El arte de amar.

Capítulo 5

Caminé detrás de Ian rápidamente mientras ambos nos arrastrábamos en la marea de personas que había dentro del bar moviéndose al incesante ritmo de la música electrónica, mis ojos tardaron un buen rato en ajustarse a la oscuridad que iba y venía dentro del lugar. A diferencia de Cornely, el bar Kioras era mucho más grande y estaba ubicado en un mejor sector que el anterior, aquí podía ver una gran diversidad de personas de toda clase de rango social, mi ojo crítico jamás fallaba en aquello, y a pesar de que aún no terminaba de caer la noche, ya había muchas personas ebrias moviéndose de un lado a otros y bailando sin cesar.

Kioras era diferente de otra manera y no sabía como explicarlo, dentro de todo el desorden había un orden caótico y divertido. —Quise por un segundo el permitirme dejarme fluir por la fuerte música, quería bailar, gritar y beber—, quería ser yo de nuevo. 

Me pegué mucho a Ian no queriendo perderlo en medio de tanta gente y miré hacia todas partes para poder ubicarme en el nuevo lugar, la barra estaba a la derecha junto a una pequeña tarima negra, los altavoces y cabina de reproducción se hallaban a la izquierda en donde también había ubicada una máquina de discos color plata, el espacio de baile y recreación era gigante y supe que en alguna parte tendría que haber un pasillo que condujera hacia alguna oficina como la de Cornely. 

—¡Ian! —Un grupo de mujeres saludaron al pelinegro de manera efusiva cuando pasamos muy cerca a ellas, él les devolvió el saludo con una sonrisa amable y un pequeño asentimiento de cabeza.

No pasé por alto el hecho de que él era mucho más popular en aquel bar que en Cornely, ahí todo mundo se volteaba para verlo y saludarlo con sonrisas amables, tanto hombres como mujeres, era obvio que todo mundo quería agradarle al dueño de tal lugar tan hipnotizante y de repente, una pregunta burbujeó dentro de mí. —¿Cómo todo aquello era suyo? —, él realmente era muy joven, solo un año mayor que mi hermano y aunque era verdad de que Blake tenía demasiado dinero y cosas así para su corta edad, aquello también estaba ligado al hecho de que mi padre prácticamente le estaba heredando todo, aun así… ¿Ian había heredado esos bares?

No lo creía, él me había dicho que había trabajado demasiado para conseguirlos, Ian no se veía como si fuese un hijo de alta alcurnia. 

¿Quién era realmente él? ¿Quería conocerlo?

Cuando él me había dicho que quería que yo fuese su secretaria, realmente no pude evitar el regalarle una mirada llena de enojo e incredulidad. —¿Una secretaria? ¿Qué se suponía que hiciera? —, jamás había escuchado que el dueño de un condenado bar necesitara una secretaria.

—¿Desde cuándo el dueño de un bar necesita una secretaria? —Le había cuestionado enarcando una ceja.

—Desde ahora. —Había respondido sonriendo. 

No tuve oportunidad a decirle nada más en ese momento porque él me había obligado a entrar al bar junto a él.

Cuando finalmente llegamos a la barra, me encontré con dos chicos trabajando de manera muy sincronizada a la hora de atender a todas las personas que se acercaban a pedir sus bebidas, y por más estúpido que fuese, justo en ese momento me encontré extrañando a Marc, él había sido tan amable y carismático conmigo, jamás me hizo sentir estúpida por no saber nada ligado al mundo del alcohol y, de hecho, fue muy paciente a la hora de explicarme todo. —Debía llamarlo y quedar en algún momento con él—, sería una lástima que ya no pudiéramos trabajar juntos.

¡Maldito Blake! 

—Iré por alguien. —Ian se acercó un poco a mi y habló con firmeza cerca de mi oído, —espérame un momento aquí, no te muevas. 

Asentí y lo vi alejarse deprisa en medio de toda aquella marea de personas, después de un instante continué mirando todo a mi alrededor suspiré resignada. Ojalá pudiera convencer a Ian de que me diera el puesto de mesera en aquél nuevo bar, si él aceptaba, al final, ya no tendría porque irme a vivir con él a su apartamento, ya no tendría porque ser un estorbo o algo así, y, por ende, ya no tendría por qué depender de nadie que no fuese yo misma.

—Oye, muñeca. —Escuché de repente una voz que venía de mi lado izquierdo. —¿Quieres algo de beber? Yo invito. 

Fijé mi mirada en un chico de cabello claros, el cual estaba muy cerca de mí, la gran sonrisa que estaba plasmada en sus labios debería de ser definida como; depredadora.

Él me estiró una de las copas que tenía en sus manos y enarcó una ceja pretendiendo retarme a que aceptara el vaso con el liquido marrón claro. 

—Creo que paso. —Respondí lentamente.

—Es gratis, vamos. —Se acercó más, — ¿No vas a rechazarme verdad?

Yo conocía demasiado a los tipos de hombres como él, era joven, pero tenía demasiada experiencia con idiotas degenerados.

—Bien… —Fingí una sonrisa y eso le encantó a él.

—Ya sabía yo que no ibas a defraudarme.

Él estiró una mano de enseguida y con total confianza me ofreció la copa que tenía en su mano derecha, todo aquello lo hizo sin dejar de sonreír en un solo momento, él se veía muy emocionado, era como si hubiese acabado de ganarse la condenada lotería. 

—Ten.

—Quiero la otra. —Murmuré con naturalidad.

—¿Ah?

—Está. —Me incliné hacia adelanté y tomé la copa que él tenía en su mano izquierda y sin pensarlo mucho, me la bebí en un solo y doloroso trago.

La mirada que él me regaló me hizo sonreír aun más, él no contaba con mi astucia, por supuesto que no… Pero lo que aquel idiota no sabía, era que en el pasado había cargado con muchas basuras como él. 

—Fuerte. —Ronroneó lamiendo mis labios lentamente, —Vamos, bébete la tuya. 

Lo alenté falsamente, él continuó mirándome como un retrasado mientras yo enarcaba una ceja.

—Ahora que lo pienso mucho mejor. —Murmuró incomodo dejando el trago en la barra—, será mejor que no beba, ahora debo conducir y…

—Vamos, tírame otra excusa. —Le susurré sonriendo. — Esa es muy típica.




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