquella raza de Primordiales era llamado Anu. Él tenía dos hijos; uno de ellos era su legítimo hijo quien debía acceder al trono, se llamaba Enlil; el otro era hijo ilegítimo del rey y hermano mayor de Enlil, su nombre era Enki. El hermano de Enki, Enlil, era un ser bastante odioso y arrogante a quien le gustaba vivir los placeres más bajos. El Gran Ingeniero de la corte era un amigo muy cercano de Enlil y compartía con él sus gustos, su nombre era Yahvé.

Los problemas por el poder entre estos los Primordiales estaban llevando a una terrible crisis planetaria. Descubrieron que la energía espectral estaba desapareciendo a causa de las peleas entre ellos, esto los llevó a tratar de hallar la forma de salvar el macrocosmos de su planeta. Para hacerlo, un grupo de Divinos había creado una máquina capaz de reproducir energía espectral, el gran problema era que no tenían combustible para hacerla funcionar.

A falta de combustible en Hiperbórea, los Divinos empezaron a buscar combustibles y experimentar con los elementos para hallar la forma de hacer funcionar su máquina. Entonces Yahvé, que dominaba la alquimia, les dijo que en un diminuto planeta, en uno de los Universos que había creado, existía un elemento capaz de brindar el poder para su máquina. Un día, en audiencia con el rey Anu, los Primordiales, Enlil, Enki y Yahvé se reunieron y esto fue lo que dijeron:

—En uno de los Universos creados de mi Consciencia, existe un planeta diminuto que orbita una insignificante estrella. Ese planeta tiene un interesante elemento que apareció a causa de un afortunado error mío —afirmó Yahvé.
—¿Dónde está ese planeta? —cuestionó Anu, el rey.
—Está en el Cuarto Universo. Se sitúa orbitando una estrella localizada en una galaxia relativamente cercana a mi Logos.
—¿Y tienes control sobre ese universo? —preguntó Enlil.
—Relativo, aún me falta mucho para perfeccionarlo y no he logrado hacerlo funcionar como debería —respondió Yahvé—. Es que solo me he tomado siete días y siete noches para construirlo y al séptimo día tuve que descansar. Aún está incompleto.
—Pues, si dices que allá hay un elemento que es de ayuda, extráelo —replicó Enki.
—Lo haría, pero no tengo mano de obra calificada.
—Entonces, ¿cómo sugieres que saquemos tal elemento? —cuestionó Anu.
—Lo deberemos hacer nosotros mismos —respondió Yahvé.
—¿Estás sugiriendo que vayamos a uno de tus Universos Creados inferiores? —cuestionó Enki, molesto.
—No hay otra forma —replicó Yahvé.
—Si no existe otro modo, entonces mandaré a mis hijos, que son de mi entera confianza, para realizar la misión —sentenció 
Anu y finalizó la audiencia.

De ese modo, Enlil, Enki, Yahvé y un numeroso grupo de Primordiales ingresaron al Universo Creado, aún a medio construir, de Yahvé. Lo primero que hicieron fue buscar un centro de operaciones, se instalaron en el Doceavo Planeta del sistema, a una distancia bastante prudente de la estrella central ya que mientras más se aproximaban al astro, su poder iba disminuyendo.

Enlil, que era un brillante ingeniero, hizo un largo estudio del sistema, escaneando planeta por planeta. Los planetas más interesantes resultaron ser los primeros ocho. Entre ellos existían dos gigantes de hielo, dos gigantes de gas y cuatro pequeños planetas rocosos. Al finalizar el escáner, Enlil determinó que el planeta óptimo para la explotación del dichoso metal era el Tercer Planeta. El único gran problema era que para llegar a él había que atravesar un denso cinturón gravitacional el cual era muy difícil penetrar para ellos. Enlil y Yahvé eran demasiado cobardes para atravesarlo; eso llevó a Enki a tomar la decisión final de realizar la hazaña. Yahvé sabía que, a pesar que el Universo que creó se situaba en su propia consciencia, él no tenía control total debido a lo imperfecto que éste era todavía.

Entonces, Enki abordó un transporte junto con un valiente grupo de Divinos Hiperbóreos y partieron rumbo al centro del agresivo sistema, en busca del Tercer Planeta.

La odisea fue terrible, sufrieron varias perdidas y el cinturón gravitacional había causado graves daños a su nave. Al acercase cada vez más a la estrella central, notaron que empezaban a debilitarse. La gravedad y radiación del astro eran muy pesados para seres tan livianos como los Divinos. Cruzaron por una especie de heliopausa, creando un sendero seguro tras de sí, y desembarcaron en el Cuarto Planeta, donde crearon una colonia en medio de una abundante selva con condiciones para vivir. Al terminar la pesada labor de construcción, emprendieron el viaje al Tercer Planeta.

En un tiempo corto, examinaron el planeta. Se hallaban en un mundo caliente y selvático, donde los animales vivían en armonía. Al igual que el Cuarto Planeta; el Tercer Planeta no mostraba signos de vida consciente, realmente la obra de Yahvé estaba muy prematura aún.




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